El dilema: ¿Y ahora qué? ¿Desconectamos el piloto automático o nos quedamos en el inmovilismo?
Recientemente, el ministro de economía en la sombra del Partido Laborista del Reino, John McDonell decía al respecto que “…estamos obligados a construir la resistencia necesaria para poder afrontar nuevas oleadas de este virus o amenazas futuras desconocidas, nuestra sociedad debería basarse en unos servicios públicos controlados democráticamente de propiedad pública y con la financiación suficiente”.
A partir de esta reflexión inicial nos hacemos la pregunta de cuál puede ser el significado que para nosotros aquí y ahora, en Canarias, puede tener el mejorar y construir la resistencia necesaria para reorientar nuestra reforma sanitaria con una respuesta solidaria de todos; social, institucional, política y económica para afrontar esta situación, prevenir oleadas de estas y otras amenazas, y que nos permitan aprovechar el momento de apoyo y aumento de la legitimidad que están adquiriendo nuestros sistemas públicos de protección social para “ponerlos a punto”.
Esto es, responder a cómo aprovechar sus fortalezas y capacidad potencial de cambio que nos permitan afrontar el desarrollo de las reformas que los sistemas públicos de protección social, y en particular el sistema canario de la salud necesita desde hace más de treinta años.
Aunque nuestro modelo de salud es de los mejores del mundo, hoy es peor del que teníamos antes de la crisis del 2008 y del que podríamos haber tenido debido a los procesos contra-reformistas que se iniciaron a nivel del Estado y de Europa, desde incluso antes del mismo momento en que se aprobó la Ley General de Sanidad de 1986. España junto a los países del sur de Europa, desarrollaban sus reformas sanitarias orientadas al desarrollo de los Sistemas Nacionales de Salud siguiendo el modelo del Estado de Bienestar del Reino Unido y de las socialdemocracias europeas: Italia en 1978, Portugal en 1979, Grecia en 1983.
Estos países del sur de Europa, como España, también salidos de gobiernos y estructuras autoritarias por las dictaduras que les precedieron, implementan los procesos reformadores en contextos históricos que presentan muchas semejanzas. El sector salud, en momentos de democratización, avances sociales y políticos, proporciona espacios de disputa política y confrontación técnica que contribuyen a la modificación de las correlaciones de poder en ese sector del aparato institucional del Estado y en la sociedad civil. Eran estructuras de Estado que se encontraban en procesos de transición desde la dictadura hacia su reconocimiento y legitimación como Estados democráticos de derecho. La institucionalización de las reformas con la aprobación de las correspondientes leyes era la culminación de procesos, históricamente determinados, que apenas conseguía encaminarse y que había comenzado años atrás.
Sin embargo, antes de encaminar los proceso de las Reformas Sanitarias en los países del Sur de Europa, ya a finales de los años 80, la globalización neoliberal impulsada por Ronald Reagan en USA y continuada en la Comunidad Económica Europea por Reino Unido con Margaret Thatcher con afirmaciones como la del ex-primer ministro francés, Sr. Barrè, en el World Economic Forum (Carvajal V. 1994), plantaban las semillas para la desinversión publica en los sistemas de protección social que hoy tenemos. ¿Les suenan estas expresiones? “tenemos que apretarnos el cinturón,... ”Hay un exceso de protecciones sociales que ahora están bajo amenaza y que ha desaparecido en algunos países como Suecia“… ”Una drástica reducción de los beneficios sociales es el precio para evitar un ajuste futuro más doloroso“… ”Nuestros Estados de Bienestar no dan los incentivos necesarios para el trabajo; hay demasiados desincentivos“. Estas declaraciones junto con otras afirmaciones como la del primer ministro Belga Sr. Dehaene: ” El sistema actual de gravar el trabajo para financiar el Estado de bienestar está creando más y más desempleo“. Estas eran manifestaciones del pensamiento neoliberal hegemónico que ya en esa época estaban comenzando a cambiar el rumbo de las Reformas Sanitarias en el mundo, basadas en el modelo de servicios nacionales de salud de cobertura universal y financiado con los impuestos.
A pesar de la neutralidad política- jurídica de la Unión Europea, en cuanto a estructuras organizativas en los sistemas sanitarios, se introducen cambios que tienen que ver con la contención de costes, racionalismo planificador, gerencialismo, mercado, con tímidos avances hacia modelos de gestión clínica y de integración vertical. Además, se privatizan amplios sectores de la gestión de los servicios, ampliando el espacio para las multinacionales de las compañías de seguros y propiciándose la deslegitimación y desacreditación de los servicios sanitarios públicos, al demorarse o interrumpirse la introducción de los cambios necesarios.
La crisis de 2008 aceleró los procesos de contrarreforma en los países del sur de Europa, con la desinversión estatal y la jibarización y debilitamiento de los servicios públicos, al ser forzados a implementar medidas de ajuste estructural para salir de aquella “crisis”, planteando retos importantes de sostenibilidad financiera. Aquellos países que a nivel internacional abanderaron los recortes y la desregulación de la protección social como Estados Unidos, han quedado más expuestos y desprotegidos al efecto sanitario, social y económico.
El gran desafío en el plan de reconstrucción social y económico de Canarias es si continuar o no con el piloto automático que nos ha traído hasta aquí ¿Nos tomamos la irrupción del nuevo coronavirus SARS Cov 2, que causa la enfermedad del Covid-19, como problema o como oportunidad?
Ahí está el dilema… ¿seremos valientes o nos quedamos en la mediocridad sumisa del inmovilismo? Como cantaba Carlos di Fulvio en “Para el que tenga una ventana”: “… ayudar al semejante que no pudo salir de su mundo pequeñito que no supo entender por ser tan grande el problema...”