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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

La gran bronca por Editorial

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Porque si Emilio Mayoral, el presidente saliente, hubiese levantado las alfombras que dejó José Manuel Arnaiz, el protegido de Soria, el ex presidente estaría en estos momentos a medio camino entre los juzgados y El Salto del Negro, con su mentor con el rabo entre las piernas.El ciudadano quiere que el puerto funcione y que el presidente sea el mejor hombre o mujer a disposición de la democracia en Canarias para tal tarea. Soria es un enfermo político preocupado del protocolo y de las sandeces que sólo importan a un ser acomplejado desde su niñez.Emilio Mayoral ha hecho bien controlando avant la lettre los nombramientos futuros, porque de otra manera Teresa Cruz, la mujer de Larry Álvarez, y Chema Hernandez, el que fuera director con Arnaiz, volverían a hacer de la Autoridad Portuaria un feudo para las tropelías.Sánchez Simón, el presidente entrante, se apresta a pasar a la historia como un tonto inútil, cómplice de amaños permanentes, que él mismo, como funcionario de carrera que es, debe saber identificar en todo momento.Mientras tanto, todo baila a ritmo de un ballet pensado en una sociedad donde hay más pobres de la cuenta, con un Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria a golpe de ocurrencia diaria, y con un jefe de la oposición, López Aguilar, auténtico ganador las últimas elecciones, al cual la mejor idea que se le ha ocurrido desde entonces es dejarse la barba.

Porque si Emilio Mayoral, el presidente saliente, hubiese levantado las alfombras que dejó José Manuel Arnaiz, el protegido de Soria, el ex presidente estaría en estos momentos a medio camino entre los juzgados y El Salto del Negro, con su mentor con el rabo entre las piernas.El ciudadano quiere que el puerto funcione y que el presidente sea el mejor hombre o mujer a disposición de la democracia en Canarias para tal tarea. Soria es un enfermo político preocupado del protocolo y de las sandeces que sólo importan a un ser acomplejado desde su niñez.Emilio Mayoral ha hecho bien controlando avant la lettre los nombramientos futuros, porque de otra manera Teresa Cruz, la mujer de Larry Álvarez, y Chema Hernandez, el que fuera director con Arnaiz, volverían a hacer de la Autoridad Portuaria un feudo para las tropelías.Sánchez Simón, el presidente entrante, se apresta a pasar a la historia como un tonto inútil, cómplice de amaños permanentes, que él mismo, como funcionario de carrera que es, debe saber identificar en todo momento.Mientras tanto, todo baila a ritmo de un ballet pensado en una sociedad donde hay más pobres de la cuenta, con un Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria a golpe de ocurrencia diaria, y con un jefe de la oposición, López Aguilar, auténtico ganador las últimas elecciones, al cual la mejor idea que se le ha ocurrido desde entonces es dejarse la barba.