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El PSOE lagunero o la descomposición socialista

En 1985, Neil Kinnock, el entonces líder del Partido Laborista del Reino Unido, pronunció un durísimo discurso en el congreso anual del laborismo británico contra algunos cargos y militantes de los sectores más izquierdistas, que se habían hecho con el control del partido en la ciudad de Liverpool y habían puesto en marcha políticas alejadas de los márgenes del sentido común de la mayoría laborista.

Resulta difícil establecer qué es el sentido común de un partido. No es lo mismo, por ejemplo, lo que representaba hace diez años el nuevo laborismo de Tony Blair que lo que representa el actual líder laborista, Jeremy Corbyn, quien precisamente ha provocado la vuelta de algunos de los que se fueron en aquella época. Pero sí resulta bastante más sencillo detectar la extravagancia y el ridículo de una posición política, así como establecer una cierta genealogía de su desarrollo.

Es el caso de lo que está ocurriendo en el PSOE de La Laguna, epicentro hoy del mayor de los bochornos para el socialismo canario. La misma agrupación que revitalizó Alberto de Armas durante la dictadura y que consiguió la alcaldía con Pedro González, un lugar de considerable potencia política e intelectual para el socialismo isleño, es hoy una cochambre política. Todo esto gracias a la mezquindad y el narcisismo de quienes la han dirigido en los últimos años -incluidos los que hoy vociferan desde fuera del partido, como Javier Abreu-. Mientras ellos pactaban y pasteleaban pensando en sus propios intereses, el PSOE lagunero se ha ido deteriorando, perdiendo peso electoral, y se ha alejado abismalmente de quienes, militantes o no, alguna vez se sintieron cerca políticamente del socialismo lagunero.

Si el PSOE federal quisiera acercarse mínimamente a lo que pasa en La Laguna, quizá disolvería la agrupación. Y, en las circunstancias actuales, no creo que se trate de un mecanismo antidemocrático. Es una forma de defender a un partido infiltrado hasta las trancas por quienes trabajan día sí y día también para mantener a Coalición Canaria en el Gobierno. Como esa especie de Rasputín isleño llamado Pedro Ramos, que manda en el PSOE lagunero sin ser visto. Un modo muy oscuro de estar en política.

Claro que hacer esto es también poner en el filo de la navaja al actual secretario general en las islas, Ángel Víctor Torres, que llegó al liderazgo acompañado por Ramos, uno de sus mayores apoyos. Aunque quizá tampoco les venga mal a los socialistas canarios: en estos meses no hemos visto nada más que naderías y grisuras en el liderazgo de Torres, que, si se sostiene en el futuro, lo hará más por el viento electoral favorable -gracias a Pedro Sánchez- que por méritos propios. Pero ahí sigue, con toda la pinta de estar esperando a que los números le den para entrar en un Gobierno. Y mientras, que la cosa se siga descomponiendo.

En 1985, Neil Kinnock, el entonces líder del Partido Laborista del Reino Unido, pronunció un durísimo discurso en el congreso anual del laborismo británico contra algunos cargos y militantes de los sectores más izquierdistas, que se habían hecho con el control del partido en la ciudad de Liverpool y habían puesto en marcha políticas alejadas de los márgenes del sentido común de la mayoría laborista.

Resulta difícil establecer qué es el sentido común de un partido. No es lo mismo, por ejemplo, lo que representaba hace diez años el nuevo laborismo de Tony Blair que lo que representa el actual líder laborista, Jeremy Corbyn, quien precisamente ha provocado la vuelta de algunos de los que se fueron en aquella época. Pero sí resulta bastante más sencillo detectar la extravagancia y el ridículo de una posición política, así como establecer una cierta genealogía de su desarrollo.