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El discurso del rey
Se comprende que el rey es listo o tiene buenos asesores. Nos coló la golfada del padre en mitad de la crisis sanitaria del coronavirus un año después de haberse enterado de que su progenitor y antecesor en el cargo lo hubiese nombrado heredero de la fortuna obtenida por sus presuntas fechorías. Confirmadas por la propia Casa Real. El momento elegido en mitad de la crisis no fue casual. A ver si así no nos enteramos y pasan desapercibidas la andanzas, aventuras y desventuras del emérito.
El rey ha tenido tiempo más que suficiente para hacerlo público pero ha esperado a que el Pisuerga pasara por Valladolid para soltarlo. No es moco de pavo que el anterior rey de España aprovechara su cargo de jefe de Estado para hacerse con una comisión de cien millones de euros a cuenta de la construcción del AVE en Arabia Saudí. Es la punta del iceberg. De rey a rey como de oca en oca.
Desaparecido tras varios días de crisis nacional (en internacional) de conoravirus, el rey anunció por fin un discurso. Como se produjo el día después de que nos enteráramos de las cosas de su padre, al que quitó su asignación económica tras renunciar a su herencia, los españoles normales, corrientes y molientes esperábamos un signo de gallardía o un gesto de valentía real (que es la menos real de las valentías) para escenificar el mea culpa ante todos sus súbditos.
Nos equivocamos. El rey solo habló someramente del coronavirus pero nada del virus de la corona. Pronunció un discurso ínfimo, fatuo, previsible e imprescindible. O sea, que si no hubiese comparecido casi hubiese sido mejor y nos evitábamos las alforjas inútiles del viaje a ninguna parte.
El mini discurso estuvo acompañado de tópicos y lugares comunes, de todos venceremos al virus pero no a la corona, de esto nos hará más fuertes y de que tenemos que afrontar muy unidos la pandemia, lo que olió a tirón de orejas a la oposición, que aprovecha sempiternamente las crisis exógenas para arremeter contra el Gobierno. Otra vez el Pisuerga y Valladolid.
Claro que una oposición que comenzó a criticar a este gobierno antes incluso de haber nacido no merece ninguna credibilidad. Sus críticas, incluso las más acertadas, parecen sacadas de una estrategia previa de dar leña al mono hasta que hable inglés, aunque el mono ya sepa previamente idiomas. Luego ocurrirá como en el cuento de Pedro y el lobo, que un día será verdad y se comerá a las ovejas, pero no le creeremos por falsario y teatrero.
Es curioso que los únicos que aplaudieron el discurso real sobre la realidad virtual fueron los líderes de los tres partidos de la derecha nacional. Con Pedro Sánchez siempre son implacables, pero con el monarca ejercen de palmeros aduladores, como si ellos fuesen a heredar la jefatura del Estado. Los mismos que afirman que no hay que criticar al rey, que ocupa el cargo heredado de su padre, son los primeros que ponen a caldo vehementemente al presidente del Gobierno de España, al que hemos elegido democráticamente y no a dedo, como hizo Aznar con Rajoy. Para ellos el presidente del gobierno sí es susceptible de críticas (yo también lo creo) pero no el jefe del Estado (aquí discrepo frontalmente).
Todavía hay fervientes monárquicos que presumen de que el mini discurso del rey fue visto y escuchado por quince millones de españoles, casi el doble que los que lo siguen por navidad. Lo que no dicen es qué coño iban a hacer los 47 millones de españoles si están recluidos en sus casas si no es ver la televisión (el discurso del rey lo dan todas las cadenas) o jugar al parchís. Hasta poco me parecen quince millones. Sobre todo si buena parte de ellos quería escuchar algo más contundente y sólido de la crisis sanitaria, además de una autocrítica humilde de las andanzas de su padre, como echamos de menos en su momento la censura a su cuñado e su propia boca.
Yo también escuché y vi el mini discurso con la esperanza de que el rey tuviera los arrestos de coger al toro por los cuernos, aunque fue frustrante. Yo también estoy en la estadística de la audiencia real, aunque eso no sea algo positivo para el monarca. La expectación se trocó en indignación.
En navidades nunca lo escucho porque ya sé lo que me va a decir. Esta vez esperaba algo diferente pero mi gozo en un pozo. El rey se comporta como el mejor republicano. Es muy posible que el coronavirus acabe en España con el virus de la corona.
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