El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Adiós, Eligio
Durante mucho tiempo Eligio Hernández ha estado revoloteando alrededor de José Manuel Soria buscando el salvoconducto hacia su confianza. Lo intentó durante la dura experiencia del caso Salmón, cuando sin que nadie le diera vela en aquel entierro saltó a las páginas de la prensa tinerfeña defendiendo su tesis de que aquel asunto no tenía nada de corrupto y que, en todo caso, corruptos eran el fiscal anticorrupción, Luis del Río, y el denunciante de la operación, un servidor. Quizás fue entonces cuando empezaron a tomar cuerpo mis sospechas de que el ex delegado del Gobierno en Canarias no era trigo limpio, que jugaba a ser más socialista que nadie (la expresión es suya) y más puro que ningún otro humano cuando en realidad era un submarino del Partido Popular en el PSOE y en en todo lo que podríamos calificar como su entorno. Esa defensa de los presuntos corruptos del caso Salmón y su ataque a los denunciantes me trajo a la memoria el único pleito penal que he perdido frente a José Manuel Soria, el de La Favorita, en el que resulté condenado a 4.000 euros de indemnización al hoy ministro de Industria en funciones, y al pago de una multa muy alta, 20.000 euros. Me defendió Eligio Hernández y en aquel juicio hizo algo que llamó poderosamente la atención a todos los abogados, pero cuando ya no había remedio. El ex fiscal general del Estado renunció al interrogatorio del querellante, Soria, justo en una causa de persecución a un periodista por un delito de opinión en el que el Ministerio Fiscal se había pronunciado desde el principio por el archivo. Demasiado tarde entendí que renunciar al interrogatorio era impedir el contraste entre lo que publicamos y lo que realmente hizo el querellante en la operación de La Favorita, es decir, conseguir la exceptio veritatis (prueba de la verdad), que podría haber conducido a la absolución. Pero no era solo eso, Eligio lo que pretendía era no importunar al poderoso con un interrogatorio que pudiera resultarle incómodo y que, a la postre, le impidiera situarse en el foro como lo que posteriormente ha sido: el público defensor de empresarios, funcionarios y políticos pringados por corrupción hasta las trancas. Tantos esfuerzos por demostrar que es uno de los suyos recibieron esta semana su recompensa. Soria pronunció este lunes la frase que debía ser más humillante para el vicepresidente de la Fundación Juan Negrín, para el histórico militante socialista, para el luchador por la justicia, para el ilegal fiscal general del Estado, para el ex magistrado, para el delegado del Gobierno que tanto se interesó por casos como el crimen del secretario de Olarte. Soria dijo: “He encargado al letrado Eligio Hernández…” Eligio, empleado de Soria. Tremendo.
A mí la corrupción
Siempre fue enemigo de los jueces y magistrados que no rendían tributo a los poderosos, los pocos que en Canarias lograron abrir la brecha de la investigación de la corrupción a cualquiera de los niveles que se manifestara. Por eso pronto fueron blanco de sus duras críticas (y algunos insultos) magistrados como Miguel Ángel Parramón o Victoria Rosell, o fiscales como Luis del Río o María Farnés Martínez, o más recientemente la jueza que condenó a los políticos y funcionarios del caso Mamotreto, Beatriz Méndez, a la que se refirió en un recurso de un modo que la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife llegó a calificar de “delictivo”. Nunca le han gustado los jueces que se ocupan de otras cosas que no sean las condenas a los robagallinas y alcanzan en sus investigaciones, por ejemplo, a empresarios esclavistas imputados por explotar a marroquíes sin contrato ni cobertura sanitaria que luego se hacen los locos a la hora de pagar las consecuencias de un grave accidente laboral. Se desgañitó defendiendo al ex presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas José Antonio Martín, al que situó como víctima de una cacería de jueces estúpidos después de haber sido sorprendido asesorando a un narcotraficante al que tenía que calificar una libertad provisional. Y participó activamente, junto al rey de la noche lagunera, Evaristo González, en la confección de la querella contra el magistrado César Romero Pamparacuatro, titular del mismo juzgado de La Laguna donde trabaja su esposa como funcionaria, por haber osado investigar una oscura trama de corrupción en la que resultó colateralmente salpicado el ex alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, hoy presidente de Canarias. Siempre del lado de lo mejor de cada casa, como puede apreciarse fácilmente.
