Espacio de opinión de Canarias Ahora
Hacia el 'shock' petrolero
Un shock es un proceso de inevitable ajuste de la demanda constante o creciente a una oferta decreciente: es un fenómeno que se puede ya vislumbrar en decenas de países, en forma de desabastecimiento puntual, subidas de los precios de casi todo, acaparamiento, desempleo, conflictos sociolaborales y, en última instancia, el recurso a la dolorosa emigración o a la violencia sin tapujos, desde el Estado o por parte de facciones sociales de cualquier tipo. Este ajuste viene dado, en la cuestión petrolera, fundamentalmente, por motivos geológicos: no se ha descubierto crudo suficiente en las últimas décadas para sustituir a los supergigantes yacimientos que suministran al Mundo; así, pese a que en el periodo 1980-2002 se perforaron 6 veces más pozos de petróleo que en el periodo 1963-1980, únicamente se pudo extraer un 50% menos. Como resultado de este hecho, desde los 80 el consumo global bebe de forma creciente de los llamados “supergigantes” yacimientos antiguos con más de 30 años de existencia, que en más de un 70% suministran de crudo al Planeta, aunque muchos de ellos no pueden ya incrementar físicamente su producción o se encuentran en franco y terminal declive. Más aún, esta situación de inevitable “estrés” petrolero ? un líquido esencial para entender nuestra civilización - lleva, lógicamente, a los países productores a planificar medidas de descenso de las exportaciones, sabedores como son del valor estratégico de sus hidrocarburos para los próximos tiempos.
La diferencia de este shock que ya se vislumbra ? cuyo detonante puede ser un jueves negro de la burbuja financiera, un conflicto bélico, o cualquier otro episodio puntual consecuencia (y no causa) de ese déficit de la oferta para atender la demanda creciente ?, con los que han vivido ya las economías occidentales en 1973 y 1980, es su carácter más o menos permanente y creciente. Es una tendencia históricamente muy diferente a la vivida con anterioridad donde, aunque se conocían, no se habían alcanzado los más que probables límites globales de producción y declive posterior en el que nos encontramos hoy.
Intentar aliviar ese ajuste podría formar parte de nuestra agenda social y económica, si no fuera porque nos negamos a aceptar que exista ese “límite del crecimiento”, y seguimos planificando mantener el status quo actual, pensando en un crudo que no existe o con alternativas tecnofantásticas que no lo son realmente. Mientras no queramos atender a las advertencias de tantos conocedores de las evidencias geológica, física y energética, , sólo cabe esperar a que un shock petrolero nos despierte, para bien, de este letargo acomodaticio y con muy poco futuro que supone el mirar para otro lado en tiempos de crisis energética.
Juan Jesús Bermúdez
Un shock es un proceso de inevitable ajuste de la demanda constante o creciente a una oferta decreciente: es un fenómeno que se puede ya vislumbrar en decenas de países, en forma de desabastecimiento puntual, subidas de los precios de casi todo, acaparamiento, desempleo, conflictos sociolaborales y, en última instancia, el recurso a la dolorosa emigración o a la violencia sin tapujos, desde el Estado o por parte de facciones sociales de cualquier tipo. Este ajuste viene dado, en la cuestión petrolera, fundamentalmente, por motivos geológicos: no se ha descubierto crudo suficiente en las últimas décadas para sustituir a los supergigantes yacimientos que suministran al Mundo; así, pese a que en el periodo 1980-2002 se perforaron 6 veces más pozos de petróleo que en el periodo 1963-1980, únicamente se pudo extraer un 50% menos. Como resultado de este hecho, desde los 80 el consumo global bebe de forma creciente de los llamados “supergigantes” yacimientos antiguos con más de 30 años de existencia, que en más de un 70% suministran de crudo al Planeta, aunque muchos de ellos no pueden ya incrementar físicamente su producción o se encuentran en franco y terminal declive. Más aún, esta situación de inevitable “estrés” petrolero ? un líquido esencial para entender nuestra civilización - lleva, lógicamente, a los países productores a planificar medidas de descenso de las exportaciones, sabedores como son del valor estratégico de sus hidrocarburos para los próximos tiempos.
La diferencia de este shock que ya se vislumbra ? cuyo detonante puede ser un jueves negro de la burbuja financiera, un conflicto bélico, o cualquier otro episodio puntual consecuencia (y no causa) de ese déficit de la oferta para atender la demanda creciente ?, con los que han vivido ya las economías occidentales en 1973 y 1980, es su carácter más o menos permanente y creciente. Es una tendencia históricamente muy diferente a la vivida con anterioridad donde, aunque se conocían, no se habían alcanzado los más que probables límites globales de producción y declive posterior en el que nos encontramos hoy.