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Opinión | Ya empezamos, por Antón Losada

Por donde pasa cae un periodista

La estrella de la semana ha sido, por méritos propios, la periodista (ejem) Teresa Cruz, esposa de Larry Álvarez y paradigma del nepotismo del PP canario. Ya saben que su más reciente hazaña ha consistido en ser sujeto de la última canallada del partido de su marido, que a través de José Manuel Soria, ha impuesto a Pepa Luzardo y ésta a Rafael Nebot, el cambio de jefa de prensa del teatro Pérez Galdós. La Cruz tiene una acreditada biografía especializada en pisotear a periodistas allá donde se le ha antojado estar. Cuando vino a Canarias de la mano de Luis Larry, consiguió que El Mundo quitara a su corresponsal de entonces, Cristóbal Peñate, y la pusiera a ella. Al periodista canario le explicaron que era una decisión de Pedro J. por los compromisos con Soria, que tiempo después enchufó a la esposa del director de El Mundo, Ágatha Ruíz de la Prada, en una exposición en el CAAM, y colocó 300.000 euros al año en los presupuestos insulares para unos premios fantasmagóricos instituidos por la empresa editora de ese diario.

La estrella de la semana ha sido, por méritos propios, la periodista (ejem) Teresa Cruz, esposa de Larry Álvarez y paradigma del nepotismo del PP canario. Ya saben que su más reciente hazaña ha consistido en ser sujeto de la última canallada del partido de su marido, que a través de José Manuel Soria, ha impuesto a Pepa Luzardo y ésta a Rafael Nebot, el cambio de jefa de prensa del teatro Pérez Galdós. La Cruz tiene una acreditada biografía especializada en pisotear a periodistas allá donde se le ha antojado estar. Cuando vino a Canarias de la mano de Luis Larry, consiguió que El Mundo quitara a su corresponsal de entonces, Cristóbal Peñate, y la pusiera a ella. Al periodista canario le explicaron que era una decisión de Pedro J. por los compromisos con Soria, que tiempo después enchufó a la esposa del director de El Mundo, Ágatha Ruíz de la Prada, en una exposición en el CAAM, y colocó 300.000 euros al año en los presupuestos insulares para unos premios fantasmagóricos instituidos por la empresa editora de ese diario.