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Una pintadera en la frente

Y ayer mismo el periódico seguía destilando lo suyo. En el comentario “Caterva de desagradecidos” arremetía contra los hombres y las mujeres de la cultura canaria en Tenerife que no están de acuerdo con su línea. Los calificó por ello de “parásitos” y de “personajillos que han sido algo en esta sociedad gracias al espacio que, año tras año y cada vez que lo pedían, se les daba en estas páginas”.

Salvo superior opinión facultativa, creo que esta loquinaria reacción refleja la manera de entender el periodismo del editor al afirmar que esos “intelectuales” y “artistas” (el entrecomillado es suyo) lo son porque al periódico le dio la gana promocionarlos, pues antes de tan providencial acogida “sólo los conocían en sus casas a la hora de comer”. De nada valen, por lo visto, el trabajo y las aportaciones de cada uno de ellos. Ha llegado a creer El Día que manda sobre vidas, haciendas y famas y que todo el mundo en Tenerife está obligado a someterse a sus dictados. Al punto de denunciar como sobornados por los “pérfidos dirigentes canariones” a “personajillos” como Cristino de Vera, Olga Ramos, María Orán, Ramón Trujillo, Elfidio Alonso, Carlos Pinto Grotte, Nilo Palenzuela, Rubens Henríquez, Manuel Hernández González, Mari Carmen Mulet, Jose Abad, Benito Cabrera, Eliseo Izquierdo, Rodríguez Placeres, etcétera. No estar de acuerdo con el periódico los convierte en “ratoncillos hipnotizados por la lengua bípeda (sic) y la mirada envidiosa de la serpiente” (Gran Canaria, por supuesto) y pone de manifiesto que “la maldición de Tenerife no es solo Canaria, sino los infiltrados canariones que ahora se han destapado como felones”.

Remata filípica joseantoniana con la amenaza de que “en una próxima edición publicaremos dos páginas con las fotos de los sobornados por la tercera isla”. Ya puestos, no sé porqué no les graban en la frente, a fuego que duele más y no se quita, una pintadera cual estrella de David. Por suerte, El Día no es Tenerife y Fyffes sólo existe ya en sus negras alucinaciones.

Y ayer mismo el periódico seguía destilando lo suyo. En el comentario “Caterva de desagradecidos” arremetía contra los hombres y las mujeres de la cultura canaria en Tenerife que no están de acuerdo con su línea. Los calificó por ello de “parásitos” y de “personajillos que han sido algo en esta sociedad gracias al espacio que, año tras año y cada vez que lo pedían, se les daba en estas páginas”.

Salvo superior opinión facultativa, creo que esta loquinaria reacción refleja la manera de entender el periodismo del editor al afirmar que esos “intelectuales” y “artistas” (el entrecomillado es suyo) lo son porque al periódico le dio la gana promocionarlos, pues antes de tan providencial acogida “sólo los conocían en sus casas a la hora de comer”. De nada valen, por lo visto, el trabajo y las aportaciones de cada uno de ellos. Ha llegado a creer El Día que manda sobre vidas, haciendas y famas y que todo el mundo en Tenerife está obligado a someterse a sus dictados. Al punto de denunciar como sobornados por los “pérfidos dirigentes canariones” a “personajillos” como Cristino de Vera, Olga Ramos, María Orán, Ramón Trujillo, Elfidio Alonso, Carlos Pinto Grotte, Nilo Palenzuela, Rubens Henríquez, Manuel Hernández González, Mari Carmen Mulet, Jose Abad, Benito Cabrera, Eliseo Izquierdo, Rodríguez Placeres, etcétera. No estar de acuerdo con el periódico los convierte en “ratoncillos hipnotizados por la lengua bípeda (sic) y la mirada envidiosa de la serpiente” (Gran Canaria, por supuesto) y pone de manifiesto que “la maldición de Tenerife no es solo Canaria, sino los infiltrados canariones que ahora se han destapado como felones”.