La excusa perfecta
Se veía venir. El Parlamento de Canarias no va a ser capaz de cumplir con otro de los mandatos del Estatuto de Autonomía: Que haya ley electoral antes de noviembre de este año, tres años después de su aprobación, en la que se rompió con la triple paridad al añadir un diputado más a Fuerteventura, crear la lista autonómica de 9 escaños y bajar las barreras electorales.
Se constata el nulo interés que hay en resolver este asunto, como tantos otros (el traspaso de nuevas competencias o el blindaje del REF). Parece que la ilusión de la reforma del sistema electoral era en realidad ganas de sacar provecho partidista. El único objetivo era sacar del poder a CC.
En realidad, no era una cuestión de democracia, porque ni la lista autonómica, con esos 9 escaños, mejora la desigualdad del voto, ni la bajada de las barreras ha dado entrada a formaciones que se hubieran quedado fuera con las anteriores.
La reforma del sistema electoral se debe democratizar con esa ley -la que no se quiere aprobar ahora-, que no solo debe dar estabilidad al modelo con una distribución de escaños que supere la transitoriedad que dura ya casi 40 años, sino que aumente considerablemente los escaños de extracción archipelágica y obligue a quien quiera ser candidato a Presidente de Canarias se presente por dicha lista.
Pero la reforma del sistema electoral no es solo una cuestión de democracia: También lo es de canarismo.
Haber roto con la triple paridad debió haber tenido como consecuencia lograr un nuevo equilibrio entre población y territorio que no se consigue únicamente con la lista autonómica de esos 9 nuevos escaños. Esa medida es del siglo pasado –de principios de los años 80- y no creo que sea la solución que se requiere.
Quienes tenemos una visión archipelágica de Canarias y abogamos por fortalecer su autogobierno creemos que es imprescindible mantener una presencia importante de las islas en la toma de decisiones. Canarias no se va a poder construir desequilibrando a las islas más frágiles en su representatividad. Es un argumento excesivamente ingenuo y simplón –por no decir que engañoso e interesado- sostener que las desventajas (derivadas de la doble insularidad) de las islas no capitalinas se corrigen legislativa y presupuestariamente.
La prueba de que ello es precisamente lo que está pasado con el REF: pese a tener expresa previsión constitucional, estatutaria y legal, muchas medidas legislativas y presupuestarias de nuestro acervo histórico están siendo ignoradas tanto por las Cortes Generales como por el Gobierno español. Y se han quedado tan frescos. No, la verdadera garantía del equilibrio se consigue teniendo presencia en el foro en el que se toman las decisiones: en el Parlamento.
Si las islas no capitalinas han venido gozando hasta 2019 de un considerable poder por los efectos de la triple paridad (porque teniendo el 17% de la población eligen al 50% del Parlamento) ahora, por mucho que la hayamos superado -sin que se acabara el mundo-, es difícil que se vaya a aceptar por las buenas perder esa influencia sin que al menos se explore otro sistema que logre un nuevo equilibrio a través del que mantener una presencia significativa en el Parlamento de Canarias.
Y ese sistema existe, es el bicameral, propio de los modelos federales, a partir del cual sería posible construir Canarias sobre un nuevo equilibrio entre los factores poblacional y territorial sin que ninguno aparezca infra representado frente al otro, sistema que puede tener la virtud de conjugar las aspiraciones tanto de quienes reivindican la igualdad de voto entre todos los ciudadanos canarios con independencia de la isla de residencia (a través de la cámara poblacional) como de aquellos otros que quieren mantener la representación, en términos de equilibrio, de cada Isla (con la cámara territorial donde cada una tenga la misma presencia).
No hay espacio para exponer el modelo detalladamente. Solo quiero destacar que es un sistema relativamente sencillo, donde ambas cámaras -y, por ende, ambas representatividades, la archipelágica y la insular, cuyo embrión lo tenemos en la actual Comisión de Cabildos, a la que habría que dar más competencias- van a participar en las decisiones normativas y presupuestarias y que no implica ni más gasto público, ni la creación de nuevos cargos políticos -los miembros de esta segunda cámara serían consejeros de cabildos-. Está explicado prolijamente en este enlace, por si alguien está interesado en conocerlo en profundidad.
La reforma estatutaria del sistema electoral ha sido una reforma fallida. Dadas sus carencias, sería preferible volver a reformar el Estatuto que quedarnos como estamos, porque la dificultad es la misma: mayoría de dos tercios del Parlamento de Canarias, sin que sea necesaria en la reforma estatutaria más que la ratificación de las Cortes.
Termino insistiendo en que, dependiendo del nuevo sistema electoral que escojamos, nos jugamos la consolidación de Canarias como país. Insisto, no es solo una cuestión de calidad democrática, también lo es de mejora del autogobierno, cuya consolidación depende precisamente de la capacidad colectiva para consensuar ese justo equilibrio entre Isla y Archipiélago.
Me temo que la mayoría, con la excusa de la pandemia, va a ignorar todo eso… Por ello, también en este tema, la solución es abogar por profundizar en democracia, pero también en el canarismo…
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