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El endémico voto 31. Reforma electoral ya.

En 1991 de nuevo aparecía el voto 31, que esta vez impedía la reelección del pacto en cuestión, el pacto CDS-PP-AIC-AHI. Victoriano Ríos se presentaba a la Mesa del Parlamento de Canarias en su condición de aspirante a presidirla, pero el pacto sumaba 30 diputados, y necesitaba uno más para alcanzar la mayoría y ser reeditado. Y se miró a la insularista Asamblea Majorera. Los contactos aquella mañana se sucedieron reiteradamente entre los insularistas de ATI y de Asamblea Majorera, pero al final los majoreros se cerraban en banda, y pese a la existencia de las insularista AIC como socios del pacto que aspiraba a ser reelegido, “pesaba más” el ideologismo izquierdista de la formación majorera. Digo lo de que “pesaba más” entrecomilladamente, porque Asamblea Majorera-Coalición Canaria ha formado parte desde 1997 de los pactos sucesivos firmados en Canarias con el Partido Popular. Y en tan sólo seis años no se deja de ser de izquierdas. Otras razones pesarían?

La llegada de Manuel Hermoso y el insularismo de Coalición Canaria al Gobierno autonómico fue digna de un drama de suspense. Dado que la operación se realizaba con 31 votos raspados, la presencia de todos los diputados involucrados resultaba determinante: ATI-AIC-ICAN(de José Carlos Mauricio, símbolo del comunismo español durante la transición democrática)-Asamblea Majorera, el PIL del detenido Dimas Martín y los herreños de Tomás Padrón. La ideología no importaba. Pero la noche anterior a la votación a dos de ellos, a Honorio García Bravo y Antonio Cabrera, ambos del PIL, no se les encontraba por ninguna parte. Sobre su reaparición existe una leyenda urbana madrileña que habla incluso de métodos poco éticos en su convencimiento. Y esto no fue todo. El voto de Dimas Martín también resultaba imprescindible y el conejero estaba a la espera de recibir la notificación de una ejecución de sentencia que nunca llegó al Parlamento y que le hubiera impedido votar, por inhabilitación judicial. Ese gobierno de 31 sigue “mandando” 17 años después, pero con tan sólo 17 de los 31 diputados con los que nació en 1993. A pesar de lo entrópico del sistema electoral canario, el desgaste legitimador es una realidad matemática.

En el caso Tindaya, la montaña majorera que el Gobierno de Canarias y el escultor vasco Chillida quisieron horadar en Fuerteventura “vejando” el suelo “sagrado” aborigen de los majos, es otro ejemplo del voto 31 en el Parlamento de Canarias; y de lo funesto del sistema electoral autonómico que lo origina y deja fuera del Parlamento casi el 20% del voto de los ciudadanos canarios. La herencia del caso Tindaya también está vinculada en cierta forma al voto 31, herencia que ha obligado al Gobierno de Canarias a tener que indemnizar judicialmente con más de 90 millones de euros por un proyecto “aún” no hecho. En 2000, siendo Presidente autonómico Román Rodríguez, el Parlamento de Canarias constituyó, otra vez por unanimidad, una comisión de investigación para depurar responsabilidades políticas en el proyecto. El polémico dictamen de la comisión de investigación exigía responsabilidades a todo el Gobierno canario de Manuel Hermoso de 1995 a 1999. Coalición Canaria (CC) y la Agrupación Herreña de Independientes (AHI) presentaron sendos votos particulares en los que mostraban su oposición a las conclusiones por la ausencia de pruebas. El Pleno del Parlamento desechó finalmente el dictamen al producirse un empate a 30 votos que no pudo desbloquearse. Los 24 escaños de CC más los dos diputados de la AHI, junto a cuatro votos disidentes del PP, hicieron frente a los otros 30 votos favorables al dictamen del PSC y el PP. ¿Dónde estaba esta vez el necesario voto 31? ¡Qué triste es que la legitimidad democrática, en uno o en otro sentido, dependa en el Parlamento autonómico de Canarias de un solo voto, y no de la voluntad soberana del pueblo que elige democráticamente a sus representantes!

Mientras que no se establezca un Parlamento auténticamente bicameral, en el que la Cámara Baja fuese elegida por 60 diputados en circunscripción regional única, y la Cámara Alta fuese la suma de los Consejeros de los Cabildos en cumplimiento del régimen jurídico canario de administraciones públicas, que configura a los Cabildos como instituciones de la Comunidad Autónoma, superando la triple paridad del Estatuto de 1982, vigente en su reforma de 1996, no se superará esta situación sinérgicamente entrópica. Mientras el voto en blanco y la abstención no encuentren reflejo en los órganos electos, dejando vacíos sus escaños y asientos en reflejo del mismo.

Mientras los falsos equilibrios de territorios no se vean sustituidos por el auténtico dogma democrático “un ciudadano, un voto”, amparado en el sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, aún quedará mucho por construir en estas, aún quedará mucho por hacer, por consolidar en las islas la verdadera democracia representativa y plenamente participativa deseable. Esperemos que el cambio del sistema electoral canario en la próxima legislatura sea ya un paso efectivo e irrenunciable. Siempre que se haga en un sentido que fomente la pluralidad de nuestra sociedad.

José Carlos Gil Marín

En 1991 de nuevo aparecía el voto 31, que esta vez impedía la reelección del pacto en cuestión, el pacto CDS-PP-AIC-AHI. Victoriano Ríos se presentaba a la Mesa del Parlamento de Canarias en su condición de aspirante a presidirla, pero el pacto sumaba 30 diputados, y necesitaba uno más para alcanzar la mayoría y ser reeditado. Y se miró a la insularista Asamblea Majorera. Los contactos aquella mañana se sucedieron reiteradamente entre los insularistas de ATI y de Asamblea Majorera, pero al final los majoreros se cerraban en banda, y pese a la existencia de las insularista AIC como socios del pacto que aspiraba a ser reelegido, “pesaba más” el ideologismo izquierdista de la formación majorera. Digo lo de que “pesaba más” entrecomilladamente, porque Asamblea Majorera-Coalición Canaria ha formado parte desde 1997 de los pactos sucesivos firmados en Canarias con el Partido Popular. Y en tan sólo seis años no se deja de ser de izquierdas. Otras razones pesarían?

La llegada de Manuel Hermoso y el insularismo de Coalición Canaria al Gobierno autonómico fue digna de un drama de suspense. Dado que la operación se realizaba con 31 votos raspados, la presencia de todos los diputados involucrados resultaba determinante: ATI-AIC-ICAN(de José Carlos Mauricio, símbolo del comunismo español durante la transición democrática)-Asamblea Majorera, el PIL del detenido Dimas Martín y los herreños de Tomás Padrón. La ideología no importaba. Pero la noche anterior a la votación a dos de ellos, a Honorio García Bravo y Antonio Cabrera, ambos del PIL, no se les encontraba por ninguna parte. Sobre su reaparición existe una leyenda urbana madrileña que habla incluso de métodos poco éticos en su convencimiento. Y esto no fue todo. El voto de Dimas Martín también resultaba imprescindible y el conejero estaba a la espera de recibir la notificación de una ejecución de sentencia que nunca llegó al Parlamento y que le hubiera impedido votar, por inhabilitación judicial. Ese gobierno de 31 sigue “mandando” 17 años después, pero con tan sólo 17 de los 31 diputados con los que nació en 1993. A pesar de lo entrópico del sistema electoral canario, el desgaste legitimador es una realidad matemática.