Desde un primer momento relacioné el acontecimiento oprobioso con la violencia de género. Fue un pensamiento automático, pero en toda esta semana he necesitado de la reflexión, la escucha y la opinión de otras expertas para validar o no mi teoría. También para cerciorarme de que “no estaba loca”, ese sambenito que hemos terminado por pensar de nosotras mismas con lo que quiera que opinamos las mujeres, o bien que de mi inconsciente no estuviera surgiendo deformación profesional.
No voy a entrar en el papel de Chris Rock acerca del chiste, del que también tengo mi opinión pero no viene al caso, ni en la opinión generalizada alegrosamente recibida por mi parte de que Jada Pinkett, como mujer, no necesitaba de la tutela de su marido para defenderse. De ella me interesan sus no reacciones.
No afirmo, porque no puedo hacerlo en tanto que no lo sé, que Will Smith sea un maltratador. Me interesa toda la secuencia de su comportamiento y el de su entorno, mujer e hijo, que pueda indicar que pueda haberlo, en este o en cualquier otro caso. De lo que hablo es de aprender a reconocer posibles indicios de maltrato a nuestro alrededor y de, y aquí es donde me voy a centrar, cómo la violencia de género es violencia para todo el entorno.
Cuando escribo estas líneas se ha producido el asesinato, otro, de un niño de 10 años acuchillado por su padre. Desde 2013, cuarenta y siete niños ha sido asesinados por su padre. El asesino, denunciado por maltrato y con orden judicial de alejamiento, ha utilizado la táctica del daño irreparable a su expareja para torturarla de por vida. Quiero recordar que este extremo es la punta de una pirámide que se ensancha hasta la base en un compendio de torturas físicas y psicológicas, de humillaciones y faltas de respeto que se cimenta con el patriarcado, sistema normalizado de hombres que someten a las mujeres a través del machismo más básico y sutil.
Hasta hace nada no se reconocía socialmente que los hijos eran víctimas de la violencia de género. Hace apenas diez años que la psicóloga Sonia Vaccaro identificó a los hijos como víctimas de esta violencia, pero es que la legislación española reconoce y legisla la protección del menor frente a la violencia de género el año pasado.
Pero volvamos a toda la secuencia de Will Smith. En un primer momento se ríe del chiste, no sólo no le molesta sino que le hace gracia. Su reacción violenta nace de la expresión de desaprobación de su mujer inmediatamente posterior a las risas. Ahí es cuando decide levantarse a agredir al presentador. En mi opinión, no es un impulso agresivo. Hay unos segundo de reflexión: lo que tarda en ver la cara de su mujer, piensa, y actúa violentamente. Es meditado en cuestión de segundos. Lo decide.
Valida su comportamiento apoyándose en la defensa de su mujer. Se reafirma en la agresividad con los gritos a Chris Rock desde su asiento y muestra una contundencia en todo lo que hace bastante inquietante (a su vuelta al asiento es un perfecto Cowboy de Medianoche). Luego sube al escenario y llora, parece que se arrepiente y pide disculpas pero oh, “el amor te hace cometer locuras”. Me arrepiento peeero hubo algo que justifica que haya desatado toda mi agresividad. Reacción violenta justificada con un “pero es que tú”.
Jada Pinkett no ha hablado una semana después. ¿Qué se lo impide? A posteriori sigue sin defenderse, sin opinar, sin decir lo que quiera. Es una mujer poderosa en el gremio y los hechos creo que lo demandan. Silencio.
Jaden, el hijo de ambos, en un tuit al día siguiente: “Así es como lo hacemos en casa”. ¿Cómo? ¿Perdona? ¿Qué me estás contando? ¿Estamos pasando esto por alto?
A lo que voy es a que los indicios de posible maltrato de género son varios, están ahí. Cualquiera de su entorno cercano ya debería estar alerta. Mi conclusión es que el violento lo es con todo el entorno. Sólo hemos empezado por reconocerlo con los hijos, la violencia vicaria, pero los familiares de ella, los amigos, los propios familiares del maltratador, compañeros de trabajo, de ocio, entrega de premios de los Oscar...el maltrato permea todas las capas y actores sociales.
Esto consolida la idea de que la violencia de género es un delito de carácter público, nos afecta y atañe a todos. Aprender a detectar posible maltrato a mujeres e hijos requiere de esfuerzo y voluntad. Como ha dicho Jada Pinkett el día después “Es tiempo de curarse y estoy dispuesta a ello”. Curémonos también, pues, de todas las violencias. Es tiempo de ello.