Espacio de opinión de Canarias Ahora
La parada monstruosa
La semana pasada escuchamos a una señora expresidenta de Madrid decir que el auténtico golpe de estado contra la República fue de las izquierdas en 1934, cuando la famosa revolución de Asturias y la proclamación de la república catalana. Pongamos que se admite a debate la tesis de esa señora, por cierto rodeada de corruptos convictos, confesos y presuntos. Pongamos que se admite y se confronta con los hechos, los datos, las pruebas, en definitiva, que conforman la historiografía: simplemente no se sostiene. Y sin entrar en detalles: el primer golpe contra la República democrática lo dio, lo intentó, el general Sanjurjo en 1932, y, como se demostró después, la indulgencia y la generosidad hacia él y hacia otros militronchos no sirvió para nada. Es confuso que se hable de todo eso en este país, y en ese tono, confuso para confundir: cuestionar el golpe de estado del 36 en aras a la necesidad ¿la necesidad? Sí, la de los poderosos que veían definitivamente amenazados sus privilegios de sangre y de clase.
Por eso vivimos ahora revisiones para ignorantes, que las consumen sin descanso.
Y es que los poderosos, los poderitos, la iglesia católica y el capital, y los sicarios que acompañan, son siempre los mismos, en 1936 y ahora: medios de comunicación convenientemente engrasados, fuerzas políticas en el delirio y, entonces, con la mano ejerciendo la dialéctica de los puños y las pistolas, ¡qué expresión tan horrenda! Eso, que ocurrió hace ochenta años y más, suena muy cerca ¿por qué será? Por lo mismo: privilegios amenazados, beneficios desmesurados a los que se les pretende poner un mínimo de contención… Con la matraca de la historia, de su historia, (tienen autores propios, mortíferos y monstruosos, que no pienso citar) pretenden corregir, detener y obstaculizar cualquier tipo de tibias reformas por una mayor igualdad y justicia social. Creo que este es el fondo de la cuestión. Probablemente resulta inútil cualquier esfuerzo porque no hay diálogo desde el rincón de la ignorancia. Tampoco hay tranquilidad. El gobierno que tenemos la aparenta, el primero el presidente, pero no pienso que la ejerza: si así fuera, se explicaría mejor en todos los frentes y ámbitos, y se está explicando mal o está ausente. Un gobierno de males menores en Euskadi y otro de mayoría progresista en Cataluña paliará ciertos efectos y aumentará el griterío de cara a las elecciones europeas, sobre las que solo se va a parlotear en clave local cuando lo que nos jugamos es global en la configuración del próximo Parlamento europeo.
Entristece, por no decir otra cosa, la imposibilidad de no poder hablar con casi la mitad de este país, emponzoñada por medias verdades, por mentiras y por relatos de épica dieciochesca que llaman a las turbas. Cuesta mucho creer que esto esté pasando porque en nuestra ingenuidad considerábamos superados ciertos traumas: nos creímos la democracia liberal y burguesa del 78… Pero nada es normal cuando esa señora ex dice las barbaridades que dice y su amigo Javier Arenas sigue paseándose por el Senado con su pérfida sonrisa: igual son amigos.
La semana pasada escuchamos a una señora expresidenta de Madrid decir que el auténtico golpe de estado contra la República fue de las izquierdas en 1934, cuando la famosa revolución de Asturias y la proclamación de la república catalana. Pongamos que se admite a debate la tesis de esa señora, por cierto rodeada de corruptos convictos, confesos y presuntos. Pongamos que se admite y se confronta con los hechos, los datos, las pruebas, en definitiva, que conforman la historiografía: simplemente no se sostiene. Y sin entrar en detalles: el primer golpe contra la República democrática lo dio, lo intentó, el general Sanjurjo en 1932, y, como se demostró después, la indulgencia y la generosidad hacia él y hacia otros militronchos no sirvió para nada. Es confuso que se hable de todo eso en este país, y en ese tono, confuso para confundir: cuestionar el golpe de estado del 36 en aras a la necesidad ¿la necesidad? Sí, la de los poderosos que veían definitivamente amenazados sus privilegios de sangre y de clase.
Por eso vivimos ahora revisiones para ignorantes, que las consumen sin descanso.