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Educación para la Ciudadanía

Luego llegó el instituto. Entré en el instituto Tomás Morales el mismo mes que Felipe González entró en la Moncloa. España había votado por el cambio, pero los curas no cambiaban, seguían con sus sotanas impartiendo doctrina en los centros públicos de enseñanza. En primero de bachillerato recibíamos la asignatura de Religión. Las clases de religión, en un instituto público, eran unos auténticos mítines políticos contra el partido que acababa de ganar las elecciones con mayoría absoluta. Recuerdo al sacerdote dándonos lecciones de su concepto de la democracia: “Es verdad que el PSOE ganó las elecciones por mayoría absoluta. Es verdad que en su programa electoral prometieron la despenalización del aborto. Pero 10 millones de personas diciendo un disparate no es otra cosa que un disparate dicho por 10 millones de personas. El aborto sigue siendo un crimen contra unos inocentes”.

En segundo de BUP me enteré que podía elegir entre Religión y Ética. Decidí renunciar a los mítines de aquel señor con sotana y elegí Ética. Tuve compañeros que prefirieron seguir con Religión, tenían sus argumentos: “siempre apruebas, sólo tienes que ir a clase a escuchar el rollo del cura.” Elegí Ética y no me arrepentí, no me hablaron de fetos quemados en Inglaterra y de teorías sobre la democracia y los disparates. En Ética me mandaban a leer libros José Luis Aranguren, en clase debatíamos sobre derechos humanos y sobre la situación de los países africanos. No había una verdad única.

Cuento todo esto para decir que aunque una buena parte de mi educación la recibí en democracia, los únicos dogmas que recibí vinieron de los curas. Los únicos intentos de dirigir mi conciencia fueron realizados por los profesores con sotana. Por eso cuando uno ve a esta gente pidiendo objeción de conciencia para que sus hijos no sean dirigidos por el Estado, cuando uno ve que después de la sentencia del Tribunal Supremo dicen que seguirán sin mandar a sus hijos al colegio a la hora de dar una asignatura parecida a la que yo recibí hace 26 años y que se está dando en España por decisión del Consejo Europeo, donde están representados gobiernos de todos los colores políticos, cuando escucho que esperarán por el Tribunal Constitucional, y después por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y que están dispuestos a acudir a la ONU. Cuando uno escucha a esta gente que brama contra una sentencia judicial vuelve a aquellos tiempos de las sotanas en la escuela.

Cuando escucha toda esta rebeldía pienso en aquel cura que nos asustaba hablándonos del olor de la carne de niño quemado y tengo la impresión de que algunos no quieren salir de las cavernas. Su inseguridad les lleva a depender de dogmas. Quieren que sigan las sotanas en los colegios, y que las paguemos todos. Quieren que los niñitos salgan del colegio renegando de Darwin y creyendo que todo empezó con Adán y Eva, que la maldición del hombre comenzó cuando aquel cacho de costilla convertido en mujer le ofreció una la manzana. En fin, por qué no renuncian a frenar el carro de la historia, de la ciencia, de los derechos humanos. Y yo me pregunto: si no están dispuestos a aceptar que Franco se murió y por tanto se les acabó el monopolio de la verdad impuesta con curas y garrote vil, si ya estamos en el siglo XXI, si teniendo el apoyo de medios de comunicación con millones de oyentes y telespectadores y, sin embargo, sólo han objetado a Educación para la Ciudadanía 6700 estudiantes (y muchos inducidos por sus padres)... Si no logran convencer ni a los suyos. ¿Por qué no asumen su fracaso y se van al infierno ( o a vivir al Vaticano) y nos dejan en paz?

Juan García Luján

Luego llegó el instituto. Entré en el instituto Tomás Morales el mismo mes que Felipe González entró en la Moncloa. España había votado por el cambio, pero los curas no cambiaban, seguían con sus sotanas impartiendo doctrina en los centros públicos de enseñanza. En primero de bachillerato recibíamos la asignatura de Religión. Las clases de religión, en un instituto público, eran unos auténticos mítines políticos contra el partido que acababa de ganar las elecciones con mayoría absoluta. Recuerdo al sacerdote dándonos lecciones de su concepto de la democracia: “Es verdad que el PSOE ganó las elecciones por mayoría absoluta. Es verdad que en su programa electoral prometieron la despenalización del aborto. Pero 10 millones de personas diciendo un disparate no es otra cosa que un disparate dicho por 10 millones de personas. El aborto sigue siendo un crimen contra unos inocentes”.

En segundo de BUP me enteré que podía elegir entre Religión y Ética. Decidí renunciar a los mítines de aquel señor con sotana y elegí Ética. Tuve compañeros que prefirieron seguir con Religión, tenían sus argumentos: “siempre apruebas, sólo tienes que ir a clase a escuchar el rollo del cura.” Elegí Ética y no me arrepentí, no me hablaron de fetos quemados en Inglaterra y de teorías sobre la democracia y los disparates. En Ética me mandaban a leer libros José Luis Aranguren, en clase debatíamos sobre derechos humanos y sobre la situación de los países africanos. No había una verdad única.