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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

¡Fusilen a Ángel Sala!

Y propongo que lo hagan en la céntrica plaza de Cataluña, al mediodía y retransmitido por Libertad Digital Televisión, Intereconomía TV y los micrófonos de la COPE, mientras se levantan los brazos y se entona el “cara al sol” que tan buenos recuerdos le trae a muchos ciudadanos “de bien” de nuestro país.

Además, propongo que, a partir de ahora, se vuelva a instaurar la censura y una suerte de Tribunal del Santo Oficio del siglo XXI, responsable de acabar con la Babilonia Moral que actualmente se vive en nuestro país. Entre sus principales cometidos, estaría el velar por la salud moral y mental de los habitantes del país y evitar que una película como A Serbian Film, cinta que fomenta, propaga y anima a la pornografía infantil, los abusos a los menores y la pederastia se pudiera, siquiera, anunciar.

¿Quiénes somos los vulgares ciudadanos para poder elegir, libremente, lo que queremos o no queremos ver? ¡Nadie! No somos nadie sin que un preclaro líder mesiánico nos ilumine con su luz de la clarividencia, sin la cual, somos torpes ovejas alejadas del rebaño.

Ya está bien de tanta insensatez, de tanto exceso, de tanto desafío a la autoridad. Hay que volver a los tiempos en los que nunca pasaba nada y, si pasaba, se solucionaba, “de puertas para dentro”.

¿Dónde se ha visto que un programador cultural pueda programar lo que le venga en gana, sin que la autoridad competente, sobre todo la eclesiástica, nos de su beneplácito? ¿Se imaginan si el caudillo de España, “por la gracia de dios” levantara la cabeza? ¿Qué pensaría de nuestro país?

No, lo digo y lo vuelvo a repetir. Hay que fusilar a Ángel Sala para dar ejemplo y enseñar a todos los que piensan como él que esta situación se ha vuelto insostenible y que los españoles no tenemos criterio suficiente, a pesar de ser mayores de edad, para ver una película tan nociva y punible como la rodada por Sr?an Spasojevi?.

Tal y como están las cosas, la única solución es dictar leyes que eviten que los librepensadores lleguen, siquiera, a trabajar en un puesto de responsabilidad. De no hacerlo, el caso de A Serbian Film se volverá a repetir y sus nefastas influencias volverán a contaminar el espíritu de los niños mayores de 18 que pudieran acudir a la proyección.

Y es que, si lo piensan bien, el caso de Ángel Sala, ejemplifica muy bien lo que está ocurriendo en nuestro país, el cual vive sumido en un caos por muchos y variados asuntos. Primero están quienes pretenden revisar la historia, aquella escrita por los vencedores de la Guerra Ci... perdón, de la Gloriosa Cruzada de Liberación, los cuales desafiaron al poder legítimamente elegido para salvar al país de si mismo. Con las cosas “atadas y bien atadas” por los historiadores, ahora, unos cuantos indocumentados, están empeñados en saber dónde reposan los restos de sus seres queridos. Mejor se estuvieran callados y así evitarían que sus vecinos y amigos se enteraran de que sus padres, tíos, abuelos y hermanos fueron unos “rojos” pagados con el oro de Moscú y que empuñaron las armas para acabar con la unidad de España y no para defenderla de un golpe de estado fascista y sanguinario.

Luego están quienes se empeñan en perseguir a políticos honorables, aquellos que se pagan sus compras y gastos “en metálico” y que lo único que hacen es favorecer a sus amigos, como hacemos todos. ¿A quién se le ocurre señalar con el dedo a quienes solamente perpetúan las buenas costumbres, las de toda la vida, aceptadas como lo más normal del mundo? Estaría bueno que uno no pudiera tener amigos, recibir regalos y devolver tales atenciones con contratos multimillonarios. Siempre ha sido así y las cosas no tienen por qué cambiar.

Sin embargo, los más osados de todos son aquellos que se han atrevido a levantar la voz en contra de la Iglesia y su política de ocultar los miles de casos de abusos a menores, cometidos por miembros del clero. ¡Vaya tergiversación de los hechos y vaya muestra de que el demonio gana terreno en nuestra sociedad! Nadie en su sano juicio debería creer las mentiras que estos adultos, niños entonces, se empeñan en verter por sus bocas. Toda persona de bien sabe que esas cosas no pueden suceder en el seno de la Iglesia, ¡dios nos libre!... aunque siempre puede haber una oveja descarriada, porque, ya se sabe, que la carne puede ser débil.

