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Hiroshima, Nagasaki y las consecuencias de las energías atómicas

Teo Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

El físico Albert Einstein creador de la teoría de la relatividad y de la famosa ecuación física E=mc2, advirtió en 1939 al presiente de EEUU, de la fatales consecuencias de la investigación y lanzamiento de una bomba atómica. Ningún oído prestó a este sabio consejo el presiente Harry Truman en 1945, que prefirió acabar con la guerra frente el imperio bélico y contra el combativo ejército nipón, antes que pensar en las consecuencias para las miles de muertes inocentes que ocasionara la bomba.

Comenzó con esta funesta decisión del gobierno USA, la carrera nuclear mundial, la cual hizo cambiar la historia de la humanidad. El mítico Einstein, personaje de paz, se unió a varios científicos y a la ONU, para impedir el uso de estas armas atómicas en el futuro. Estado norteamericano que ha sido el único que ha explosionado dos de estas mortíferas armas nucleares en el mundo.

En un principio, los americanos tenían destinada la bomba atómica para combatir a Hitler y el nazismo en suelo europeo, con el objetivo de acabar con la potencia armamentística y la hegemonía del ejército germano, pero la pérdida de la guerra mundial en Europa por parte de Hitler, sobre todo, por no poder superar el crudo y gélido invierno ruso, que les anuló los tanques y demás armamentos, junto a las hambrunas e insoportables fríos en la tropa alemana. Sin resignarse Hitler de sus barbaries bélicas, claudicó con su suicidio.

Los Estados Unidos querían demostrar con esta nueva arma, su poder belicista ante el mundo, y también proponer a Japón, una rendición incondicional porque de lo contrario, sufrirían un duro castigo con una potente arma desconocida hasta entonces. Ante la persistencia nipona a no rendirse, el criminal gobierno americano lanzó la primera bomba sobre Hiroshima el 6 de agosto; y el día 9, del año 1945, sobre la ciudad de Nagasaki (ciudad a la cual no estaba prevista), pero la nubosidad de aquel día sobre la ciudad de Nagano, donde se iba a lanzar, impidió que fuera brutalmente aniquilada.

La explosión nuclear produjo 10.000 grados de temperatura, en un radio de 2 km. matando a 70.000 personas en Hiroshima. En Nagasaki asesinó a 50.000 personas. En total 214.000 personas murieron. Y sus secuelas inmediatas fueron incalculables.

La segunda guerra mundial se daba por finalizada con la sumisión del Emperador japonés y la rendición total de su ejército. Había terminado la cruel guerra entre EEUU y Japón. Las batallas que no pudo ganar el ejército americano en el frente guerrero, la ganó mediante un genocidio de lesa humanidad contra todo el pueblo civil, sin exclusiones.

Los científicos americanos Walter Oppenheimer y otros, sabían de las inmediatas reacciones que producía en las gentes la bomba atómica, pero desconocían los efectos pasado el tiempo, de la energía nuclear sobre la población y el medioambiente. Pensaban que el impacto de la radiación desaparecería en 20 años.

Aún hoy, se diagnosticas nuevas patologías relacionadas con la energía nuclear. Los efectos secundarios persisten 70 años después. Miles de supervivientes son atendidos cada año por enfermedades de efectos directos con las dos bombas atómicas que EEUU usó contra Japón.

Rusia no se quedó al margen de esta arma fratricida. Tuvo la fortuna de contar entre sus espías científicos dentro del mismo experimento americano de la bomba, en la investigación y su elaboración, por lo que conoció todos los formularios para su obtención. Había comenzado la carrera armamentística atómica entre las superpotencias: la americana y la rusa. Entre ambas potencias del genocidio de lesa humanidad, contaban con 60.000 armas nucleares, durante el recuento en el tratado de desnuclearización en el año 1987 —que nunca se concretó por la desconfianza entre las dos naciones—.

Con este abominable arsenal atómico podrán destruir toda la vida sobre la Tierra, no se sabe cuántas veces, de tener ese poder en sus manos unos dementes, cual Hitler, Stalin, Nixon y otros.

