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La fascinante vida del inspector Trujillo

Retrato de José Trujillo. Los criminales de Cuba.
29 de diciembre de 2024 14:12 h

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Aprovechado que este año se conmemora el Bicentenario de la Policía Nacional, parece el momento idóneo para recordar a uno de los agentes más destacados con los que ha contado el cuerpo. 

Años antes de que la pluma de Conan Doyle creara a Sherlock Holmes, existió un policía de carne y hueso cuyas habilidades parecían adelantarse a las del legendario detective británico. Era español y se llamaba José Trujillo Monagas.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1841, a los 16 años ya ejercía como practicante en el hospital de dicha ciudad. En 1860 fue destinado al hospital militar de Trinidad (Cuba). Un año después fue enviado a la vecina República Dominicana, donde pronto estallaría el conflicto conocido como la Guerra de Santo Domingo. 

Allí experimentó en sus carnes la dureza de la contienda, entrando en combate en más de una ocasión. En 1863 fue capturado por el enemigo, que le condenó a muerte e incluso llegó a “abrir su sepultura”. Finalmente, tras un duro cautiverio de casi dos años, fue liberado al ser canjeado por otros prisioneros de guerra.  

Sus superiores militares dijeron de él que “dio pruebas incontestables de valor, patriotismo, humanidad y abnegación, pues por salvar la vida de gran número de nuestros soldados heridos, expuso la suya”. Prueba de ello es que fue condecorado con la Medalla de Sufrimiento por la Patria. 

Actividad inagotable

Tras la retirada española de tierras dominicanas, Trujillo regresó a la Perla de las Antillas, donde, en 1866, ingresó en el Cuerpo de Policía.  

Desde sus inicios se mostró muy activo, protagonizando numerosas investigaciones y detenciones, tan es así que serían necesarios varios artículos para exponerlas todas. Prueba de ello es que cuando, en 1882, salió a la luz el libro titulado “Los criminales de Cuba y don José Trujillo”, se precisaron más de cuatrocientas páginas para enumerar y describir sus intervenciones. Para entonces, ya sumaba decenas de importantes casos esclarecidos por toda la isla y unas 1.500 detenciones.

Aquella Cuba sufría, entre otros fenómenos, la lacra del bandolerismo, el conflicto independentista y la delincuencia organizada. En todos estos frentes actuó Trujillo. 

Así, en 1874 dirigió un dispositivo para atrapar al famoso bandolero Antonio Díaz, quien, entre otros crímenes, había asesinado a dos policías y atentado contra el capitán general de la isla. Al ser localizado, Díaz opuso gran resistencia, disparando contra los agentes mientras huía por los tejados y, una vez que se quedó sin munición, hizo uso de un puñal, hiriendo a uno de ellos. Trujillo, siempre en primera línea, disparó su arma reglamentaria, abatiendo al criminal. A lo largo de los años, Trujillo sobrevivió a varios tiroteos con delincuentes.

El creciente independentismo cubano fue combatido por las tropas desplegadas en la isla. Pero la Policía también participó en esa tarea, si bien lo hizo mediante la captación de información. Ahí fue donde Trujillo desempeñó algunos importantes cometidos por encargo del gobierno. Sus investigaciones permitieron localizar a líderes secesionistas, sus lugares de reunión y desbaratar algunos de sus planes.

En lo referente a sus acciones contra la delincuencia organizada, el grancanario destacó por tener una gran red de confidentes en la isla, lo que le permitía estar al corriente de todo lo que ocurría en las calles. Sobresalió especialmente en su lucha contra los falsificadores de moneda, dirigiendo complejos operativos en los que se realizaban vigilancias, registros en viviendas (interviniendo los billetes falsos y el instrumental necesario para su fabricación), así como apresando a los implicados. Por ello, fue nombrado inspector especial del Banco Español de Cuba.

Como consecuencia de su sobresaliente trabajo, desde pronto recibió numerosos reconocimientos. Éstos le llegaron desde diversos lugares, primeramente, desde el propio Cuerpo de Policía de la isla, cuyo jefe superior remarcó: “he tenido funcionarios celosos y dignos, pero ninguno ha llegado a la altura que el referido D. José Trujillo”. Por su parte, el gobernador civil destacó su “celo, inteligencia y abnegación”.

Igualmente, su labor fue reconocida desde la prensa, que decía de él que era “uno de los funcionarios públicos a quien más le debe esta sociedad” y le describía como “el terror de toda clase de malhechores”.

La prensa cubana, peninsular e, incluso, estadounidense, informaron de algunas de sus intervenciones más destacadas. Por descontado, lo mismo ocurrió con los periódicos canarios, que se referían cariñosamente a él como “nuestro activo paisano” o “distinguido hijo de Las Palmas”.

Ahora bien, también hubo quienes criticaron su labor, y durante su vida debió enfrentarse a diversos enemigos, algunos poderosos, que trataron de apartarlo del cargo en varias ocasiones. De hecho, Trujillo llegó a ser detenido y encarcelado acusado de irregularidades, si bien, posteriormente, fue absuelto por los tribunales. 

Ilustre canario

Además de su carrera policial, nuestro protagonista desarrolló otras inquietudes. Se licenció en derecho en la Universidad de La Habana, lo cual le permitió ejercer como abogado y fiscal. Asimismo, cultivó su faceta como escritor, redactando poesías y siendo socio de mérito del Gabinete literario de Gran Canaria. Ahora bien, su mayor aportación fue redactar uno de los primeros estudios antropológicos de los ñáñigos (una sociedad secreta afrocubana), el cual aún continúa siendo un referente en la materia.

Pese a la distancia, Trujillo nunca se olvidó de sus orígenes y mantuvo lazos con la tierra que le vio nacer. Durante años formó parte de las juntas directivas del Centro canario de La Habana y de la Asociación canaria de beneficencia y protección agrícola. Esta última se dedicaba a ayudar a los emigrantes canarios que llegaban a la isla caribeña, facilitándoles alojamiento, manutención y trabajo. 

Sabemos que sus servicios en la Policía continuaron hasta el final de la presencia española en Cuba, tras lo cual permaneció con su familia en la isla, donde falleció en 1922.

Seguramente, estemos ante el policía canario más destacado de toda la historia y, sobre todo, ante un ejemplo de servidor público. Parecería razonable que el recuerdo de este ilustre personaje no se borrara y su ciudad natal barajara dedicarle algún espacio como homenaje. Con ello, el callejero grancanario se vería, sin duda, enriquecido y se saldaría un reconocimiento más que merecido.   

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