Ante tan desolador panorama, arremeter contra Ángel Sala se me antoja de lo más sensato, queriendo dar ese ejemplo que deje bien claro que las cosas no han cambiado tanto, en estos 35 años y que España debería volver a ser la Reserva Espiritual de Occidente. Con su muerte, todos aprenderíamos una lección que nos costaría olvidar, tal y como hiciera antaño la sanguina... perdón, la Santa Inquisición, quemando, lapidando, cercenando las cabezas de todos aquellos que se atrevían a pensar de una manera distinta a la dictada por una escrituras, solamente “sagradas” para ellos.

Dicho todo esto, tengo que admitir que, si pensara como quienes han promovido la denuncia contra Ángel Sala, mi vida sería mucho más sencilla, relajada y, por añadidura, mediocre. No tendría ninguna necesidad de cuestionarme nada y con apoyar, de tanto en tanto, algaradas como la que se ha montado alrededor de la proyección de una película tan oscura, desagradable y, a ratos, aburrida, como lo es A Serbian Film, mi vida estaría resuelta. ¿Acaso ser librepensante te ayuda a llevar una vida tranquila? No, rotundamente no, aunque no me imagino comportarme como un borrego sin la más mínima capacidad de decisión, siempre manipulado por quienes se consideran, así mismos, como los valedores de mi postrera salvación en la otra vida.

Para ellos, TODOS los que acudimos al Festival de Sitges somos unos degenerados, pecadores y vaya usted a saber qué más cosas y no unas personas que decidimos, merced a nuestro libre albedrío, ir a ver determinadas películas, antes que otras. Además, nosotros sí sabemos que lo que vemos en las pantallas es ficción, la cual no nada tiene que ver con la realidad de los miles y miles de niños que fueron abusados en la soledad y la oscuridad de miles de confesionarios, esparcidos por la geografía mundial.

Hay que ser muy cínico para ponerse a tirar piedras sobre una persona como Ángel Sala, como si TODOS los que lo hacen estuvieran libres de pecado. Qué fácil es buscar la paja en el ojo ajeno, y no querer ver la viga en el propio. Nuestro país sigue siendo un país de fariseos, de abrazafarolas, de corre-ve y diles sin mayor mérito que apuntarse a un linchamiento artificial como al que pretenden someter a Ángel Sala para sacar algún provecho. Y luego están quienes promueven estas cosas, sin dar siquiera la cara, sabedores de que su posición social les evitará cualquier problema.

La suma de todos estos factores da como resultado que Ángel Sala se enfrente a una pena de cárcel por un delito tipificado en el artículo 189. 7 del código penal español, mientras toda una legión de corruptos y caraduras se ríen de la ciudadanía merced al cargo que ostentan.

Me gustaría pensar que todo esto no es sino una de las muchas perretas mediáticas montadas por quienes se resisten a aceptar que viven en otra época y que ya no tienen la impronta de antes. No obstante, mucho me temo que, de por ellos, fusilarían tanto a Ángel Sala como a mi, al desafiar aquello que ellos consideran sagrado y que yo detesto por todo lo que significa. Veremos si, al final, son tan capaces de tirar la piedra, sin “esconder la mano” para variar

Mientras los que han comenzado todo esto se aclaran, sirvan estas palabras para apoyar a Ángel Sala y, de paso, para condenar actitudes que nos recuerdan un tiempo pasado QUE NO FUE MEJOR, por mucho que algunos se empeñen en demostrarlo.

Eduardo Serradilla Sanchis

Y propongo que lo hagan en la céntrica plaza de Cataluña, al mediodía y retransmitido por Libertad Digital Televisión, Intereconomía TV y los micrófonos de la COPE, mientras se levantan los brazos y se entona el “cara al sol” que tan buenos recuerdos le trae a muchos ciudadanos “de bien” de nuestro país.

Además, propongo que, a partir de ahora, se vuelva a instaurar la censura y una suerte de Tribunal del Santo Oficio del siglo XXI, responsable de acabar con la Babilonia Moral que actualmente se vive en nuestro país. Entre sus principales cometidos, estaría el velar por la salud moral y mental de los habitantes del país y evitar que una película como A Serbian Film, cinta que fomenta, propaga y anima a la pornografía infantil, los abusos a los menores y la pederastia se pudiera, siquiera, anunciar.