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Desconexión

La prensa y los medios de allá se ocuparon durante estos días últimos, ante todo, de Pasqual Maragall (a quien ignoro si dedicaron algún comentario de aliento los socialistas reunidos en el congreso archipielágico de este fin de semana). Más allá del drama personal del ex presidente de la Generalitat o por encima de esa tragedia corrosiva que supone el alzheimer, ha emergido de nuevo, valientemente en las circunstancias, un personaje a quien, en este momento especial, toda Catalunya se le ha rendido, sin distinciones ideológicas y con una unanimidad de sentimientos transparente. La gratitud y la admiración consensuadas estaban ahí. Resulta penoso que se hayan revelado a causa de tan tristísimos motivos.

El otro protagonista incontestable, no ya de los titulares, sino de las columnas de opinión de los diarios catalanes, ha sido durante este lapso, Carod Rovira, a cuenta de su intervención en un programa de TVE. Don Joseph Lluis ? en Madrid y en la China- fue “minuto de oro” de la programación esa noche y para todos los comentaristas de su país se convirtió en un héroe, paladín su idioma, por mucho cachondeo y hasta rechazo que produjera en otros opinadores del resto de los medios de la nación. Había fervor sin fisuras en el elogio. Uno ni entra ni sale en la cuestión, pero es del parecer que acaso al señor Carord le asista la razón, aunque se pusiera borde al defenderla. Montones de gente se han empeñado en llamar Iván a sus hijos, un suponer, aunque sin saber ruso: Iván no es más que Juan en tan lejano idioma, pero si a un Ivancito le llamaran Juanito, se cabrearía. Y en cualquier caso, como me dijo un amigo de Girona (nadie dice Londres en London, porque no le entenderían), ¿por qué las señoras que castellanizan las cosas con la excusa de no saber catalán, no llaman Navidad a Nadal, pongamos por caso?...

En fin, que ya está uno aquí y es cosa de re-conectarse.

José H. Chela

La prensa y los medios de allá se ocuparon durante estos días últimos, ante todo, de Pasqual Maragall (a quien ignoro si dedicaron algún comentario de aliento los socialistas reunidos en el congreso archipielágico de este fin de semana). Más allá del drama personal del ex presidente de la Generalitat o por encima de esa tragedia corrosiva que supone el alzheimer, ha emergido de nuevo, valientemente en las circunstancias, un personaje a quien, en este momento especial, toda Catalunya se le ha rendido, sin distinciones ideológicas y con una unanimidad de sentimientos transparente. La gratitud y la admiración consensuadas estaban ahí. Resulta penoso que se hayan revelado a causa de tan tristísimos motivos.

El otro protagonista incontestable, no ya de los titulares, sino de las columnas de opinión de los diarios catalanes, ha sido durante este lapso, Carod Rovira, a cuenta de su intervención en un programa de TVE. Don Joseph Lluis ? en Madrid y en la China- fue “minuto de oro” de la programación esa noche y para todos los comentaristas de su país se convirtió en un héroe, paladín su idioma, por mucho cachondeo y hasta rechazo que produjera en otros opinadores del resto de los medios de la nación. Había fervor sin fisuras en el elogio. Uno ni entra ni sale en la cuestión, pero es del parecer que acaso al señor Carord le asista la razón, aunque se pusiera borde al defenderla. Montones de gente se han empeñado en llamar Iván a sus hijos, un suponer, aunque sin saber ruso: Iván no es más que Juan en tan lejano idioma, pero si a un Ivancito le llamaran Juanito, se cabrearía. Y en cualquier caso, como me dijo un amigo de Girona (nadie dice Londres en London, porque no le entenderían), ¿por qué las señoras que castellanizan las cosas con la excusa de no saber catalán, no llaman Navidad a Nadal, pongamos por caso?...