Espacio de opinión de Canarias Ahora
La política de la inestabilidad
La enésima crisis a la que Coalición Canaria ha sometido al gobierno y a las instituciones políticas canarias revela uno de los rasgos sobre los que se ha estado articulando la política canaria en los últimos años. Hace ya cerca de 25 años, nada menos que casi un cuarto de siglo, que Coalición Canaria viene sometiendo al Gobierno de Canarias, a nuestros cabildos y ayuntamientos a periódicos y deliberados vaivenes. Su finalidad superficial es mantener sus ya decrecientes cuotas de poder institucional. Pero esto es, a mi entender, solo la cascarilla. Bajo esa «política de la inestabilidad» subyace también el objetivo algo más sutil de desestabilizar a las fuerzas políticas con las que pacta en cada momento. Eso es lo que Coalición ha hecho, de modo casi sistemático, con el PP y con el PSOE. Y lo ha hecho desde aquel momento (1993) en que las AIC de Manuel Hermoso rompieron el pacto de gobierno que habían firmado con el PSOE, perpetuándola hasta el presente en que de nuevo vuelve a hacerle la misma jugada. Solo recuerdo algunas excepciones, en especial la del último gobierno de Paulino Rivero. Y fue una excepción porque entonces el núcleo duro de ATI –el verdadero promotor de esta política- a quien quería cargarse era precisamente a Paulino.
Pero tengo para mí que el verdadero objetivo de esa práctica política no es otro que, entre crisis y crisis, lograr que Coalición Canaria imponga su desastroso modelo político, social, económico y cultural para Canarias. Lo significativo de esa política coalicionera de la inestabilidad, sustentada sobre los «pactos en cascada», es que quien precisamente auspicia ese tipo de pactos –Coalición Canaria- sabe de antemano que tarde o temprano (por aquí o por allá, en este o aquel Ayuntamiento) los romperá. Poco parece importarle la inestabilidad, dificultades y tensiones a que somete a muchas personas, partidos e instituciones. Su objetivo es someter al otro partido (PP o PSOE, según el caso y dependiendo fundamentalmente de quien gobierna en Madrid) a una presión pública y a una fuerte tensión interna a fin de debilitarlo o incluso desestructurarlo. De ese modo se asegura su hegemonía política, la imposición de su estrategia económica, política y social y, con ello, la satisfacción de los intereses de las oligarquías canarias a las que está vinculada, incluso orgánica y familiarmente.
Como decíamos, en esta legislatura -como siempre tras un periodo prudencial- le ha vuelto a tocar al PSOE canario, el cual parece haber decidido convertirse en el horcón ocasional de Coalición Canaria. Nada distinto de lo ocurrido en otros momentos, salvo algunos detalles. Lo novedoso es que, frente a un partido socialista canario que no ha tenido la capacidad de articular una política de pactos propia y circunstanciada ni los arrestos para forzar a CC a reconducir sus flagrantes incumplimientos, Coalición Canaria se ha visto obligada a buscar otros pretextos (críticas a la gestión de los miembros del gobierno canario del PSOE,…, y la ruptura del pacto en Granadilla como colofón) para volver a provocar la crisis de gobierno y las tensiones internas en el PSOE. Es cierto que el partido socialista canario atraviesa desde hace tiempo una larvada y tensa crisis interna. Pero también lo es que también padece una evidente indefinición respecto a qué hacer en este momento. Ahora dicen que «se ha confirmado la ruptura del pacto, pero no el divorcio», esto es, que se ha roto el pacto pero se sigue en el gobierno, al parecer hasta que el Comité Regional decida. Veremos qué hacen finalmente ante esta nueva deslealtad de CC.
En todo caso, el PSOE canario no lo tiene fácil. Es perfectamente consciente de que CC explora y explota esta política de la inestabilidad, pero sigue instalado en una lucha interna de posiciones que no hace más que agravar sus tensiones internas y debilitar sus posiciones. Desde fuera tiene uno la impresión de que la mayoría de sus dirigentes, acomodados en y acostumbrados a espacios de poder y sin un verdadero proyecto político alternativo para Canarias, no está dispuesta a dar esa batalla y opta contemporizar con esta vergonzante situación. Prefiere esta o aquella componenda o «compensación» a fin de lavar –al menos un poco- la cara del partido ante la opinión pública y seguir en el gobierno. Otros, parecen los menos, aún mantienen la esperanza de volver a situar al PSOE canario como una fuerza de izquierdas y de oposición, aunque eso suponga una cierta travesía sin presencia en el Gobierno canario y apostar por «pactos de progreso» en diversos cabildos y ayuntamientos.
