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Ida sin vuelta

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Después de cinco años haciendo el merluzo, los dos principales partidos españoles han firmado la pipa de la paz con el acuerdo en diferido sobre la justicia suscrito a 1500 kilómetros de distancia. Hay menos distancia entre Madrid y Bruselas que entre Madrid y Canarias.    Curiosamente los dos negociadores, el socialista Félix Bolaños y el popular Esteban González Pons, se han mostrado plenamente satisfechos con la firma del acuerdo, algo que resulta extraño si se tiene en cuenta que el pacto final no era el que querían ambos tras un interminable diálogo para besugos.

Si uno escucha al ministro de Justicia, tiene la impresión de que el PSOE le metió un gol por toda la escuadra al PP, pero si en cambio atiende a lo que dice el popular valenciano, tiene uno la sensación de que el gol fue introducido de un testarazo por la escuadra de la portería socialista. Solo podía ser de esa forma si atendemos a la voluminosa cabeza de Pons.

Feijóo ha querido vender el acuerdo como una victoria de su partido pero es fácil colegir que no ha sido así cuando comprobamos el poco entusiasmo con el que el gallego ha vendido la moto. No se le ve eufórico con ese pacto tras más de un lustro de negociaciones, lo cual hace sospechar que firmó a regañadientes después de que sus correligionarios del Partido Popular Europeo, de donde es también el comisario de Justicia de la UE, le tiraran de las orejas por alargar más de la cuenta la renovación del Consejo General del Poder Judicial y poner en un brete a la Unión Europea al recurrir a ella para resolver un problema nacional y doméstico. 

Los populares son esos patriotas de hojalata que no confían en las instituciones democráticas españolas y por eso acuden habitualmente a Bruselas para que la Comisión Europea nos diga a los españoles lo que tenemos que hacer cada vez que nos enfrentamos. A pesar de todo, ayer por fin renació el líder del PP, justo después de quitarse la rémora de Ayuso, que intentaba denodadamente torpedear el pacto con el PSOE. 

La madrileña, que no disimula sus ganas de saltar la política nacional confrontándose a diario dialécticamente con Pedro Sánchez, ha estado siempre entorpeciendo la gestión del presidente nacional del PP y por eso este esperó a que la presidenta de la Comunidad estuviera en Alemania para ordenar a Pons que firmara el acuerdo de una puñetera vez en Bruselas.

Hasta la misma víspera de la firma del acuerdo, Ayuso estuvo boicoteándolo con afirmaciones contundentes contra la propuesta socialista, descalificándola por sectaria y arremetiendo contra Pedro Sánchez con los habituales insultos que le tiene siempre reservados. Ya se sabe la obsesión que la presidenta de la Comunidad tiene con Sánchez, a pesar de que carece de categoría para enfrentarse dialécticamente a él. Solo dice en sus discursos lo que su apuntador Miguel Ángel Rodríguez le dicta. Tal para cual. 

Posiblemente Ayuso sea la política más repelente del panorama nacional después de la retirada de su mentora Esperanza Aguirre, la que le puso un chiringuito para vivir del cuento, igual que hizo con Abascal cuando estaba en el PP. Ambos llevan toda su vida viviendo del erario público, a la vez que defienden cínicamente la iniciativa privada y a sus empresarios de cabecera.

Feijóo es desde ayer más líder, según reconoció el propio ministro lenguaraz Óscar Puente, y Ayuso es cada vez menos lideresa. Entre este episodio surrealista por el que ha sido orillada por su propio partido, el inexplicable y vergonzoso agasajo a Milei que ha molestado hasta a los suyos y su convivencia con un delincuente confeso, esta mujer ha llegado a su techo extremista y a partir de ahora solo le queda descender vertiginosamente por un tobogán de ida sin vuelta. 

Hasta luego, Lucas. Hasta nunca, Isabel Natividad. IDA está cada vez más ida. Ida sin vuelta. 

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