Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Secuencias

Fueron imágenes que nadie pudo controlar. Una dosis de terror tan elevada que apenas resultaba creíble. Sólo con el avance del día la conciencia pudo ir asimilando la salvajada que había hecho añicos los umbrales del siglo XXI. Lo que vino después nos es de sobra conocido. Una respuesta igualmente delirante de Estados Unidos, las armas de destrucción masiva, el metro de Londres, los trenes de Madrid?pero sobre todo la consideración equívoca de que el Islam y el terrorismo de Al Qaeda eran la misma cosa. Nueve años después, según las estadísticas, casi el 50% de la población española admite su rechazo sin tapujos de la cultura y el mundo musulmanes.

Afortunadamente, el pastor desequilibrado que ha tenido en jaque al mundo con el anuncio de la quema del Corán se ha estado quietecito. Hasta Clinton y Obama han tenido que intervenir. La que podía haber liado el tipo este, o mejor, la que han estado a punto de liar los medios de comunicación estadounidenses faltos de noticias importantes. Cualquier persona razonable sabe dos cosas. La primera, que este señor es un radical, un intolerante y un inculto al que no hay que dar cobertura mediática. Y segunda, que una banda terrorista no representa ni a una cultura ni a una religión, sino a sí misma. Es en sí misma intransigente, es en sí misma violenta y se aprovecha de ciertos valores culturales que manipula para sentirse arropada y para darle la justificación que por sí misma no tiene.

Si algo intuimos aquel día, el 11 de septiembre, cuando se vinieron abajo las torres, es que estábamos solos. Quienes buscaron a Dios no encontraron más que escombros, los mismos con los que se quiso reconstruir su imagen en un lado y en el otro, como divinidades en guerra, rodeadas de truenos y de llamas, de libros y de locos, de políticos y terroristas. A partir de ahí todo se volvió una pesadilla, secuencias de otras tantas películas imposibles que siguen teniendo al espectador pegado en la butaca y con la boca abierta.

José María García Linares

Fueron imágenes que nadie pudo controlar. Una dosis de terror tan elevada que apenas resultaba creíble. Sólo con el avance del día la conciencia pudo ir asimilando la salvajada que había hecho añicos los umbrales del siglo XXI. Lo que vino después nos es de sobra conocido. Una respuesta igualmente delirante de Estados Unidos, las armas de destrucción masiva, el metro de Londres, los trenes de Madrid?pero sobre todo la consideración equívoca de que el Islam y el terrorismo de Al Qaeda eran la misma cosa. Nueve años después, según las estadísticas, casi el 50% de la población española admite su rechazo sin tapujos de la cultura y el mundo musulmanes.

Afortunadamente, el pastor desequilibrado que ha tenido en jaque al mundo con el anuncio de la quema del Corán se ha estado quietecito. Hasta Clinton y Obama han tenido que intervenir. La que podía haber liado el tipo este, o mejor, la que han estado a punto de liar los medios de comunicación estadounidenses faltos de noticias importantes. Cualquier persona razonable sabe dos cosas. La primera, que este señor es un radical, un intolerante y un inculto al que no hay que dar cobertura mediática. Y segunda, que una banda terrorista no representa ni a una cultura ni a una religión, sino a sí misma. Es en sí misma intransigente, es en sí misma violenta y se aprovecha de ciertos valores culturales que manipula para sentirse arropada y para darle la justificación que por sí misma no tiene.