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Renta básica de las iguales: una solución de raíz

María José Belda Díaz / Yaiza L. Gorrín Rodríguez

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En estos momentos de enfermedad, tanto del sistema como de la población, es necesario aplicar soluciones que vayan al origen de la dolencia, pues atender los síntomas únicamente es insuficiente. Consideramos que hay que terminar con la cronificación, ya sea de una afección o del sistema socioeconómico “Capitalismo”. Es hora de poner fin a los parches que, como sabemos, han generado beneficios de esta situación a unos pocos. Hay que actuar y sanar desde la raíz.

Lo planteamos en un momento tan duro como es esta crisis sanitaria, la cual nos está dividiendo como comunidad, aislándonos, convirtiéndonos en opresoras de nuestras hermanas ya oprimidas, inculcándonos el miedo y dejándonos sin el derecho a la despedida de nuestros seres queridos. Esta falta de humanidad la pasamos desapercibida convirtiendo a las personas en números sin nombres ni caras y donde los memes nos alivian y distraen de este sufrimiento.

Si algo hemos aprendido en nuestro camino y recorrido de conocimiento interno es que el sufrimiento es bastante neurótico y que cuanto más se prolonga más se va equilibrando, hasta que se convierte en un estado de equilibrio perfecto: el equilibrio neurótico. Es aquí donde nos podemos sentir bien y pensar que “estamos en la Salud”, y sin embargo, seguir siendo parte de la maquinaria de producción que no para, que no nos permite sanar. Como activistas y representantes políticas creemos que es imprescindible, en primer lugar, ser honestas con nosotras mismas: es necesario afrontar el miedo y la desigualdad. Esta última nos hace creer que somos superiores o inferiores a las demás, y conlleva, sutilmente, qué derechos tenemos o dejamos de tener.

Es sencillo de entender si prestamos atención a cómo hemos tratado a las personas de los países africanos, quienes han generado la riqueza y estimulado los sistemas económicos de los que hoy en día gozan los países del norte. Se trata de una relación desigual, sustentada en la expoliación y explotación de los recursos del continente, así como fomentar la convicción de que las personas no son dueñas de sus bienes, ni tampoco merecedoras de los derechos (humanos). Nuestras consciencias han sido manipuladas, anestesiadas y defenestradas para convertirnos en las siguientes esclavas, aceptando todo por bueno, o pulpo por animal de compañía, como ustedes prefieran.

Y en ello se basa esta propuesta de sanación de un sistema enfermo, corrupto, perverso, donde la salud se ha convertido en un negocio monopolizado. Tenemos que basarnos en el bien común. promulgado ya desde hace siglos por diferentes comunidades (como la Budista), y desde ahí comenzar a crear un nuevo sistema social y económico, donde los servicios sean públicos ( Sanidad, Educación, Transporte, etc..). Por otra parte, los estados deben recuperar la gestión de los recursos básicos (electricidad, comunicación) que perdieron a finales del siglo XX como consecuencia de políticas avaras y depredadoras. Creemos que hay que incluir, como un derecho básico, los recursos económicos para cada familia, para cada persona, todas con derecho a una forma de vida digna a través de una renta básica de las iguales: iguales todas las personas, desapareciendo las categorías. Un nuevo sistema que anteponga la salud desde la alimentación, donde las dueñas de las semillas de la tierra sean las agriculturas, donde esté garantizado el desuso de los pesticidas y el abuso de lo saludable, donde la competitividad se convierta en compasión y perdón, para enmendar el error tan grande que hemos cometido: la complicidad con los codiciosos que nos han subyugado/oprimido.

Tenemos que asumir que el modelo actual no funciona, no nos sirve. La carencia de empatía y de bondad, los valores que desde que crecemos son anulados por el sistema neoliberal en el que vivimos, han provocado que no avancemos, ni como sociedad ni como personas. Esta pandemia ha hecho aún más visible los fallos de una estructura insostenible con la vida, que ha destruido el concepto de comunidad anteponiendo el de individualismo puro y duro, y que ahora mismo nos está enseñando que nos necesitamos unas a otras, nos guste o no, para salir adelante.

También nos está dando una lección importante sobre la (no) importancia que puede tener nuestra clase social, nuestro nivel adquisitivo (salvo que sea cero, y dependas ahora más que nunca del asistencialismo o la caridad que tanto se ha promovido desde las administraciones públicas, en lugar de destinar recursos a la autonomía personal —en este caso sí que es importante, porque generará más ansiedad, si cabe, a tu vida) o el éxito que podamos tener en nuestra vida profesional, porque eso da igual cuando de problemas de salud se trata.

Ahora más que nunca debemos reflexionar sobre qué modelo de vida aspiramos: si seguimos con este, que nos devora y enferma, tanto física como mentalmente; o si buscamos uno compatible con nuestra naturaleza como personas, en el que trabajar y vivir no sean incompatibles, en el que podamos pasar tiempo con nuestros seres queridos sin tener que renunciar a aquello a lo que queramos dedicarnos profesionalmente o viceversa, y en el que podamos tener la tranquilidad de saber que nuestras necesidades básicas estarán cubiertas.

Creo que este momento es perfecto para pensar en todas estas cuestiones, que pueden sonar utópicas, claro, pero las utopías lo son hasta que se convierten en realidades, y si algo positivo tenemos que sacar de esta situación es que nos ha puesto los pies en la tierra y nos está obligando a aceptar una verdad, por muy dura que sea o por más que cueste asumirla: lo común y lo público nos están salvando.

María José Belda Díaz, portavoz y consejera de Sí Podemos en el Cabildo Insular de Tenerife.

Yaiza L. Gorrín Rodríguez, concejala de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

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