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Opinión - La fiesta acaba de empezar. Por Esther Palomera
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Las FARC cumplieron con su palabra

Rafael Morales / Rafael Morales

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Sin necesidad de exagerar, la liberación unilateral de Clara, Consuelo y el niño Emmanuel representa un paso adelante para avanzar en el canje de prisioneros políticos por rehenes. Justo en el 60 aniversario del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, pistoletazo de salida de una guerra civil que, con altibajos, todavía forma parte de la realidad colombiana aunque algunos cierren los ojos. En palabras de la senadora Piedad Córdoba, facilitadora de la misión humanitaria, “los colombianos no podemos seguir trasegando como si el conflicto no existiera. Debemos pasar de la resignación a la esperanza”.

La senadora realizó otras aportaciones de interés. Señaló la rectificación positiva del ministro Araujo, quien hace unos días había descartado la posibilidad de nuevas comisiones humanitarias internacionales. Destacó como decisiva de ahora en adelante precisamente el papel de varios países latinoamericanos en esta tarea que debe continuar, y solicitó al gobierno de Uribe la libertad para los mensajeros retenidos en cárceles colombianas que fueron detenidos cuando intentaban hacer llegar pruebas sobre la vida de los rehenes a los mediadores. Algo más. Piedad Córdoba se pronunció por “el fin de la industria del secuestro” y por la creación de organismos en todas las regiones y departamentos de Colombia desde donde nazcan pronunciamientos masivos a favor del canje humanitario.

La esperanza puede ir más allá, es decir rumbo a la negociación entre Bogotá y las FARC para acabar con el conflicto armado. Las dificultades serán enormes. Uribe basa el éxito de su política en la imposible liquidación de la guerrilla por la vía armada, al tiempo que esconde las tropelías de las bandas paramilitares que provocaron el desplazamiento interno de millones de colombianos y el robo camuflado de sus tierras. Debe tenerse en cuenta que el ejército vive de las subvenciones gringas y está sometido a las directrices “antiterroristas” de Washington. Súmese la oligarquía local y los inversores extranjeros, dispuestos a coexistir como siempre con el conflicto puesto que los negocios van por el buen camino neoliberal y los líderes sindicales están muertos, maniatados o con sus derechos reducidos al mínimo. Por su parte, las FARC temen (y con buenas razones si nos atenemos a los precedentes) que sus miembros serán liquidados en cuanto entreguen las armas. Liberar tres secuestrados sin contrapartidas inmediatas significa mucho. Nuevas iniciativas de la guerrilla que muestren voluntad de paz obtendrían una gran acogida dentro y fuera del país.

Al margen de lo que deparará el futuro, hoy es un gran día. Hay que imaginarse la alegría de las liberadas y sus familiares tras años de sufrimiento, el nuevo impulso tanto para las expectativas de quienes permanecen secuestrados como para los presos políticos en manos de las autoridades colombianas. Me gustaría compartir esta fiesta enviando un saludo a Consuelo González, a Clara Rojas y a sus allegados, y mi reconocimiento a quienes hicieron posible que este hermoso día viera la luz.

Rafael Morales

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