Pícamelo menudo

Cristobal D. Peñate

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El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, y su vicepresidente, Manuel Domínguez, están jugando al poli bueno y el poli malo en el debate sobre la inmigración y más concretamente sobre el reparto de los menores que se acumulan en Canarias.    

Mientras el primero ha expresado su optimismo por la marcha de las negociaciones entre los dos gobiernos y el PP como intruso, el segundo ha mostrado su pesimismo por el curso de las reuniones y el cariz que están tomando.

En realidad Clavijo y Domínguez son unos cobardes a tiempo parcial porque el primero no se atreve a tirar de las orejas al segundo para no contrariar a su socio de gobierno mientras que el segundo se amilana ante la dirección nacional de su partido y los otros barones autonómicos para no importunarles ni molestarles la siesta en sus comunidades con unos niños africanos que dan la turra mientras ellos intentan descansar de la cogorza. 

Lo cierto es que el PP está jugando con fuego en un asunto tan delicado como la distribución proporcional de los niños inmigrantes por todas las autonomías españolas para que no se queden solo en Canarias y no tengamos que soportar esa responsabilidad descomunal en el archipiélago. No se trata solo de aliviar a Canarias sino también a esos niños inocentes que no tienen ninguna culpa de las discusiones bizantinas de los adultos. 

Es evidente que el miope de Feijóo quiere hacer daño al Gobierno de España dando patadas en el culo a unos niños indefensos. La política de inmigración del PP adolece de todo. Cuca Gamarra, Tellado, Lucy, Bom y otras chicas del montón pretenden desgastar al Gobierno de España con un asunto tan delicado y drástico como la inmigración infantil. 

Si el PP hubiese tenido una mínima voluntad de resolver el problema, hace tiempo que habría votado a favor de la reforma de la Ley de Extranjería, pero su partidismo cegato y majadero ha hecho que sigamos igual que hace dos meses. 

A Clavijo y a Feijóo no se les ha ocurrido otra cosa que firmar un acuerdo sobre la inmigración sin tener en cuenta a los propios inmigrantes, que son los protagonistas de la historia, y al Gobierno central, que es el que corta el bacalao. 

Los barones y baronesas del PP no quieren acoger a los menores que se amontonan en Canarias porque ellos son más de niños rubios con ojos azules. No los miran con humanidad ya que para ellos es una simple mercancía (y nunca mejor dicho) dentro de la política basura en que se ha convertido la migración. 

Sería hilarante e irrisorio si no fuera porque realmente se trata de un asunto dramático. ¿A quién se le ocurre suscribir un pacto sobre inmigración entre un gobierno regional y un partido de la oposición?. Si alguien puede resolver el problema de primera mano es el Gobierno de España, siempre y cuando el primer partido de la oposición le deje y no le siga poniendo pegas y peros (PP).

Da la impresión de que el PP solo quiere resolver el problema migratorio cuando llegue al poder. Como cuando Cristóbal Montoro le contó a Ana Oramas que esperaba que España se hundiera para luego venir ellos a salvarla cuando llegaran al gobierno. 

En esta ocasión la portavoz de Coalición Canaria en el Congreso, Cristina Valido, sí votó junto a los partidos que conforman el Gobierno de España para reformar la Ley de Extranjería. Fueron precisamente los socios de los nacionalistas en las islas los que votaron en contra junto a Vox y Junts, el partido de Puigdemont, los neoconvergentes que no hace muchos años también iban juntos en la coalición electoral nacionalista de derechas formada por la CiU de Jordi Pujol, el PNV y la propia CC. 

Clavijo, en vez de afear al PP por su voto negativo, dirige cínicamente su dedo acusador hacia Pedro Sánchez, que es el líder del partido gubernamental que votó a favor junto a CC. ¿Ustedes lo entienden? Pues píquenmelo menudo, que lo quiero para la cachimba. 

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