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El debate y la política exterior

La penuria de la discusión animó incluso a la presidenta de la Comunidad de Madrid a colocar fuera del escenario parlamentario su granito de arena. Esperanza Aguirre recordó que el día nacional de todos nosotros, aquel 4 de julio fundador de Estados Unidos, resulta un ejemplo de los valores de la libertad y la democracia sobre el que se sustenta Occidente. Acusó al Gobierno español, en ineludible referencia a Irak, de sacar a España “de la primera fila mundial” formada por los criminales de guerra democráticos Bush, Blair y Aznar. Entre lo escuchado en el Congreso y semejantes declaraciones, sobra esperar por el conocimiento detallado de las resoluciones. Ofrecerá, supongo, el mismo olor a trámite intrascendente que el debate parlamentario.En tiempos globalizadores, la política exterior adquiere más importancia que en el pasado. El papel de los organismos internacionales encargados de preservar la paz, también. Sin embargo, entre las propuestas de resolución, estoy casi seguro, no habrá una capaz de colocar la necesaria defensa incondicional de los derechos humanos (políticos, sociales, económicos y culturales) como guía primera e invariable de la política exterior. Una declaración de principios semejante, votada por el Congreso, constituiría una respuesta adecuada a la globalización, que sólo ampara los supuestos derechos del capital a explotar a quien le parezca, independientemente de sus consecuencias sobre personas y países.Una resolución de este tipo implicaría automáticamente otras que de ella se desprenderían. Basta con enumerar algunas de las más gruesas a partir de las relaciones internacionales tal y como aparecen ante nuestros ojos. Primero, trabajar por la salida de las tropas extranjeras de Irak y de las españolas de Afganistán. Segundo, exigir la retirada de Israel de los territorios palestinos ocupados, Tercero, insistir en la concreción incondicional del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Cuarto, advertencia a las compañías españolas de que la diplomacia no está para defender sus intereses cuando expolian a los países pobres. Quinto, Europa lo será cuando eleve todos los derechos de sus habitantes (incluidos los inmigrantes) al nivel más alto, igualitario y no discriminatorio. Sexto, mantener una política de cooperación al desarrollo generosa con África, no supeditada a la compra de líderes africanos que eviten la inmigración con métodos represivosÂ…Insisto. No pretendo agotar todos los temas, sólo enumerar algunos de ellos referidos a las relaciones que más afectan hoy a España con otros estados nacionales y con los organismos internacionales. ¿Quizá razonable pero utópico? Comprendo a los realistas del famoso “es lo que hay”. Sin embargo, la política exterior depende de la voluntad política de sus protagonistas, no de fuerzas tan oscuras como indomables. Hay distintas opciones. ¿Recuerdan? Unos nos metieron en la guerra de agresión contra Irak y otros nos sacaron de allí. Por ejemplo.

Rafael Morales

La penuria de la discusión animó incluso a la presidenta de la Comunidad de Madrid a colocar fuera del escenario parlamentario su granito de arena. Esperanza Aguirre recordó que el día nacional de todos nosotros, aquel 4 de julio fundador de Estados Unidos, resulta un ejemplo de los valores de la libertad y la democracia sobre el que se sustenta Occidente. Acusó al Gobierno español, en ineludible referencia a Irak, de sacar a España “de la primera fila mundial” formada por los criminales de guerra democráticos Bush, Blair y Aznar. Entre lo escuchado en el Congreso y semejantes declaraciones, sobra esperar por el conocimiento detallado de las resoluciones. Ofrecerá, supongo, el mismo olor a trámite intrascendente que el debate parlamentario.En tiempos globalizadores, la política exterior adquiere más importancia que en el pasado. El papel de los organismos internacionales encargados de preservar la paz, también. Sin embargo, entre las propuestas de resolución, estoy casi seguro, no habrá una capaz de colocar la necesaria defensa incondicional de los derechos humanos (políticos, sociales, económicos y culturales) como guía primera e invariable de la política exterior. Una declaración de principios semejante, votada por el Congreso, constituiría una respuesta adecuada a la globalización, que sólo ampara los supuestos derechos del capital a explotar a quien le parezca, independientemente de sus consecuencias sobre personas y países.Una resolución de este tipo implicaría automáticamente otras que de ella se desprenderían. Basta con enumerar algunas de las más gruesas a partir de las relaciones internacionales tal y como aparecen ante nuestros ojos. Primero, trabajar por la salida de las tropas extranjeras de Irak y de las españolas de Afganistán. Segundo, exigir la retirada de Israel de los territorios palestinos ocupados, Tercero, insistir en la concreción incondicional del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Cuarto, advertencia a las compañías españolas de que la diplomacia no está para defender sus intereses cuando expolian a los países pobres. Quinto, Europa lo será cuando eleve todos los derechos de sus habitantes (incluidos los inmigrantes) al nivel más alto, igualitario y no discriminatorio. Sexto, mantener una política de cooperación al desarrollo generosa con África, no supeditada a la compra de líderes africanos que eviten la inmigración con métodos represivosÂ…Insisto. No pretendo agotar todos los temas, sólo enumerar algunos de ellos referidos a las relaciones que más afectan hoy a España con otros estados nacionales y con los organismos internacionales. ¿Quizá razonable pero utópico? Comprendo a los realistas del famoso “es lo que hay”. Sin embargo, la política exterior depende de la voluntad política de sus protagonistas, no de fuerzas tan oscuras como indomables. Hay distintas opciones. ¿Recuerdan? Unos nos metieron en la guerra de agresión contra Irak y otros nos sacaron de allí. Por ejemplo.

Rafael Morales