EL RINCÓN DEL BONZO

El narcotráfico aquí y ahora

Carlos Castañosa

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Espeluznan las recientes noticias de confrontaciones bélicas en el sur de España de bandas narcotraficantes contra nuestras fuerzas de seguridad.

Lo más inquietante es que, al parecer, los “malos” van ganando. No por falta de arrojo, valentía y ese dar la cara a cambio de nada de los valerosos protectores de la integridad y dignidad de un Estado de Derecho –para eso están–; sino por una logística delictiva que tiene gran ventaja operativa sobre los recursos asignados al personal de defensa en valores y principios éticos; que necesitan estar respaldados no solo por el aplauso a su abnegación, sino por material adecuado a su protección y medios tácticos suficientes y eficaces para contrarrestar el carísimo armamento de un enemigo que no tiene problemas de financiación por la elevadísima rentabilidad de su negocio.

Por fortuna tenemos unidades operativas de muy alto nivel que solo necesitan un “preparado, listos, ya” para resolver esta lacra de un plumazo. Ni siquiera sería necesaria una confrontación cruenta; pues un solo gesto de suficiente firmeza sería disuasorio para que los delincuentes salieran escarbando en busca de otros lares. Además, la localización avanzada de los capos que manejan esto, es fundamental para la inmediata erradicación del conflicto.

La verdadera cuestión, como siempre, está en la voluntad política de quien tiene que levantar el teléfono rojo. Si empieza a dudar por la cantidad de votos que puede ganar o perder según lo que decida, los policías seguirán en inferioridad y sin chaleco antibalas de su medida. Y la Guardia Civil con vehículos vulnerables a los ataques de unos narcos bien dotados de armas modernas, sin problema para comprarlas en los mercados negros.

Un pueblo hoy asolado por la crisis sanitaria descontrolada y la consiguiente ruina económica. Autoridades bloqueadas ante los gravísimos conflictos sociales, intervenidos por el negacionismo y justificaciones ideológicas, tales como la okupación, la inmigración ilegal, independentismos corrosivos y los anti sistema organizados con fines destructivos. Cuestiones de alta sensibilidad que requieren soluciones justas, racionales y humanitarias, cuya ejecución pendiente solo precisa de la voluntad política de abordaje, con firmeza suficiente y sin restricciones partidistas que debiliten los resultados definitivos.

Ante tan incierta y preocupante coyuntura socio-económica, ya solo nos faltaba la irrupción del narcotráfico, a modo de poderoso órgano de gestión, con influencia política, de capos en las instituciones y sicarios infiltrados en diversas áreas de poder. No es exageración ni ficción de novela negra, sino correlación con tantos países afectados por dicha tara funcional e invasiva que supedita valores morales y principios éticos al monocultivo de un negocio sangriento y pernicioso, que conviene erradicar en sus comienzos para que el poder absoluto no se instituya en delincuencia organizada como sistema de gobierno.

De momento, todavía pertenecemos al área geopolítica de la civilización occidental, donde aún es posible defendernos con eficacia de asechanzas propias de épocas pasadas: gánsteres de gatillo fácil, coches que explosionan, policías corruptos y políticos comprados a buen precio… como guiones de cine en blanco y negro o historias ficticias con un elevado componente de violencia y sangrientos asesinatos. Por desgracia, hay países hermanos, devenidos en narco dictaduras bananeras, que hoy viven su realidad bajo el imperio del terror impuesto por organizaciones mafiosas, que últimamente parecen haber puesto el ojo en este sur de Europa para ampliar su negocio.

Es evidente que no podemos consentir este conato de avasallamiento. Hay medios y capacidad para erradicarlo. Cierto que en el peor momento de nuestra historia reciente nos hallamos gobernados por demasiadas incertidumbres y una aparente fragilidad institucional que puede ser aprovechada por vecinos beligerantes o adversarios invasivos, como estos delincuentes “señores” de la droga, a los que no hay más remedio que reducir con decisión y firmeza, so pena de encontrarnos en poco años con alternancia de gobiernos sometidos al narcotráfico, como en los países empobrecidos donde las grandes fortunas son las de sus dirigentes corruptos y sus familiares.

Como pueblo soberano tenemos la necesidad y obligación de exigir a nuestros mandatarios que adopten las medidas necesarias y suficientes para repeler con eficacia este ataque a una democracia que, aunque no perfecta, es nuestra y la única disponible. Es imprescindible proteger a quienes se baten en primera línea para que no lo hagan a pecho descubierto. Las heroicidades no sirven para resolver este drama. En un país civilizado las maniobras defensivas están previamente diseñadas en un contexto operativo donde la seguridad de los combatientes debe ser prioridad absoluta, para que cualquier posible baja o percance individual solo pueda tener consideración de mero accidente. Jamás indefensión ante el enemigo por carencia de medios.

Aparte de la buena fe popular, es imprescindible la mano firme de quien empuñe la batuta para dirigir el operativo. Es por lo que la importancia de un gobierno sólido, fiable y comprometido resulta vital; junto a la actuación en equipo de una oposición que, ante situaciones extremas, debe también abandonar vocaciones e intereses políticos. Así sea por ambas partes. Amén.

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