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Realidades africanas para cerrar 2022

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Cerramos un año, este 2022, que para el mundo ha sido algo convulso y complicado. Tratándose nuestro planeta de un lugar tan hiperconectado, África no ha escapado de esta tendencia. En este artículo de hoy, el último del año, voy a tratar de hacerles un resumen de cómo ha sido para África este año 2022 y terminaré con unas pinceladas de aquellas cuestiones a las que creo que deberemos estar más atentos en 2023. 

El año en que abrimos los ojos al cambio climático en África: 2022 será el año que recordaremos todos por ser el que realmente le hizo ver al mundo que el impacto del cambio climático a nivel global se ha cebado especialmente en el continente que menos gases contaminantes emite, el africano. La sequía en el Cuerno de África nos ha ido dejando durante todo el año una situación extrema en países como Somalia, Kenia o Etiopía, a la que tendremos que estar muy atentos en los próximos meses, ya que podría superar las peores hambrunas que se recuerdan, las de los años 80, esas que movilizaron conciertos solidarios mundiales. Las cifras de este escenario son más que preocupantes, y ponen en peligro inmediato de morir de hambre a más de 40 millones de personas, la mayor parte de ellos mujeres y niños.  

El impacto de las inundaciones en diversos países africanos (Nigeria, con más de 400.000 hectáreas anegadas y 1,3 millones de personas desplazadas) ha sido también demoledor. Ello conllevó, por fin, un cierto avance en la COP 27, la africana, la reunión para alcanzar grandes acuerdos alrededor del cambio climático. Para África, un avance más conceptual que práctico: la aprobación de un fondo llamado de ‘daños y pérdidas’, una bolsa de dinero aún vacía con la que los países ricos deben compensar los golpes que, en forma de sequías, calor insoportable, lluvias extremas y ciclones, azotan a los africanos.  

El drama migratorio pervive y caemos en el error de mirar solo las cifras: Quiero darle la importancia debida en cualquier análisis de lo que pase en África al fenómeno migratorio, porque desde Canarias nos afecta directamente. Hace muy pocos días, la ONG Caminando Fronteras le ponía cifras: en los últimos cinco años, la llamada Ruta Canaria de la migración se ha cobrado la vida de 7.692 personas. Es la ruta migratoria marítima más peligrosa y mortífera del mundo. La tendencia de este último año ha sido el incremento de viajes en botes hinchables... peligrosos, mal pertrechados, frágiles e inestables.  

Solo nos queda, como trato de decir siempre, empatizar con el drama que viven las personas que se arriesgan para intentar cruzar. Personalmente, abogo por no caer en la autocomplacencia de decir, con una media de 1.500 personas fallecidas al año, de celebrar descensos de cifras y argumentar que este último año se han reducido las llegadas. La mirada a este fenómeno debe ser amplia, entendiendo que estamos ante algo con lo que conviviremos de forma habitual en los próximos años, y posiblemente, décadas. 

Por ello, nuestro foco debería estar en disponer de las herramientas necesarias y suficientes (dotaciones de personal y patrulleras tanto de Salvamento Marítimo como de la Guardia Civil) para minimizar el riesgo de que mueran ahogados en el mar.  

Mi homenaje más sentido, mi respeto para todos aquellos africanos y africanas que han perdido la vida en la mar y mi abrazo a las familias que aún tienen la esperanza de que un día suene el teléfono y sea el hijo del que no saben nada desde que se subió a la patera.     

La crisis alimentaria y la inflación como factor desestabilizador: La guerra de Ucrania ha evidenciado cómo aún el continente es excesivamente dependiente del exterior, y cómo el incremento de precios de las materias primas que ha generado la invasión de Rusia en todo el mundo ha tenido en África una incidencia especial. En algunos países, como Zimbabue, el alza de precios de este año respecto al anterior supera el 85%, y en otros que parecían balsas de tranquilidad, como Ghana, han acelerado el descontento social y llevado al país al punto del temido ‘default’, cuando ya el Gobierno no es capaz de cumplir con los pagos de su deuda externa.  

La cronificación del conflicto del Sahel y los juegos geopolíticos: Un año complicado para nuestra región vecina, sin duda la más compleja en términos securitarios en estos momentos en África, con una violencia yihadista (incluso con enfrentamientos internos por el territorio entre Al Qaeda y Estado Islámico) que no solo se ha cronificado, sino que amenaza con extenderse a los países con salida al mar, de todo nuestro entorno del África occidental. Ha sido un año convulso para los gobiernos de la región occidental africana, con dos golpes de Estado en Burkina e intentonas que fracasaron en Guinea Bisau y, recientemente, Gambia.  

