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Con alevosía y a espaldas de todos

Durante horas y días se trabajaron los responsables de protocolo de los distintos organismos (Casa Real, Ministerio de Turismo, Gobierno de Canarias, Cabildo, Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y profesionales amigos, que en esa profesión son todos un encanto y tienen la sana costumbre de ponerse de acuerdo entre ellos y facilitar la actividad de sus jefes) para cerrar la primera fila de precedencias sin que nada chirriara. Todo estaba listo desde la víspera cuando a las nueve y media de la mañana llega nuestro personaje, el ínclito Juan Santana, mago como ninguno, indocumentado como el que más, y cambia la primera fila para colar a la diputada regional Águeda Montelongo. Y ante el requerimiento de la maúra en cuestión, no se le ocurre otra cosa que quitar de la fila al organizador del evento, al secretario general de la OMT. Y todo eso sin decírselo ni negociarlo con nadie de la legión de expertos en protocolo se encontraban presentes y materia que, está claro, el individuo ni conoce ni le importa, ni conocerá nunca por mucho que algún día pase a importarle. Porque si supiera, sabría que una vicepresidenta de un Parlamento no puede representar a su presidente, y que una delegada del Gobierno no va por delante del secretario general de un organismo de la ONU que, para mayor cagada, organiza el acto.

Durante horas y días se trabajaron los responsables de protocolo de los distintos organismos (Casa Real, Ministerio de Turismo, Gobierno de Canarias, Cabildo, Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y profesionales amigos, que en esa profesión son todos un encanto y tienen la sana costumbre de ponerse de acuerdo entre ellos y facilitar la actividad de sus jefes) para cerrar la primera fila de precedencias sin que nada chirriara. Todo estaba listo desde la víspera cuando a las nueve y media de la mañana llega nuestro personaje, el ínclito Juan Santana, mago como ninguno, indocumentado como el que más, y cambia la primera fila para colar a la diputada regional Águeda Montelongo. Y ante el requerimiento de la maúra en cuestión, no se le ocurre otra cosa que quitar de la fila al organizador del evento, al secretario general de la OMT. Y todo eso sin decírselo ni negociarlo con nadie de la legión de expertos en protocolo se encontraban presentes y materia que, está claro, el individuo ni conoce ni le importa, ni conocerá nunca por mucho que algún día pase a importarle. Porque si supiera, sabría que una vicepresidenta de un Parlamento no puede representar a su presidente, y que una delegada del Gobierno no va por delante del secretario general de un organismo de la ONU que, para mayor cagada, organiza el acto.