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Racismo institucional

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Desde hace unos meses se viene hablando de diferentes situaciones conflictivas que han tenido lugar en la guagua que cubre la línea Arrecife-Tinajo, en las que se han visto involucrados algunos de los menores extranjeros no acompañados acogidos en el albergue de la Santa.

Ahora, tras viralizarse un vídeo en el que un adulto, tras realizar comentarios racistas, inicia un enfrentamiento con dos de esos menores, el Cabildo de Lanzarote, como responsable de los mismos, ha tomado la decisión de que los menores solo se desplacen en vehículos de la entidad que gestiona el albergue y que, en caso de que tuvieran que utilizar el transporte público, lo hagan acompañados de un monitor.

Antes de entrar a valorar esta ocurrencia, resulta obligatorio preguntarse si el Cabildo ha cumplido con su obligación ineludible de poner en conocimiento de la Fiscalía especializada la agresión sufrida por dos menores bajo su custodia a manos de un adulto, cuando circula un vídeo a través del cual resulta posible su identificación y, más allá de la agresión, cabe sostener la existencia de un delito de odio.

No es una cuestión opinable y no es una decisión sujeta a criterios de oportunidad política. La legislación es clara y cuando un cargo público conoce la comisión de un delito tiene la obligación de ponerlo en conocimiento de los jueces, la Fiscalía o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Una obligación que se antoja agravada cuando las víctimas de los delitos de agresión y odio son menores y esos mismos cargos públicos son responsables de su guarda y custodia.

Puede entenderse que la primera preocupación sea evitar que este tipo de actos vuelvan a producirse. Precisamente por eso, para tratar de evitar que se repitan, la acción de las autoridades ha de ser contundente y ejemplar, procurando la intervención de la justicia y la sanción de esos comportamientos.

En cuanto a la ocurrencia, pues no puede calificarse de otra manera, de que los menores tengan que desplazarse en vehículos de la entidad gestora del albergue y solo puedan acceder al transporte público en compañía de un monitor, no puede más que ser objeto de rechazo.

Efectivamente, el Cabildo es responsable de la guarda y custodia de los menores acogidos, como titular del servicio del albergue de La Santa. Entre sus obligaciones, está la de promover el normal desarrollo de los menores a su cargo, lo cual implica, en este caso, favorecer que desarrollen con normalidad su autonomía personal y adquieran el sentido de la responsabilidad en su comportamiento diario.

La medida adoptada por el Cabildo va en el sentido totalmente contrario al restringir la movilidad de los menores, limitando sus desplazamientos en aras de un concepto de seguridad torpe y con tintes racistas.

Si se tratara de un grupo de menores de cualquier barrio de Arrecife que pudieran verse amenazados por un matón, la respuesta nunca sería que esos menores solo salieran a la calle acompañados. Intervendría la policía municipal, para garantizar el libre derecho a desplazarse de los menores afectados.

Pero no son menores de los nuestros. Son menores extranjeros no acompañados, cosificados bajo el tecnicismo MENAS que, además, ha ido adquiriendo una insoportable carga peyorativa. Así que, para proteger al MENA le privamos de sus derechos en vez de poner los medios para garantizarle la movilidad en condiciones de seguridad y, sobre todo, de igualdad con el resto de la población.

Por último, cabe preguntarse por la legalidad de que los vehículos del centro de acogida puedan hacerse cargo del transporte de esos menores. No se trata de aprovechar la coincidencia en un desplazamiento o acudir a un servicio sanitario, se trata de sustituir al transporte público mediante vehículos privados.

El Cabildo, como titular de las competencias de transporte público, no toleraría en ningún caso que un colegio organizara el transporte escolar de su alumnado con los vehículos particulares del profesorado.

Es lo malo de gobernar a golpe de ocurrencias, se abren paso los tics racistas y las soluciones estúpidas.

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