Espacio de opinión de Canarias Ahora
José Miguel Pérez
Nunca nos hemos tratado más allá de lo meramente profesional pero hace ya muchos años tuve el honor de que mi nombre apareciera junto al suyo en la mancheta del equipo de colaboradores de la revista Anarda, aquella interesante iniciativa que puso en marcha el maestro Pepe Alemán a finales del pasado siglo.
Y en unas Islas como las nuestras, en las que al mediocre se le encumbra con facilidad y a muchos de los que valen se les ignora o desprecia, era obvio que la política terminaría siendo con él desagradecida. Porque en estos pagos macaronésicos el rigor se suele castigar con harta frecuencia, mientras que el chafalmegismo proporciona en bastantes ocasiones pingües réditos.
Cuando presidió el Cabildo de Gran Canaria, la ignorancia, que es siempre tan osada en los botarates, condujo a que muchos funcionarios lo apodaran 'Steve Martin' por su carácter algo ensimismado y a que hasta se llegara a dudar de sus luces.
Es lo que debe tener en esta tierra ser catedrático de Historia Contemporánea de la ULPGC, además de un currante nato. O ser de las diez ó doce personas que mejor conoce el devenir de nuestro archipiélago en los últimos 150 años y el sustrato sociológico en que desde los tiempos de Cánovas se asienta. Sin olvidar a León y Castillo y la firma de los acuerdos de España con Francia sobre el Africa más cercana y por ahí. O ser, como buen historiador de la España de la Restauración, y canarión por más señas, un conspicu galdosiano de vocación y devoción, y un profundo admirador de Fortunata y Jacinta.
Pues eso, que puedes ser de las personas con más lucidez y capacidad para contemplar el devenir de Canarias a largo plazo y efectuar análisis políticos de luz larga y encima irán y te dirán (y los primeros serán los de tu propio partido) que eres un cenizo y un raro.
Aunque, la verdad, cuando se presentó en el hall de Ferraz para hablar con los periodistas escoltado por otra de las personas del socialismo canario que a uno siempre le han parecido más válidas y juiciosas, rigurosas y concienzudas, Carolina Darías, ambos con el semblante serio y preocupado tras oír a Pedro Sánchez, uno no podía dejar de pensar en José Miguel solamente como metáfora del cruel destino que a veces aguarda en política a los más capacitados.
Porque también era inevitable contemplarlos como metáfora de la crisis de identidad en que actualmente se encuentra el socialismo ibérico y, tal vez también toda la socialdemocracia europea. Una crisis que, además de mover a la reflexión, llegados al actual extremo, con sólo 85 diputados, y sin un criterio claro sobre lo que se debe hacer, da bastante pena.
Porque es muy difícil sostener que Rajoy debe gobernar porque ganó las elecciones y unas terceras serían un desastre simultaneamente con la idea de que los apoyos o abstenciones debe buscarlos en otros predios que no sean los socialistas. O que si no hubo acuerdo con Podemos fue por las diferencias en relación a Catalunya cuando al mismo tiempo se está abocando al PP a una negociación con CDC.
Y aún nos queda mucho por ver y escuchar este verano; y si no al tiempo. Aunque José Miguel Pérez ya no ve la hora de que se forme Gobierno para que los socialistas canarios celebren al fin el Congreso que elija su sucesor y al fin pueda marcharse tranquilo a casa sin que se cree una gestora. Y quizá lo que pasaba este sábado es que llovía sobre la lluvia y la procesión iba por dentro.
Nunca nos hemos tratado más allá de lo meramente profesional pero hace ya muchos años tuve el honor de que mi nombre apareciera junto al suyo en la mancheta del equipo de colaboradores de la revista Anarda, aquella interesante iniciativa que puso en marcha el maestro Pepe Alemán a finales del pasado siglo.
Y en unas Islas como las nuestras, en las que al mediocre se le encumbra con facilidad y a muchos de los que valen se les ignora o desprecia, era obvio que la política terminaría siendo con él desagradecida. Porque en estos pagos macaronésicos el rigor se suele castigar con harta frecuencia, mientras que el chafalmegismo proporciona en bastantes ocasiones pingües réditos.