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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Desprestigiar a un interventor

Claudio guión (el alcalde calla) pide informes paralelos, como Pepa, claro, pero hasta en eso se equivoca, el muy altanero. Porque para tratar de saltarse los reparos del interventor a la contratación de nuevos jefes de servicio rescatados de la plantilla de la Comunidad Autónoma no se le ocurrió mejor cosa que recurrir a otro jefe de servicio que no es funcionario municipal, sino precisamente autonómico, José Cabrera, cargo de confianza del grupo de gobierno. Tal elección fue una de las irregularidades conocidas el pasado viernes en el pleno, lo que sirvió para que a los reparos del interventor se uniera la oposición de la secretaria general de la Corporación, generalmente poco dada a la discrepancia. Ana María Echeandía se opuso a la forma con la que se ha tramitado este expediente de la traída de funcionarios de la Comunidad Autónoma, al que ha puesto numerosos reparos el interventor, Eduardo Goig por considerar que no hay partida presupuestaria para asumir esos nuevos emolumentos, hay funcionarios municipales con categoría y preparación para asumir esas tareas y, en algunos casos, ni siquiera están ofertadas las plazas. Unas objeciones, ya ven, fácilmente para el público municipal y espeso, incluso para Claudio y Juanjo, salvo que lo que se pretenda sea hacer lo que te sale del gaznápiro y llevarte por delante, además de la legalidad vigente, a los funcionarios del cuerpo estatal que han de velar por esa legalidad. Amulados porque no consiguen sus propósitos por la vía natural, Juanjo y Claudio se han dedicado a la guerra sucia contra el interventor, al que han llegado a acusar veladamente de chantajearles (“No vamos a permitir el chantaje de nadie, ni siquiera de los funcionarios”, ole). Esa vendetta, tan impropia en quienes deben hacer piña con los que vigilan la lata del gofio, ha consistido en filtrar a la prensa hasta el sueldo del alto funcionario, que fíjense ustedes qué ofensa, “gana más que el señor alcalde”. Que nos perdone el señor Cardona, pero atendiendo solo a criterios de pura competencia, no hay mucho que discutir. Pero si nos atenemos a que los sueldos de los funcionarios están reglados y que el señor Goig tiene más trienios que el hotel Metropole, hasta poco cobra para las impertinencias que tiene que estar aguantando.

Claudio guión (el alcalde calla) pide informes paralelos, como Pepa, claro, pero hasta en eso se equivoca, el muy altanero. Porque para tratar de saltarse los reparos del interventor a la contratación de nuevos jefes de servicio rescatados de la plantilla de la Comunidad Autónoma no se le ocurrió mejor cosa que recurrir a otro jefe de servicio que no es funcionario municipal, sino precisamente autonómico, José Cabrera, cargo de confianza del grupo de gobierno. Tal elección fue una de las irregularidades conocidas el pasado viernes en el pleno, lo que sirvió para que a los reparos del interventor se uniera la oposición de la secretaria general de la Corporación, generalmente poco dada a la discrepancia. Ana María Echeandía se opuso a la forma con la que se ha tramitado este expediente de la traída de funcionarios de la Comunidad Autónoma, al que ha puesto numerosos reparos el interventor, Eduardo Goig por considerar que no hay partida presupuestaria para asumir esos nuevos emolumentos, hay funcionarios municipales con categoría y preparación para asumir esas tareas y, en algunos casos, ni siquiera están ofertadas las plazas. Unas objeciones, ya ven, fácilmente para el público municipal y espeso, incluso para Claudio y Juanjo, salvo que lo que se pretenda sea hacer lo que te sale del gaznápiro y llevarte por delante, además de la legalidad vigente, a los funcionarios del cuerpo estatal que han de velar por esa legalidad. Amulados porque no consiguen sus propósitos por la vía natural, Juanjo y Claudio se han dedicado a la guerra sucia contra el interventor, al que han llegado a acusar veladamente de chantajearles (“No vamos a permitir el chantaje de nadie, ni siquiera de los funcionarios”, ole). Esa vendetta, tan impropia en quienes deben hacer piña con los que vigilan la lata del gofio, ha consistido en filtrar a la prensa hasta el sueldo del alto funcionario, que fíjense ustedes qué ofensa, “gana más que el señor alcalde”. Que nos perdone el señor Cardona, pero atendiendo solo a criterios de pura competencia, no hay mucho que discutir. Pero si nos atenemos a que los sueldos de los funcionarios están reglados y que el señor Goig tiene más trienios que el hotel Metropole, hasta poco cobra para las impertinencias que tiene que estar aguantando.