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Precandidatos y política estadounidense
Como siempre, todo tipo de encuestas acompañarán este viaje. Seremos espectadores, guste o no, de una confrontación electoral que suele modificar muy poco la política estadounidense, porque al final las grandes decisiones internas y de política exterior las tomarán los grandes grupos económicos en la sombra que financian a sus abogados políticos, a los candidatos. Y si alguno pretende salirse del guión lo quitan de en medio como ocurrió con los hermanos Kennedy. O utilizarán a los líderes del Congreso en el caso de que alguna medida de la Casa Blanca pretendiera obstaculizar sus intereses particulares, como le pasó a la reforma de la sanidad intentada inútilmente por Bill Clinton durante su mandato.
Poco debe extrañar entonces la decepción creciente de los ciudadanos respecto a sus propias instituciones políticas. Tres de cada diez personas consultadas por el Wall Street Journal opinan que el bipartidismo está dañado y que hace falta un tercer partido. El 46% exige mayores reformas para sanear el sistema. Siete de cada diez desaprueban las gestiones de los legisladores federales. Esta última actitud tiene que ver, según David Brooks, con la decepción surgida tras las últimas elecciones al Congreso. Los demócratas ganaron sobre todo por haber acogido en la campaña el clamor popular para sacar a las tropas del pantano iraquí. Sin embargo, allí siguen. Ningún precandidato demócrata (Obama, Hillary o Edwards) con opciones, muestra hoy su disposición a que Estados Unidos retire de Irak sus fuerzas armadas antes de 2013. La perspectiva no parece tan distinta a la de los republicanos. Tras el fracaso neoconservador en Oriente Medio, los dos partidos aspiran a mantener durante los próximos años las bases militares para custodiar los enclaves petroleros de un país fragmentado que ellos destruyeron. Los soldados gringos que perdieron la vida en Irak durante 2007 ascienden a 900, el mayor revés militar desde la invasión.
Las preocupaciones de los ciudadanos van cambiando. Otra encuesta coloca en primer lugar a la economía (especialmente tras la crisis de las hipotecas y el estancamiento real de los ingresos familiares), seguida por Irak, el sistema de salud, la inmigración llamada ilegal y finalmente el terrorismo. Los directores de campaña irán modificando las propuestas al ritmo que marquen los sondeos de la opinión pública. Barack Obama ya pescó el orden en las nuevas prioridades de los estadounidenses. Este hijo de madre blanca de Texas y padre negro de Kenia, hace poesía: “Las personas que aman este país pueden cambiarlo”. En Iowa dijo además que el voto por su persona significa “la elección del camino de la esperanza, el cambio está llegando a Estados Unidos”. Promete garantizar la asistencia sanitaria para todos, el fin de la guerra en Irak y lo que haga falta en esta primera etapa. Los precandidatos están dispuestos a ofrecer el gran espectáculo para que todo siga igual. De todas formas, que al criminal de guerra George Walker Bush le falten unos meses para dejar la Casa Blanca representa un alivio.
Rafael Morales
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