El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Don Pepito: “Nunca fuimos franquistas”
Lo decía el dictador a modo de corolario de sus principios fundamentales: “Haga como yo, no se meta en política”. Don Pepito cada vez se parece más a su admirado Francisco Franco, al que venera en la intimidad y trata ?sin éxito- de denostar en sus encendidos editoriales independentistas como si pensara que sus lectores son imbéciles. Las pastorales de este fin de semana lo delatan cruelmente y reflejan la contradicción en la que tiene que estar desenvolviéndose en estos tiempos tan convulsos el propietario, editor, director y timonel del periódico El Día. Como es norma de la casa cada vez que alguien se lo echa en cara o simplemente se lo insinúa, don Pepito salió en estampida el sábado a proclamar que “nunca fuimos franquistas; fuimos víctimas de un régimen totalitario que jamás apoyamos, ni reivindicamos en la actualidad, ni añoraremos en el futuro”, para en el mismo párrafo, dos frases después, deponer lo siguiente: “Y la verdad es que no le faltaba razón a Franco cuando prohibió los partidos políticos y los sindicatos”. Le quedó muy democrático, sí señor. Venían a cuento estas profundas reflexiones del editorial sabandeño por el ataque infligido por algún periodista tinerfeño, que al parecer, lo tachó de franquista, xenófobo y desquiciado. Y no solo por su adhesión inquebrantable a los Principios Fundamentales del Movimiento, ni por la evidente condena de xenofobia proclamada por el Parlamento regional en los tiempos más delicados de la inmigración en pateras, sino también por su rechazo a la isla de Gran Canaria y a sus canariones del alma. Pero él dice que no es verdad, y lo dice así: “Nada tenemos contra nuestros hermanos de la tercera isla” (?) “solo reprobamos la actitud de unos políticos enloquecidos por sus aires de grandeza que, junto con los falsos nacionalistas de Coalición Canaria, bajo la absurda y necia presidencia de Paulino Rivero, son los mejores aliados del invasor metropolitano”. Llama a Gran Canaria “tercera isla”, una manera muy conciliadora de demostrar su fraternidad.
Lo decía el dictador a modo de corolario de sus principios fundamentales: “Haga como yo, no se meta en política”. Don Pepito cada vez se parece más a su admirado Francisco Franco, al que venera en la intimidad y trata ?sin éxito- de denostar en sus encendidos editoriales independentistas como si pensara que sus lectores son imbéciles. Las pastorales de este fin de semana lo delatan cruelmente y reflejan la contradicción en la que tiene que estar desenvolviéndose en estos tiempos tan convulsos el propietario, editor, director y timonel del periódico El Día. Como es norma de la casa cada vez que alguien se lo echa en cara o simplemente se lo insinúa, don Pepito salió en estampida el sábado a proclamar que “nunca fuimos franquistas; fuimos víctimas de un régimen totalitario que jamás apoyamos, ni reivindicamos en la actualidad, ni añoraremos en el futuro”, para en el mismo párrafo, dos frases después, deponer lo siguiente: “Y la verdad es que no le faltaba razón a Franco cuando prohibió los partidos políticos y los sindicatos”. Le quedó muy democrático, sí señor. Venían a cuento estas profundas reflexiones del editorial sabandeño por el ataque infligido por algún periodista tinerfeño, que al parecer, lo tachó de franquista, xenófobo y desquiciado. Y no solo por su adhesión inquebrantable a los Principios Fundamentales del Movimiento, ni por la evidente condena de xenofobia proclamada por el Parlamento regional en los tiempos más delicados de la inmigración en pateras, sino también por su rechazo a la isla de Gran Canaria y a sus canariones del alma. Pero él dice que no es verdad, y lo dice así: “Nada tenemos contra nuestros hermanos de la tercera isla” (?) “solo reprobamos la actitud de unos políticos enloquecidos por sus aires de grandeza que, junto con los falsos nacionalistas de Coalición Canaria, bajo la absurda y necia presidencia de Paulino Rivero, son los mejores aliados del invasor metropolitano”. Llama a Gran Canaria “tercera isla”, una manera muy conciliadora de demostrar su fraternidad.