El libertador de Cubillo
Un periodista amigo, de Tenerife por más señas, conocedor de la trayectoria y la deriva del Pollo del Pinar, lo clavó este lunes con tan solo una frase brava: “Eligio está chocheando desde que cumplió los 40”. Nunca he hecho el cálculo, pero conozco una gran parte de su trayectoria política porque ha corrido paralela a la mía como periodista y, durante un corto periodo de mi vida, como responsable de prensa del PSOE de Canarias. De lo que viví en esta faceta profesional debo guardar sigilo por exigencia profesional, pero no de todo lo que es de general conocimiento de su etapa como delegado del Gobierno o fiscal general del Estado. En nuestra propia hemeroteca constan referencias a sus propias palabras cuando presumió de haber hecho gestiones para liberar a Antonio Cubillo en nombre de una reconciliación que desde luego ahora niega a cualquier tipo de independentismo, como él mismo ha reflejado apasionantemente en sus apariciones en 13 TV. Siendo ministro del Interior José Barrionuevo le pidió que le diera “luz verde” para intervenir ante el juez Ismael Moreno, de la Audiencia Nacional, para liberar al independentista canario. Obtenido el plácet del ministro, y a pesar de la negativa del Ministerio Fiscal, cuenta el Pollo del Pinar, “crucé la calle Génova y me fui a ver al juez de instrucción del Juzgado número 1 de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, que había sido compañero mío. Él sacó el sumario, que estaba perdido en las estanterías… y me dijo que se le podía poner en libertad con una fianza de 300.000 pesetas”. Cuando la periodista de La Provincia le pregunta el motivo de la causa contra Cubillo en la Audiencia Nacional, este dechado de responsabilidad pública y deontología a prueba de bomba contesta de este modo tan antológico: “Por unas bombas que pusieron. Estaba procesado por inductor, pero los autores materiales habían sido absueltos, no tenía sentido”. “Las bombas que pusieron”, como pueden concluir muchos de nuestros lectores, fueron las que hizo estallar el MPAIAC en el aeropuerto de Gran Canaria el 27 de marzo de 1977 causando la muerte de una persona y que provocaron el desvío de todas las aeronaves a Los Rodeos, en Tenerife, donde por culpa de aquella saturación ocurrió el peor accidente de la historia mundial de la aeronáutica, con 583 muertos. Sí, en esa liberación tan patriótica estuvo también Eligio Hernández. (Puede leer esas declaraciones de 2012 aquí).
Empleado de Soria
Pero lo que nunca cabía esperar de Eligio Hernández era que se humillara hasta el límite de ofrecerse como letrado al servicio de José Manuel Soria para actuar penalmente contra una magistrada progresista, de ésas que tan poco gustan al Pollo del Pinar, Victoria Rosell, actualmente diputada de Podemos y, que quede claro para quien lo ignore, mi pareja. Su ciega animadversión hacia ella y hacia mí le ha llevado a la más grotesca perversión de la venganza, aliándose con quien es dentro de su partido, el PSOE, la encarnación misma de lo peor de la derecha canaria y el símbolo indiscutible de la impunidad y la protección de los corruptos y de la corrupción. Se ha arrastrado durante mucho tiempo intentando conseguir de Soria que le ungiera con la consideración de uno de los suyos y que eso se tradujera públicamente en el encargo profesional de actuar penalmente contra la magistrada Victoria Rosell. Lo anunciaba abiertamente en un artículo que le publicó La Provincia el pasado 30 de enero bajo el desafortunado título de “La vesánica diputada Rosell”, que le fue enmendado por el psiquiatra (la mejor especialidad para refutarle, por lo que parece) Enrique Hernández Reina, en el mismo periódico y en este que tiene el lector en pantalla. En su último párrafo, el Pollo del Pinar decía esto: “Ahora la diputada Rosell ya no tiene el incontrolado poder de un juez de instrucción del que ha abusado perversamente. Va a tener que soportar muchas críticas y descalificaciones desde que suba a la tribuna del Congreso y se manifieste su mediocridad profesional e intelectual, o cuando sea interrogada más pronto que tarde en el Tribunal Supremo por la comisión de un presunto delito en una causa que motivó un enfrentamiento con el Ministerio Fiscal”. Era el servil ofrecimiento que públicamente le hacía Eligio Hernández a José Manuel Soria, que acto seguido ordenó a su abogado de siempre, Nicolás González-Cuellar, que retirara la absurda querella por injurias y calumnias que había presentado en los juzgados de Plaza de Castilla. En su lugar, Eligio prepara una de las suyas, cargadas con sus babas y sus relaciones con las puñetas del más alto tribunal español, pero por un delito o delitos (nada se sabe todavía) que no apreciaron ni la Fiscalía de Las Palmas ni, en su fase disciplinaria, el Consejo General del Poder Judicial. Pero todos sabemos que Eligio Hernández sabe un montón de Derecho. Y la yema del otro.
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