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Sobre este blog

Comunicación: conocimiento y ética

Me resulta comodísimo lo de un artículo por semana como compromiso personal adquirido, sin obligaciones pero amablemente admitido y publicado.

Admiro y compadezco a quienes por obligación tienen que cumplir de cotidiano con el mismo ritual impuesto o voluntario, pues el síndrome del “folio en blanco” lo he intuido alguna vez como una agobiante sensación que redunda en mengua de facultades creativas y, como cualquier afección de salud, no tiende a mejorar por sí sola si no se le aplica remedio medicinal adecuado.

Mi admiración y respeto hacia los verdaderos  profesionales de la comunicación, que superan todos los días con éxito eventuales baches de iluminación columnista. No solo con el esfuerzo mental y preparación técnica, sino sobre todo por el sentimiento de profesionalidad que emana de una vocación al servicio a la sociedad con el formato deontológico de “informar, formar y entretener” que, como en otras actividades donde prima la pasión “por lo que se hace”, es difícil de ser entendida por aquellos a quienes se les intenta explicar. El mejor premio es la satisfacción personal de disfrutar por poder y saber hacerlo lo mejor posible.

Por fortuna en mi caso no supone nada grave. Solo he fallado un par de veces los dos últimos años y ha sido por impedimentos externos, que no por falta de tema. Cierto que puede pasarme, llegado el sábado, que no sepa qué elegir entre la vorágine de acontecimientos que nos abruman a lo largo de la semana. Hoy ha sido, está siendo, el caso. Mi único y eficaz recurso ha sido encabezar EL RINCÓN DEL  BONZO, y de inmediato surge el argumento que inspira un título. Algo parecido –con perdón por la fantochada– a lo de Lope de Vega:

“Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tanto aprieto;

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante…“

Me aíslo de lo habitual y reiterativo para seleccionar actualidad con una especifidad que no invada espacios que pertenecen al ámbito de análisis del periodismo oficial. Solo trato de compartir, sin mayor mérito, mis conocimientos adquiridos a través de una prolongada trayectoria profesional en el ámbito aeronáutico.

Por otro lado, pretendo también divulgar la expandida información obtenida desde mi activismo reivindicativo sobre los problemas ciudadanos que la gestión política pretende camuflar con su discurso evasivo, basado en la multiplicidad de competencias sobre cada una de la áreas en conflicto,que solo sirven para eludir responsabilidades del “No. Esto no es cosa mía”, so pretexto de una burocracia enfermiza, tercermundista e incompatible con un Estado de derecho.

Creo mi deber intentar estimular la conciencia colectiva contra las asechanzas de unos intereses políticos que nada tienen que ver con nuestros derechos fundamentales de pueblo soberano.

En ello estoy, y seguiré atrincherado en favor de cuanto afecte a Canarias; dedicada máxima atención a Santa Cruz de Tenerife. Siempre ofreciendo y proponiendo algoritmo y soluciones a cada problema planteado.

Hay privilegios que no se deben desaprovechar. Estar exento de compromisos políticos e/o ideológicos, no adscrito a ninguna formación partidista ni credo institucional u organizado, parece favorable situación que permite el libre ejercicio del derecho constitucional a la libertad de información y/o expresión; con veracidad. Estar vetado en algunos medios, también es un derecho de otros por motivo de sus intereses que nada tienen que ver este ideario. Es por lo que gratifica e ilusiona saberse reconocido en publicaciones con una línea editorial libre y democrática. Siempre atentos todos a los límites constitucionales del derecho a la libertad de expresión, cuya frontera está marcada allá donde empieza el derecho al honor y a la privacidad del prójimo.

Solo añadir dos reflexiones sobre la responsabilidad de quienes tienen, tenemos, acceso a un micro, a una columna de opinión, o similar. La primera consideración: Al hablar públicamente se debe ser consciente del elevado número, en potencia, de personas que acceden al mensaje emitido. Segunda: saber de qué se habla. Lo que es decir, disponer del conocimiento suficiente sobre el tema que se aborda. No opinar “de oídas” para no confundir a la gente. Puede hacerse mucho daño, queriendo o sin querer, ante una opinión pública muy receptiva y vulnerable.

Obviamente, en este código ético no entran los políticos en general. Especialmente   cuando se hallan en plena campaña electoral… (del mismo modo que el reo, o acusado, tiene derecho a mentirle al juez impunemente).

Solo añadir que ante los múltiples problemas, catalogados como desastres administrativos, mal gestionados por la autoridades políticas: servicios sociales, educación, seguridad, salud pública, viviendas sociales, PCI´s, el maldecido PGO, anillos insulares, construcciones especulativas, ordenanza municipal de paisaje urbano, ley canaria de protección del patrimonio histórico… todo empalidece y deja de tener importancia ante un gravísimo problema, capaz por sí solo de destrozar a toda una isla: los vertidos fecales masivos e incontrolados.

Única solución de emergencia: Que todas las instituciones, cargos públicos y responsables políticos, olviden eventualmente sus respectivos cultivos de votos y aúnen esfuerzos con voluntad política de resolver, con carácter de urgencia, el destrozo medioambiental y atentado contra la salud pública que representa esta barbaridad. Estamos ante una situación patógena de muy alto riesgo, que desde luego no se corrige por sí sola; antes bien todo lo contrario; tiende a empeorar en progresión geométrica por su efecto multiplicador.

No es alarmismo sino una lamentable realidad que, de no ponerle remedio inmediato, estaremos perdidos.

Me resulta comodísimo lo de un artículo por semana como compromiso personal adquirido, sin obligaciones pero amablemente admitido y publicado.

Admiro y compadezco a quienes por obligación tienen que cumplir de cotidiano con el mismo ritual impuesto o voluntario, pues el síndrome del “folio en blanco” lo he intuido alguna vez como una agobiante sensación que redunda en mengua de facultades creativas y, como cualquier afección de salud, no tiende a mejorar por sí sola si no se le aplica remedio medicinal adecuado.