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José Luis Moreno, creador de sueños
“Mi jefe se ha vuelto loco”, le dijo a su esposa uno de los fieles y veterano profesional que ha estado toda una vida trabajando en las diversas iniciativas emprendidas por José Luis Moreno –me cuesta asumir que a partir de ahora tendré que hablar en pasado cuando me refiera a esta persona honesta, sin dobleces, de la que sabía perfectamente lo que pensaba porque siempre iba de frente, un patrimonio que solo atesora la gente auténtica, como José Luis-.
Y Jose pensó que su jefe se había trastornado porque había comprado un terreno yermo, inhóspito y reseco junto a la orilla de un barranco camuflado en el Camino de Rosiana, en Las Medianías de Telde. Pero su jefe no había perdido el juicio. En absoluto. Perseguía un sueño, su último sueño; lo alcanzó, lo disfrutó y ahí se despidió de sus seres queridos para viajar a una nueva dimensión.
Aquel terreno aparentemente estéril hoy es el único parque temático –reconocido y declarado como tal por el Gobierno de Canarias- del municipio de Telde. Es el Centro Cultural Ecológico Los Olivos, como está registrado legalmente, coloquialmente denominado Finca Los Olivos, un maravilloso sueño por el que cada año pasan por su aula de la naturaleza 11.000 escolares del Archipiélago.
José Luis Moreno fue un hombre lúcido, emprendedor, inteligente, trabajador... Nadie le regaló nada. Hijo de una familia sencilla de pueblo, cuando Telde era un pueblo que pivotaba entre San Juan y San Gregorio, barrio en el que nació, José Luis se formó como perito y empezó a ganarse la vida cuando todavía no había cumplido la mayoría de edad. Consiguió un trabajo en el catastro para inventariar el suelo de varios municipios de Gran Canaria y de otras islas. De aquellos años, guardaba en su memoria magníficos recuerdos que me contaba, orgulloso, en más de una conversación.
José Luis se hizo constructor, una actividad que desarrolló gradualmente, paso a paso como a él le gustaba fundar sus sueños. Uno de esos sueños fue la construcción de un hotel de cuatro estrellas, el Bahía Mar, en la costa de La Estrella. Fue el primero que se construyó en Telde y abrió sus puertas en 1991. Era perfectamente consciente del riesgo que asumía con una gran instalación hotelera fuera de los circuitos turísticos de la Isla. Ni en el sur ni en la capital. Con todo, el Bahía Mar permaneció abierto una década. Allí entrevisté a varios artistas que se hospedaban en sus actuaciones en Telde, pernoctaban tripulaciones de compañías aéreas pero no era suficiente para mantener la viabilidad de un hotel con unas magníficas instalaciones en un contexto de gran competencia en el sector. Moreno reconvirtió las habitaciones en un edificio de 62 apartamentos que siguen disfrutando de las antiguas piscinas del hotel. Hizo un gran negocio.
Su empresa constructora siempre fue muy bien, pero esa actividad solo le daba réditos. El quería enriquecer su alma: vivir en la naturaleza y optimizar una inversión en cinco hectáreas de terreno. Fue su último sueño del que disfrutó durante veinte años, en medio de un olivar que produce un manjar de aceite virgen extra y ecológica, como solía enfatizar: “Además de virgen y extra, es ecológica”.
José Luis Moreno se nos fue ayer sábado con 77 años. Allí donde esté seguirá soñando y emprendiendo con la tranquilidad de que su legado está en buenas manos, porque para eso preparó a sus descendientes, con su hija María José al frente de un sueño que siempre será una gran realidad.
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