La demencia del ser humano no tiene límites en su enfermiza codicia por dominar para acaparar poder en tierras, aguas, minerales, armamentos y tecnologías que puedan hacer claudicar a sus enemigos y destruir todo el medioambiente en el que vivimos, por ese nefando propósito.

Según los datos oficiales, todavía existían japoneses afectados por las radiaciones, después de setenta años, en un número de 200.000. La vida había cambiado totalmente con los nocivos efectos, resultando nuevas patologías en los supervivientes. Los hijos de sobrevivientes engendrados después de la explosión atómica, que se gestaban en el vientre de sus madres no nacieron o nacieron con defectos físicos incurables. Otros muchos murieron antes de nacer. De los que nacieron vivos, muchos de ellos una presentaban enfermedades desconocidas para la ciencia médica. Y continúan las enfermedades.

De las muertes producidas en los supervivientes de la hecatombe en los hospitales de Hiroshima y Nagasaki en los últimos años, originadas por las altas radiaciones atómicas de las bombas, casi dos tercios fueron por tumores malignos: cáncer de pulmón, estómago y leucemia. A estos males les sigue con una mayor incidencia, con daños en la piel, problemas de riñón, infartos cerebrales, alteración del sistema inmunológico o ataques cardíacos.

Otra de las incógnitas es que la mayor incidencia de estas patologías no aparece hasta después del año 1980, cuarenta años después de las explosiones. Además del cáncer, los supervivientes sufren enfermedades cardíacas, infartos cerebrales o estrés postraumático.

Aparte del uso criminal de estas radiaciones contra los pueblos, la energía nuclear ha traído cambios muy positivos en la vida y la tecnología, pero sin embargo, es altamente una energía muy peligrosa y muy difícil de controlar. Uno de los sucesos recientes acaecido en la central nuclear de Chernóbil (Rusia) en el año 1986, dejó al pueblo en la desalación más angustiosa y en la esterilidad total. Antes que esta hubo una explosión en una central nuclear al sur de los Urales, en 1957, ocultada por el gobierno soviético. Y con un futuro incierto en seguridad para la zona de la catástrofe durante muchos años, sin existencia de vida en el lugar.

El reciente maremoto ocurrido en 2011 en Japón, que fulminó la central nuclear de Fukushima, ha producido la ruina en el lugar, con unas tierras negadas para la vida por su alta radiación. El industrializado Japón quiere renunciar —resistiéndose a ello—, a esta peligrosa energía para generar electricidad. Y así salvaguardarse de las posibles calamidades futuras y de los restos en los cementerios nucleares durante muchas décadas o cientos de años, para su enfriamiento.

Los Estados siguen empecinados con estas muy peligrosas energías nucleares, en contra de las energías limpias, renovables y eternas, que no producen mal alguno a las poblaciones ni al medio ambiente. Esta industria de las renovables está avanzando en cualitativas tecnologías, pero muchos gobiernos, entre ellos el de España, se niegan incomprensiblemente, a su desarrollo. Máxime en un país como el nuestro, que tiene todas las energías limpias que genera la Naturaleza: viento, sol y mar.

El físico Albert Einstein creador de la teoría de la relatividad y de la famosa ecuación física E=mc2, advirtió en 1939 al presiente de EEUU, de la fatales consecuencias de la investigación y lanzamiento de una bomba atómica. Ningún oído prestó a este sabio consejo el presiente Harry Truman en 1945, que prefirió acabar con la guerra frente el imperio bélico y contra el combativo ejército nipón, antes que pensar en las consecuencias para las miles de muertes inocentes que ocasionara la bomba.

Comenzó con esta funesta decisión del gobierno USA, la carrera nuclear mundial, la cual hizo cambiar la historia de la humanidad. El mítico Einstein, personaje de paz, se unió a varios científicos y a la ONU, para impedir el uso de estas armas atómicas en el futuro. Estado norteamericano que ha sido el único que ha explosionado dos de estas mortíferas armas nucleares en el mundo.