También el año de la retirada de las tropas francesas de Mali, y de la creciente influencia geopolítica de nuevos actores, como Rusia, algo que en el contexto de la guerra de Ucrania y del resurgimiento de la Guerra Fría nos lleva a temer que esta región se convierta, como dijo la representante especial de la Unión Europea en Casa África, en un teatro de segunda confrontación. El único camino posible a que el Sahel vuelva a ser una zona estable y en paz es que, junto a la estrategia securitaria de frenar la sangría yihadista, pueda trabajarse en el desarrollo de la región: que los ciudadanos malienses, nigerinos, chadianos o burkineses puedan tener oportunidades, emprender y ganarse la vida en un entorno donde su vida no corra peligro.  

Avances y buenas noticias en términos democráticos: No todo el 2022 fue una sucesión de catástrofes. Como siempre, África avanza, pero esos avances no llegan a las aún escasas páginas de periódico o minutos de televisión que ocupan las noticias negativas, algo que sigue echando carbón al fuego del estereotipo africano, que desde Casa África trabajamos incansablemente en combatir. La tregua en Etiopía en su conflicto con la región del Tigray, alcanzada en varias fases durante el año, ha sido un alivio en términos securitarios.  

En lo relativo a la a gobernanza, el pasado mes de agosto, por ejemplo, se celebraban elecciones presidenciales en Kenia, el motor económico del este de África, y existían fundados temores de que podrían conllevar violencia en las calles si los resultados no eran aceptados por vencedores y vencidos. Finalmente no fue así y William Ruto es su nuevo presidente. En términos económicos, la Zona de Libre Comercio de África (la AfCFTA, por sus siglas en inglés) ya ha empezado a conectar con tarifas reducidas mercancías entre países africanos, algo que permite vislumbrar un futuro estimulante si se acompaña de inversiones en materia de electricidad y comunicaciones terrestres y portuarias por todo el continente.   

Un 2023 lleno de retos: Brevemente, para terminar, decirles que este año que empezamos debe hacerlo con la preocupación puesta en esta emergencia alimentaria, fruto de la ‘tormenta perfecta’ de factores que tanto preocupa a los organismos internacionales, especialmente en el Cuerno de África y el Sahel.  

En términos de gobernanza, varios países afrontarán procesos electorales muy importantes para afianzar su estabilidad y futuro. Uno de ellos es Nigeria, que acude a las urnas el 25 de febrero para elegir sucesor de Muhammadu Buhari, que ya no puede presentarse tras haber cumplido dos mandatos. Nigeria tiene enormes retos por delante, como el desafío yihadista (Boko Haram y Estado Islámico) que sufre en un norte muy afectado por la emergencia alimentaria, y el auge de la piratería marítima en el Golfo de Guinea. Otros países como Sierra Leona, Zimbabue, Liberia, Madagascar y la República Democrática del Congo afrontan presidenciales en 2023. Habrá que estar muy atento al Sahel, a cómo evolucionan los acontecimientos alrededor del yihadismo y al acercamiento maliense y ahora burkinés a los rusos, cuya agenda en África tiene más que ver con las minas y con contribuir al descrédito de tradicionales aliados occidentales que con pacificar una región.  

Y si de deseos se trata para 2023, aquí va el mío: más África en los medios de comunicación. Cuanto más sepamos sobre nuestro continente vecino, más empatizaremos, contactaremos y progresaremos juntos. En Casa África hemos cumplido 15 años con este empeño, y así vamos a seguir. Felices fiestas.  

Cerramos un año, este 2022, que para el mundo ha sido algo convulso y complicado. Tratándose nuestro planeta de un lugar tan hiperconectado, África no ha escapado de esta tendencia. En este artículo de hoy, el último del año, voy a tratar de hacerles un resumen de cómo ha sido para África este año 2022 y terminaré con unas pinceladas de aquellas cuestiones a las que creo que deberemos estar más atentos en 2023. 

El año en que abrimos los ojos al cambio climático en África: 2022 será el año que recordaremos todos por ser el que realmente le hizo ver al mundo que el impacto del cambio climático a nivel global se ha cebado especialmente en el continente que menos gases contaminantes emite, el africano. La sequía en el Cuerno de África nos ha ido dejando durante todo el año una situación extrema en países como Somalia, Kenia o Etiopía, a la que tendremos que estar muy atentos en los próximos meses, ya que podría superar las peores hambrunas que se recuerdan, las de los años 80, esas que movilizaron conciertos solidarios mundiales. Las cifras de este escenario son más que preocupantes, y ponen en peligro inmediato de morir de hambre a más de 40 millones de personas, la mayor parte de ellos mujeres y niños.