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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

El villano Bardem

En cuanto a lo de Bardem, ya ven, se equivoca y no se equivoca Hernando. Yerra al hacerlo residente en Miami porque sigue viviendo en Madrid; pero acierta en lo de “villano”, pues la capital de España mantiene su condición oficial de “Villa”. Lo que me autoriza a considerar al efervescente portavoz un clasista de aquí te espero: la acepción primigenia del palabro designaba a los pobladores de una villa o aldea, para diferenciarlos de los nobles y los hidalgos y resulta significativo que pasara a referirse también, en plan clasista, a individuos rústicos y descorteses para acabar designando a la persona ruin e indigna. Villano es, en definitiva, un tipo de pueblo que se come los huevos fritos con las manos y se toma la sopa a ruidosos sorbetones; tan malcriado que no le cede la acera a los curas y de natural bicho malo que, en este caso, trata de hacerle la puñeta a James Bond. Un partido de clase el PP, sí señor.

No me hubiera parado en la ocurrencia de Hernando de no ser porque no le falta razón a Bardem en que al Gobierno le viene bien el paro. Para mí fue la forma coloquial de referirse al origen de la actual crisis y a cuanto tiene que ver con el éxito del “sistema de libre empresa”, el eufemismo que designa al capitalismo. Si nos remontamos en el tiempo, podemos seguir la larga historia de la batalla de las grandes corporaciones USA contra los restos del New Deal; la que ha encontrado su versión europea en la destrucción del estado de bienestar de la que participa el PP más papista que el Papa. Aunque diga otra cosa para seguir metiéndosela doblada a sus electores, tengo para mí que la actual situación se ajusta a su ideario de acabar con los avances de siglo y medio de luchas sociales.

Por poner una fecha al inicio del proceso, podemos remontamos a principios de los años 70, en USA, cuando se incita a las grandes corporaciones americanas a involucrarse directamente en el poder político y a usarlo con determinación. El llamamiento dio lugar a hitos como las desregulaciones empresariales de Carter y la lucha de Reagan contra los sindicatos, tras su fracaso en las guerras indias del cine. Hasta entonces, por lo menos hasta 1979, tanto en Estados Unidos como en Europa, había un reparto más equitativo de ingresos, pero ya comenzaban a crecer las desigualdades con la predicación intensiva de la libertad de mercado y el mantra de la mayor eficiencia de lo privado. Que lo era, sin duda, porque los salarios reales en USA se redujeron, entre 1969 y 2009, un 28%, mientras aumentaban los beneficios de los grandes grupos empresariales que, entre rebajas de impuestos y su evasión, pasaron de contribuir en un 30% a los ingresos federales a un confortable 6,6%, según el análisis de Greenstone-Looney de 2011, citado por Joseph Fontana. El uso de la dichosa “contabilidad innovadora” les permitía desviar sus beneficios a paraísos fiscales. Unos resultados espectaculares obtenidos mediante la aplicación de las reglas de juego del capitalismo más feroz que determinan una larga persistencia del desempleo, que es a lo que debía referirse Bardem y lo que señalan los analistas.

Se están cargando en Europa, en definitiva, el estado de bienestar, es decir, una política social que mantenga un mínimo de cohesión y cierto grado de redistribución de la riqueza a lo socialdemócrata, que resulta incompatible con esta fase del capitalismo (perdón, del “sistema de libre empresa”) que nos ha colocado a las puertas de una nueva época de regresión y oscurantismo. En España la entronización de las desigualdades implícitas (y buscadas) en este tipo de políticas, la reflejan los beneficios de bancos y grandes empresas y a nivel más pedestre, pero no menos indicativo, el aumento ostensible del consumo de lujo y de gran lujo que ofende a la sensibilidad de la gente pero no a la del Gobierno, a lo que se ve. Sería injusto no reconocer aquí el tremendo saqueo de las arcas públicas como aportación genuina de España.

Privatizaciones como las que se acaban de anunciar en la Sanidad de Madrid forman parte de un designio político del que no escapan las otras comunidades. Nos proponen, además, el enigma de cómo es posible que sostenga el PP que no sufrirá la calidad del servicio.

Enigma sectorial que se añade al global de cómo van a sacarnos de los crisis y generar empleo los recortes con sus secuelas de reducción del consumo, falta de inversiones, desaparición de empresas e incremento constante del paro.

Dicen los pesimistas que lo peor está por venir por lo que apenas me queda la esperanza de que no sea cierto aquello de que un pesimista no es sino un optimista bien informado.

En cuanto a lo de Bardem, ya ven, se equivoca y no se equivoca Hernando. Yerra al hacerlo residente en Miami porque sigue viviendo en Madrid; pero acierta en lo de “villano”, pues la capital de España mantiene su condición oficial de “Villa”. Lo que me autoriza a considerar al efervescente portavoz un clasista de aquí te espero: la acepción primigenia del palabro designaba a los pobladores de una villa o aldea, para diferenciarlos de los nobles y los hidalgos y resulta significativo que pasara a referirse también, en plan clasista, a individuos rústicos y descorteses para acabar designando a la persona ruin e indigna. Villano es, en definitiva, un tipo de pueblo que se come los huevos fritos con las manos y se toma la sopa a ruidosos sorbetones; tan malcriado que no le cede la acera a los curas y de natural bicho malo que, en este caso, trata de hacerle la puñeta a James Bond. Un partido de clase el PP, sí señor.

No me hubiera parado en la ocurrencia de Hernando de no ser porque no le falta razón a Bardem en que al Gobierno le viene bien el paro. Para mí fue la forma coloquial de referirse al origen de la actual crisis y a cuanto tiene que ver con el éxito del “sistema de libre empresa”, el eufemismo que designa al capitalismo. Si nos remontamos en el tiempo, podemos seguir la larga historia de la batalla de las grandes corporaciones USA contra los restos del New Deal; la que ha encontrado su versión europea en la destrucción del estado de bienestar de la que participa el PP más papista que el Papa. Aunque diga otra cosa para seguir metiéndosela doblada a sus electores, tengo para mí que la actual situación se ajusta a su ideario de acabar con los avances de siglo y medio de luchas sociales.