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Propagandistas nucleares, ¿sinvergüenzas o criminales? por Octavio Hernández

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Es evidente que llevamos unos años viviendo hechos catastróficos sin precedentes que siembran por el mundo cadáveres y humildad. La crisis atómica es, sin embargo, un gravísimo elemento añadido al panorama aterrador de la destrucción telúrica, porque la naturaleza se ha topado con algo que no debía estar ahí. Es un asunto humano, cuyo reino, se sabe, no es de este mundo... pero está en él.

No voy a poner más adjetivos a la situación, que resulta fácil intuir leyendo entre líneas los teletipos y escuchando a los tipos de la tele. ¿Y qué dicen estos tipos? Estamos asistiendo a declaraciones, más que enervantes, sublevantes. La última, de Obama, dice que va a “reforzar” la industria nuclear en EEUU. ¿Hasta cuándo tenemos que soportar a este payaso? Una ristra de académicos de distintas universidades, salen a reproducir sin rubor las letanías miserables del lobby nuclear, un grupito de superempresarios eléctricos en horas muy, pero que muy bajas, que llevan décadas robando en los recibos y en las arcas públicas, comprando gobiernos de pocas luces gracias a personajillos como Miguel Sebastián, el Atila industrial que Zapatero se sacó de una chistera y que es un chiste en sí mismo. (Hace que echemos de menos a Folgado, quién lo iba a decir). Tenemos que tragarnos a una elementa del Foro Nuclear que miente sin tino en horas de máxima audiencia, con centrales explotando en directo a sus espaldas. La Unión Europea se mueve, pero no para atender a las víctimas, sino para minimizar los daños colaterales de la catástrofe japonesa en los planes de expansión nuclear occidentales, es decir, para diseñar una estrategia con que acallar a la opinión pública, filtrar y censurar los mensajes inconvenientes, embellecer con jardines los edificios atómicos y distribuir pulseritas o lacitos de “I love Japan” entre los operarios de los silos nucleares. ¡Menuda panda de sinvergüenzas! Ministros, asesores, académicos, periodistas, etc. actuando, hablando y escribiendo al dictado de los cuatro Mister Burns de turno, para que la realidad se llene de matices que desmotiven la oposición social. Ver a los presidentes ensayando “medidas” para proteger las ganancias de empresas eléctricas, a militares nerviosos porque igual se ven mañana en el espejo sin el lustre de la medallita de país nuclear, a presentadores de televisión que censuran de manera descarada, pura y dura las opiniones cualificadas que dicen lo evidente: que hay que abandonar esta industria con una cura de humildad, que la expansión y rentabilidad social y medioambiental, y la distribución del impacto económico de la energía renovable es cien veces más rápida que el algo más que peligroso ?está a la vista- recurso atómico. Al menos, parece que se acabaron por un tiempo los zascandiles del imaginativo Miguel Sebastián ?a la orden siempre para jodernos- haciendo referéndums de Bienvenido Mr. Marshall para albergar almacenes de residuos radiactivos. ¿Son sinvergüenzas o criminales? Más bien, estos sinvergüenzas de ahora son los “yo no he sido” de mañana, como los que ahora están acogotados haciendo glubs ante las cámaras de la televisión japonesa, tragando saliva de partículas radiactivas, mientras la población huye porque ya nadie les cree. Pero podemos ponernos a esperar, que no va a ocurrir: si la multiplicación de centrales nucleares prevista se abre paso en medio del silencio de todos nosotros, simples ciudadanos, estos propagandistas sinvergüenzas de hoy nunca van a ser juzgados como criminales, aunque haya que ampliar algunos cementerios. No sé qué harás tú, pero yo pienso oponerme y denunciar a todos estos impresentables, empezando por los de aquí.

Es evidente que llevamos unos años viviendo hechos catastróficos sin precedentes que siembran por el mundo cadáveres y humildad. La crisis atómica es, sin embargo, un gravísimo elemento añadido al panorama aterrador de la destrucción telúrica, porque la naturaleza se ha topado con algo que no debía estar ahí. Es un asunto humano, cuyo reino, se sabe, no es de este mundo... pero está en él.

No voy a poner más adjetivos a la situación, que resulta fácil intuir leyendo entre líneas los teletipos y escuchando a los tipos de la tele. ¿Y qué dicen estos tipos? Estamos asistiendo a declaraciones, más que enervantes, sublevantes. La última, de Obama, dice que va a “reforzar” la industria nuclear en EEUU. ¿Hasta cuándo tenemos que soportar a este payaso? Una ristra de académicos de distintas universidades, salen a reproducir sin rubor las letanías miserables del lobby nuclear, un grupito de superempresarios eléctricos en horas muy, pero que muy bajas, que llevan décadas robando en los recibos y en las arcas públicas, comprando gobiernos de pocas luces gracias a personajillos como Miguel Sebastián, el Atila industrial que Zapatero se sacó de una chistera y que es un chiste en sí mismo. (Hace que echemos de menos a Folgado, quién lo iba a decir). Tenemos que tragarnos a una elementa del Foro Nuclear que miente sin tino en horas de máxima audiencia, con centrales explotando en directo a sus espaldas. La Unión Europea se mueve, pero no para atender a las víctimas, sino para minimizar los daños colaterales de la catástrofe japonesa en los planes de expansión nuclear occidentales, es decir, para diseñar una estrategia con que acallar a la opinión pública, filtrar y censurar los mensajes inconvenientes, embellecer con jardines los edificios atómicos y distribuir pulseritas o lacitos de “I love Japan” entre los operarios de los silos nucleares. ¡Menuda panda de sinvergüenzas! Ministros, asesores, académicos, periodistas, etc. actuando, hablando y escribiendo al dictado de los cuatro Mister Burns de turno, para que la realidad se llene de matices que desmotiven la oposición social. Ver a los presidentes ensayando “medidas” para proteger las ganancias de empresas eléctricas, a militares nerviosos porque igual se ven mañana en el espejo sin el lustre de la medallita de país nuclear, a presentadores de televisión que censuran de manera descarada, pura y dura las opiniones cualificadas que dicen lo evidente: que hay que abandonar esta industria con una cura de humildad, que la expansión y rentabilidad social y medioambiental, y la distribución del impacto económico de la energía renovable es cien veces más rápida que el algo más que peligroso ?está a la vista- recurso atómico. Al menos, parece que se acabaron por un tiempo los zascandiles del imaginativo Miguel Sebastián ?a la orden siempre para jodernos- haciendo referéndums de Bienvenido Mr. Marshall para albergar almacenes de residuos radiactivos. ¿Son sinvergüenzas o criminales? Más bien, estos sinvergüenzas de ahora son los “yo no he sido” de mañana, como los que ahora están acogotados haciendo glubs ante las cámaras de la televisión japonesa, tragando saliva de partículas radiactivas, mientras la población huye porque ya nadie les cree. Pero podemos ponernos a esperar, que no va a ocurrir: si la multiplicación de centrales nucleares prevista se abre paso en medio del silencio de todos nosotros, simples ciudadanos, estos propagandistas sinvergüenzas de hoy nunca van a ser juzgados como criminales, aunque haya que ampliar algunos cementerios. No sé qué harás tú, pero yo pienso oponerme y denunciar a todos estos impresentables, empezando por los de aquí.