Espacio de opinión de Canarias Ahora
Ministro Soria: dimita ya y para siempre
Nadie podraÌ obviar que EspanÌa atraviesa un periodo de experiencias poliÌticas y mediaÌticas tan ineÌdito como intenso, con una ristra interminable de nuevos escaÌndalos que se suceden diÌa a diÌa a lo largo y ancho del territorio y que solo fomenta el hastiÌo, la impotencia y la indignacioÌn profunda y creciente de la ciudadaniÌa. Nadie podraÌ negar tampoco que las praÌcticas corruptas que infectan la poliÌtica espanÌola no se circunscriben solo a casos puntuales; los hechos, perfectamente notorios, evidencian que el tejido poliÌtico, ese paradigma democraÌtico garante de libertad, pluralismo y proteccioÌn de los derechos fundamentales de las personas y del intereÌs general, estaÌ tan extendidamente gangrenado que solo admite la amputacioÌn draÌstica y sin contemplaciones de aquellos miembros que siguen expandiendo la necrosis hasta donde alcanzan sus tentaÌculos. Miles de poliÌticos en este paiÌs han infringido con su indigna actitud un incalculable dolor a la sociedad general, a los poliÌticos honrados y comprometidos -que los hay y muy ejemplares-, a millones de familias en sus vidas cotidianas, a nuestra economiÌa, a la referencia educacional de nuestros joÌvenes, a nuestro presente y a nuestro futuro, y es cuestioÌn de pura supervivencia usar el bisturiÌ con precisioÌn eÌtica y comenzar el proceso de regeneracioÌn de forma inmediata e implacable. Los avances legislativos en la lucha contra la corrupcioÌn y en transparencia, son todaviÌa insuficientes.
Las poliÌticas sustentadas en el sistemaÌtico uso de la mentira como estrategia para rendir escenificadas cuentas ante la opinioÌn puÌblica, deben ser perseguidas y castigadas con ejemplaridad. La opacidad, la impunidad, el abuso de poder, el aprovechamiento de las instituciones puÌblicas para el enriquecimiento de personas o de entidades que finalmente benefician a esas mismas personas mediante tramas hibridadas de poliÌtica y negocio, de poliÌtica y saqueo, deben desaparecer de la liturgia poliÌtica aspirando dignidad. Pero la tarea no es sencilla. Para empezar, es imprescindible inocular a nuestros poliÌticos un antiÌdoto contra la peÌrdida de capacidad empaÌtica con la poblacioÌn. Cuando pierden el sentido del por queÌ, del doÌnde, del coÌmo y del a quieÌn se deben, la corrupcioÌn aflora espontaÌnea y fluye a velocidad vertiginosa contaminando un sistema carente de defensas porque las defensas estaÌn secuestradas por los mismos que enganÌan.
El ministro de Industria, EnergiÌa y Turismo, JoseÌ Manuel Soria, es un ejemplo destacado de carencia total de empatiÌa con los seres humanos, con el medio ambiente y con los valores morales y eÌticos maÌs baÌsicos. Soria encarna a la perfeccioÌn la geÌlida figura de Torquemada inquisitorial en su trayectoria, en sus formas y en sus hechos, contra adversarios poliÌticos o contra incoÌmodos correligionarios de su propio partido, contra periodistas herejes o contra cualquiera que represente un obstaÌculo para sus intereses. Su permanente juego sucio, sus mentiras y sus poliÌticas antisociales generan un danÌo insoportable a la dignidad de todos aquellos a los que supuestamente representa, le voten o no le voten. El recorrido del ministro canario por Industria, EnergiÌa y Turismo no puede ser maÌs representativo de coÌmo concibe la gestioÌn de los asuntos puÌblicos y, por poner algunos ejemplos, citemos coÌmo se ha castigado a la ciudadaniÌa con la factura de la luz -disparando a niveles histoÌricos los iÌndices de pobreza energeÌtica-, o coÌmo se arrojoÌ a los brazos de multinacionales petroleras mientras dilapidaba el liderazgo espanÌol en energiÌas renovables.
