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Emiliano García-Page, en una foto de archivo.

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El reconocimiento por Feijóo y el Partido Popular de que estarían dispuestos a indultar a Puigdemont y a las personas encausadas como consecuencia del procés, desvela un ejercicio de hipocresía absolutamente insoportable.

Tras ese reconocimiento, nada diferencia la posición de Sánchez de la de Feijóo desde el punto de vista de la ética, ya que la diferencia entre los indultos y la amnistía es meramente de técnica jurídica e, innegablemente, desde el punto de vista democrático siempre será más irreprochable una ley del Parlamento que una resolución del Ejecutivo.

Realmente, la única diferencia de calado entre la posición de Sánchez y la de Feijóo consiste en que Sánchez está en condiciones de sacar adelante una ley de amnistía, mientras que a Feijóo le resulta completamente imposible conceder los indultos debido a su dependencia de VOX.

Por más que Feijóo se empeñe en el ridículo de sostener que no fue presidente porque no quiso, lo cierto es que le resultaba de todo punto imposible articular una mayoría sustentada por Abascal y Puigdemont y precisamente por eso su estrategia ha consistido en generarle esa misma imposibilidad al PSOE. 

Así, el Partido Popular se ha empeñado en dejar al Partido Socialista sin margen de maniobra, convirtiendo la amnistía en la quintaesencia de la ambición por el poder, en una decisión de carácter inmoral que destrozaría la convivencia y el propio estado de derecho en aras de mantener a Sánchez en la Moncloa.

No es la primera vez que sucede. Resulta imposible olvidar las acusaciones de traición a Zapatero, el único presidente que negoció con ETA amparado por una autorización del Parlamento. 

Ahora, en una simetría sorprendente, se acusa a Sánchez de aspirante a autócrata por promover una ley, con toda la transparencia y los controles de los que hubieran carecido los indultos de Feijóo.

El reconocimiento público por parte de Feijóo de su disposición a conceder los indultos, por más que se adorne de los condicionantes que lo acompañarían, conduce a una posición extremadamente incómoda a los Page y los Cebrián, por sintetizar en dos figuras representativas a las vacas sagradas socialistas y a los intelectuales supuestamente de izquierdas que han encabezado la oposición a la aministía.

Saber que Feijóo estaba dispuesto a conceder los indultos les obliga a concluir que España está destinada a ser gobernada por el inmoral de Sánchez o por el inmoral de Feijóo o, lo que probablemente será más duro para sus egos, a reconocer que sus críticas y recelos no estaban basados en sus altas exigencias éticas.

Efectivamente, la posición de los Page ha estado provocada por el temor al coste electoral que pudiera generarles la medida de gracia y, ante ese temor, han sido ellos mismos los que han contribuido a provocar parte del rechazo a la amnistía.

En el caso de Cebrián queda patente que no soporta que un personaje de una enorme levedad intelectual, como considera a Sánchez, no se haya dejado guiar por sus homilías, algo en lo que coincide milimétricamente con Felipe González, que no termina de reconocer que ha dilapidado su ascendiente moral e intelectual, empeñado en disfrutar de los aplausos interesados de los que siempre fueron sus adversarios.

Lamentablemente, los Page y los Cebrián no se han limitado a quedar en ridículo, ni a darle alas desde el punto de vista electoral a Feijóo. Lo más grave ha sido que han legitimado la línea discursiva del Partido Popular, contribuyendo a extender el infundado temor a la ruptura del estado de derecho y a deslegitimar de manera preventiva a la mayoría que soporta al Gobierno, sumándose a un ambiente guerracivilista irrespirable.

El tiempo coloca a cada uno en su lugar y Sánchez, con aciertos y errores, ha cumplido con lo que le toca, articular una mayoría para gobernar y, casi más importante, impedir que VOX condicione el Gobierno de España.

Mientras, los Page y los Cebrián han contribuido a la indecente estrategia del Partido Popular por mero tacticismo o por una insoportable soberbia intelectual.

Si a los Cebrián y los Page les quedara tan solo un resto de esa ética que han exhibido a lo largo de estos meses convulsos, rectificarían. Pero va a ser difícil por no decir imposible que desanden el camino andado.

En todo caso, será cuestión de permanecer atentos a las páginas de El País y esperar a la próxima edición de FITUR, a ver qué dice Page. De momento, sigue en el extrarradio.

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