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Queremos que el presidente sea comunal*

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Ana Tristán

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Según las informaciones de última hora que llegan cada dos minutos, parece que en España seguimos sin gobierno. Estamos oficialmente desgobernados por no sé cuántos partidos políticos que se afanan, tal es su oficio, en gobernarnos. Los unos pactan y despactan con los unos, los otros hacen lo propio con los otros y el resto, la masa, nos dejamos desgobernar en una apacible y efímera anarquía.

Pues mira, ni tan mal. Voto a bríos que no pienso volver a votar este año. Ya pueden apurar nuestros insignes y no tan insignes políticos su particular Juego de la Silla y sentar a alguien que nos gobierne de una santa vez. A mí esto de la democracia me ha parecido siempre un invento salomónico, moderno y progresista a la par que clásico y conservador, pero ya se están pasando, señorías. Esto de votar cada dos por tres se está convirtiendo en un vicio de lo más molesto.

No es solo el hecho de madrugar un domingo para hacer cola ¡pardiez! es que además una debe leerse los panfletos de todos los partidos para jugar bien su carta de ciudadanía. Desde que nos hemos vuelto unos modernos es todo mucho más complicado que en aquellos viejos tiempos donde todo iba mejor, exceptuando las visitas al dentista. Una ya no puede fiarse de los programas políticos mecanografiados por el departamento de marketing y comunicación, además debemos, como votantes informados y bien educados, realizar un seguimiento radiofónico, periodístico y televisivo de las apariciones públicas de los representantes, secretarios, primos y asesores de los distintos grupos políticos. Y esto ya sí que no. Que yo sepa son los políticos los que trabajan para nosotros, el pueblo, y no al revés. Bastante tengo con trabajar para mi jefe, mi familia, mis gatos y el sistema de consumo mundial, como para tener que hacerlo también para los señores y señoras del desgobierno. Nos están explotando por encima de nuestras posibilidades democráticas y nosotros tan tranquilos.

Desde que en junio de 2018 una moción de censura nos arrebatara a nuestro querido Mariano Rajoy, la política se ha sumido en un bucle de infinito aburrimiento y elecciones, sólo alterado por las refrescantes alocuciones de la también popular, que no comunal, Isabel Díaz Ayuso. Gracias a los dos. Reír nos hará libres, o al menos esclavos felices.

Bromas aparte, todo esto es muy serio y muy solemne, de mantener gesto grave y fruncido entrecejo con el vaso de whisky en una mano y el habano en la otra. España se rompe desde hace muchos siglos y nos va a tocar a nosotros recoger los pedazos, y a ver luego dónde los ponemos. De llegar la fractura definitiva del zócalo patrio, yo apretaría a todas las comunidades en la costa y reubicaría los añicos de la meseta castellana en lo que ahora es Portugal, que obviamente dejaría flotando a la deriva en alta mar, como gusta hacer a nuestro desgobierno con los migrantes.

En 2011, hace tan sólo ocho años que parecen una eternidad, miles de personas acamparon en casi todas las plazas de casi todos los ayuntamientos del país más para mostrar su rechazo a una clase política corrupta y deficiente, que para reclamar sustituta. Miles o muchísimos ciudadanos formaron parte de aquella ola de indignación colectiva simplemente para formar parte de algo, para amortizar las plazas de los ayuntamientos, para experimentar una ola de algo que no fuera de calor, para buscar dónde dicen que está lo colectivo, dónde, dónde. El movimiento duró poco. Gracias a la labor de la policía las tiendas de campaña fueron desapareciendo de las plazas. Gracias al trasvase a Podemos lo hicieron del imaginario colectivo.

Aquella jarana revolucionaria terminó, como casi siempre menos cuando no, integrándose en el Parlamento, calentando silla en pupitre nuevo y engrosando las filas de la susodicha casta. Si entonces nos acusaban, a los votantes de a pie despolitizados, de apatía política y descreimiento, yo ya no sé. Pero hemos aprendido de los fracasos y no cederemos ante el desencanto y la abulia, nosotros, todos y todas a quienes represento por obra y gracia de mi poder de representar, exigimos desde esta columna que el presidente sea comunal. Y turgente.

Y de esta burra no me bajo.

* Extraído y modificado de la película Amanece que no es poco (1989, José Luis Cuerda).

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