Ahora, la aparicioÌn de su nombre en los papeles de PanamaÌ ha permitido iluminar y mostrar al mundo el lado maÌs oscuro de Soria en estado puro, ese lado que tan bien conocemos en Canarias. Su nivel de credibilidad y de confianza se ha volatilizado, y no solo por el hecho maÌs poleÌmico y evidente -haber mentido reiteradamente a la poblacioÌn-, sino porque se ha constatado que su familia y eÌl mismo, tan entregados a la causa Patria y a EspanÌa, participaron en tramas empresariales disenÌadas para permanecer opacas al fisco espanÌol. Tan opacas que hasta el propio ministro desconoce formar parte de ellas. Nadie creeraÌ al titular de Industria cuando comparezca el lunes en el Congreso para tratar de justificar lo que de antemano es injustificable. En algunas democracias, por mucho menos de lo que Soria tiene con PanamaÌ/Bahamas/Jersey o Rita con Valencia o Rajoy seÌ fuerte con todo su partido, los poliÌticos dimiten y se sustituyen. Soria ha permanecido en su feudo poliÌtico durante maÌs de 20 anÌos, y su balance, sus hechos y su futuro lugar en la memoria, distan mucho de ofrecer un ejemplo de honestidad y de buen hacer puÌblico. El ministro espanÌol de Turismo, el que veranea en hoteles ilegalizados por la Justicia, el exclusivo pescador de salmones noruegos y jets privados, el hueÌsped de lujo en hoteles caribenÌos, el inquisidor de Repsol en Canarias, el que da instrucciones a la Justicia, constituye un auteÌntica verguÌenza y un veneno para nuestra sociedad. Soria debe dimitir ya mismo de todos sus cargos y concedernos al menos ese final feliz tras toda una vida poliÌtica de auteÌntica ruina.
Nadie podraÌ obviar que EspanÌa atraviesa un periodo de experiencias poliÌticas y mediaÌticas tan ineÌdito como intenso, con una ristra interminable de nuevos escaÌndalos que se suceden diÌa a diÌa a lo largo y ancho del territorio y que solo fomenta el hastiÌo, la impotencia y la indignacioÌn profunda y creciente de la ciudadaniÌa. Nadie podraÌ negar tampoco que las praÌcticas corruptas que infectan la poliÌtica espanÌola no se circunscriben solo a casos puntuales; los hechos, perfectamente notorios, evidencian que el tejido poliÌtico, ese paradigma democraÌtico garante de libertad, pluralismo y proteccioÌn de los derechos fundamentales de las personas y del intereÌs general, estaÌ tan extendidamente gangrenado que solo admite la amputacioÌn draÌstica y sin contemplaciones de aquellos miembros que siguen expandiendo la necrosis hasta donde alcanzan sus tentaÌculos. Miles de poliÌticos en este paiÌs han infringido con su indigna actitud un incalculable dolor a la sociedad general, a los poliÌticos honrados y comprometidos -que los hay y muy ejemplares-, a millones de familias en sus vidas cotidianas, a nuestra economiÌa, a la referencia educacional de nuestros joÌvenes, a nuestro presente y a nuestro futuro, y es cuestioÌn de pura supervivencia usar el bisturiÌ con precisioÌn eÌtica y comenzar el proceso de regeneracioÌn de forma inmediata e implacable. Los avances legislativos en la lucha contra la corrupcioÌn y en transparencia, son todaviÌa insuficientes.
Las poliÌticas sustentadas en el sistemaÌtico uso de la mentira como estrategia para rendir escenificadas cuentas ante la opinioÌn puÌblica, deben ser perseguidas y castigadas con ejemplaridad. La opacidad, la impunidad, el abuso de poder, el aprovechamiento de las instituciones puÌblicas para el enriquecimiento de personas o de entidades que finalmente benefician a esas mismas personas mediante tramas hibridadas de poliÌtica y negocio, de poliÌtica y saqueo, deben desaparecer de la liturgia poliÌtica aspirando dignidad. Pero la tarea no es sencilla. Para empezar, es imprescindible inocular a nuestros poliÌticos un antiÌdoto contra la peÌrdida de capacidad empaÌtica con la poblacioÌn. Cuando pierden el sentido del por queÌ, del doÌnde, del coÌmo y del a quieÌn se deben, la corrupcioÌn aflora espontaÌnea y fluye a velocidad vertiginosa contaminando un sistema carente de defensas porque las defensas estaÌn secuestradas por los mismos que enganÌan.