Creo, sin embargo, que ni siquiera esta última opción sea una salida, al menos a largo plazo. Así parece indicarlo una crisis socio-económica que aún persiste y amenaza incluso con agravarse, la emergencia entre amplios sectores de la ciudadanía de una conciencia política más exigente, la aparición de nuevos actores en el tablero político, la dura crisis que afecta al PSOE (al estatal y al canario) y finalmente los graves problemas que afectan a gran parte de la socialdemocracia europea. Por todo ello me temo que es vana ilusión creer que se puede superar la dura quiebra del PSOE y de la socialdemocracia española -y hasta la misma política de inestabilidad coalicionera- volviendo al viejo modelo de un partido cohesionado y convenientemente moderado, esto es, de centro-izquierda. Persistir en este caduco paradigma político es perseverar en la ya artificiosa confrontación entre progresismo y conservadurismo, entre izquierda y derecha. En ese esquema casi todos los gatos son pardos. Por su misma tendencia a la convergencia política e ideológica, a la búsqueda del centro –que no de la centralidad-, ese esquema es ya incapaz de ofrecer orientaciones y propuestas claras a la ciudadanía. En fin, por esa vía solo se persiste en la confusión y la fragmentación artificial de los espacios políticos y, en Canarias, en el reforzamiento de la coalicionera política de la inestabilidad.
La enésima crisis a la que Coalición Canaria ha sometido al gobierno y a las instituciones políticas canarias revela uno de los rasgos sobre los que se ha estado articulando la política canaria en los últimos años. Hace ya cerca de 25 años, nada menos que casi un cuarto de siglo, que Coalición Canaria viene sometiendo al Gobierno de Canarias, a nuestros cabildos y ayuntamientos a periódicos y deliberados vaivenes. Su finalidad superficial es mantener sus ya decrecientes cuotas de poder institucional. Pero esto es, a mi entender, solo la cascarilla. Bajo esa «política de la inestabilidad» subyace también el objetivo algo más sutil de desestabilizar a las fuerzas políticas con las que pacta en cada momento. Eso es lo que Coalición ha hecho, de modo casi sistemático, con el PP y con el PSOE. Y lo ha hecho desde aquel momento (1993) en que las AIC de Manuel Hermoso rompieron el pacto de gobierno que habían firmado con el PSOE, perpetuándola hasta el presente en que de nuevo vuelve a hacerle la misma jugada. Solo recuerdo algunas excepciones, en especial la del último gobierno de Paulino Rivero. Y fue una excepción porque entonces el núcleo duro de ATI –el verdadero promotor de esta política- a quien quería cargarse era precisamente a Paulino.
Pero tengo para mí que el verdadero objetivo de esa práctica política no es otro que, entre crisis y crisis, lograr que Coalición Canaria imponga su desastroso modelo político, social, económico y cultural para Canarias. Lo significativo de esa política coalicionera de la inestabilidad, sustentada sobre los «pactos en cascada», es que quien precisamente auspicia ese tipo de pactos –Coalición Canaria- sabe de antemano que tarde o temprano (por aquí o por allá, en este o aquel Ayuntamiento) los romperá. Poco parece importarle la inestabilidad, dificultades y tensiones a que somete a muchas personas, partidos e instituciones. Su objetivo es someter al otro partido (PP o PSOE, según el caso y dependiendo fundamentalmente de quien gobierna en Madrid) a una presión pública y a una fuerte tensión interna a fin de debilitarlo o incluso desestructurarlo. De ese modo se asegura su hegemonía política, la imposición de su estrategia económica, política y social y, con ello, la satisfacción de los intereses de las oligarquías canarias a las que está vinculada, incluso orgánica y familiarmente.