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Partidismo, el renglón torcido

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No era el cerebro de aquel hombre quien hablaba, sino su

laringe. Lo que salía de ella estaba hecho de palabras, pero no

era un verdadero discurso; era ruido emitido inconscientemente,

como el graznido de un pato.

G Orwell. 1984.

Confundir política con partidismo es como confundir la velocidad con el tocino.

Por mucho que se practique el partidismo desde las instituciones de gobierno, en ocasiones incluso en nombre del Estado o de la Constitución, no lo convierte en política.

Los partidos políticos hacen partidismo confundiendo el interés público con el interés del partido y convirtiendo ese interés en acción de gobierno. El primer mandamiento de esta nueva religión es “si es bueno para el partido, es bueno para la isla, para la comunidad o para el país”. Bajo este precepto lo que es bueno para el partido se convierte, por la vía de los hechos, en política insular, autonómica o estatal. ¿Qué pasa cuando algo es bueno, necesario o urgente para la sociedad, pero no redunda en beneficio para el partido de turno? Pues que ese algo se deja en un cajón, se olvida, pues los periodos electorales priman sobre el interés general.

El ejemplo paradigmático son las obligadas medidas para frenar el sistema económico devorador del planeta. Ningún partido político quiere asumir el coste electoral de pedir a los ciudadanos que vivan con menos, que consuman menos, que gasten menos recursos del planeta. ¿Se imaginan un partido político que adopte como medida de gobierno la urgente necesidad de desarrollar una actividad económica que emita menos emisiones, genere menos residuos, gaste menos recursos, o consuma menos suelo?.

De la misma manera, ningún partido político que aspire a gobernar puede enfrentarse a los beneficios empresariales de los financiadores. El precio de esa dependencia se ha evidenciado en este país en innumerables ocasiones, tantas como las que han puesto en evidencia la sumisión de los partidos a las fuerzas económicas. Ya se trate de bancos, eléctricas, petroleras, turísticas o de grandes constructoras. Cuna del Alma y la parálisis del Gobierno de Canarias es un buen ejemplo, por reciente y por sangrante.

El partidismo está condicionado por el calendario electoral. Y estamos en periodo electoral. En septiembre todos los partidos dieron el pistoletazo de salida. Ya se están anunciando candidatos. Ya no se trabaja en los sillones, desde septiembre se trabaja para la portada del periódico.

El partidismo sigue los criterios de la complacencia. No molestar, no generar conflicto, no provocar.... El lujo de hacer políticas “incómodas” solo se permite en los primeros dos años de legislatura, conforme va llegando la fecha de las elecciones la maquinaria del partido se esmera en sacar las actuaciones que se presumen con más consenso. Las más espectaculares. Confiados como están en el factor “olvido del ciudadano”, creen que el votante tiene memoria inmediata y vota conforme a su estado de ánimo de los últimos meses.

El partidismo sigue el criterio de la oportunidad, es decir, la utilización de los instrumentos al servicio del poder para incentivar que la colectividad asuma la necesidad de determinadas acciones partidistas. En Canarias es muy habitual generar la necesidad, con la siempre inestimable colaboración de los medios de comunicación del régimen para, una vez asumida la necesidad por la generalidad, vender la actuación de que se trate cual mérito del partido de gobierno de turno. En Lanzarote llevamos años oyendo que necesitamos más carreteras, más asfalto, más rotondas...la campaña de promoción de los medios afines al gobierno nos bombardea con esas necesidades hasta que consideran que han calado lo suficiente. Y entonces nos ofrecen la obra. Y todos tan contentos. Mientras, en los últimos treinta años no se ha implementado una sola plaza asistencial en la isla, ¿han odio ustedes a los periodistas del cemento pedir plazas para residencias de mayores? ¿para los enfermos crónicos? ¿para los dependientes? 

La política no debe obedecer a la urgencia de los periodos electorales, ni a criterios de oportunidad ni a los deseos de complacencia. La política debiera ser un acto de generosidad ejercido bajo el principio del bien común y de la buena gobernanza. La política debiera estar sometida al objetivo de mejorar la convivencia y a la salvaguarda de la paz y la prosperidad de la ciudadanía. El ejercicio de la política debiera ir dirigido a conseguir la mayor y mejor calidad de vida de los habitantes del planeta, a promocionar la educación, la salud, la justicia y la independencia del ser humano.

No hay mayor patrimonio para un pueblo que la educación de sus ciudadanos. La capacidad de crítica, la igualdad, la participación en los asuntos públicos y la formación en valores de la sociedad son los pilares de una democracia sana y fuerte. La política debe promocionar el valor de lo público y encauzar la participación de los ciudadanos en la construcción de una sociedad cohesionada y solidaria. La gobernanza no es patrimonio de un líder ni de un visionario, la gobernanza requiere la interrelación equilibrada del Estado, la sociedad civil y el mercado con el fin de obtener un desarrollo estable y respetuoso con el espacio donde vivimos y desarrollamos nuestra vida.

En este momento de la historia de la humanidad el respeto y cuidado de las personas no puede sostenerse sin enfrentar con urgencia la reparación del territorio y la biodiversidad. Es el sistema económico el que arrasa con nuestro hábitat. Nuestro principal problema es la economía, no el clima. Los graves problemas del cambio climático derivan directamente de las emisiones, la contaminación y el uso ilimitado de los recursos del planeta, es decir, el planeta se resiente por los efectos de un sistema económico basado en el capitalismo salvaje.

Canarias no es un territorio ajeno a los cambios que se vislumbran. No seremos inmunes a las consecuencias de las subidas de las mareas, ni a la desertización del planeta, ni a los cambios climáticos extremos, ni al calentamiento del océano, ni al colapso civilizatorio... Canarias no es un paraíso aislado del resto del mundo. Tampoco somos ajenos a las causas del problema, promocionamos una industria claramente contaminante como es la industria turística, dependemos de las energías fósiles, generamos emisiones derivadas del tráfico aéreo, dependemos del exterior para comer y beber.

Ante esta realidad incuestionable, aprobar un nuevo PIOT pocos meses antes de las elecciones parcheando el Plan Insular de 1991, previsto para una realidad muy diferente de la actual, para adaptarlo a la Ley del Suelo de 2017, que el PSOE y Podemos prometieron derogar por especuladora y mercantilista con el territorio, es una acción partidista. Una decisión que convertiría el problema de la inexistente política territorial del actual gobierno en una acción caníbal. Infame por cortoplacista, indecente por oportunista, insultante por cínica. Ofensiva con la cultura del territorio de Lanzarote. 

Gobernar para el pueblo pero sin el pueblo es el legado de los déspotas.

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