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La toma pacífica de la Sexta Planta

Este viernes no se conmemoró ni la Toma de la Bastilla ni el Asalto al Palacio de Invierno. Con todas las armas y bagajes disponibles para estos casos: cochitos, chupitas, sonajeros, muñequitas inseparables (“´¡¿Ónde mi Lulila?!”) y una parte de los 52 niños ociosos sin guardería, padres y abuelos ocuparon sin revuelo y con mucho civismo la poderosa Sexta Planta del Hotel Metropol, donde se corta el bacalao en la capital grancanaria. El trajín de funcionarios y personal de confianza del grupo de gobierno debía sortear, como podía, la suerte de barricadas de andar por casa que llenó la antesala del despacho de Pepa. La Sexta parecía la consulta del pediatra y menos mal que el buen decoro imperó siempre, sin necesidad de cambiar pañales en tan noble habitáculo. Al final, un grupo de padres pudo entrevistarse durante una interminable hora y media con el concejal de Urbanismo, Felipe Afonso El Jaber. Hubo rudeza e inflexibilidad de entrada y más mano izquierda y corazón para la despedida, llamada telefónica de por medio. Gusiluz tiene ahora en su mano un destello de luz, al final del túnel en el que se han metido sin comerlo ni beberlo medio centenar de familias de Gran Canaria. De cumplir con todos los requisitos exigidos por la normativa municipal, la chiquillería podría pronto reencontrarse en su casa de juegos. Y no en manifestaciones tan precoces. Aunque alegren la mañana y den vida al Ayuntamiento.

Este viernes no se conmemoró ni la Toma de la Bastilla ni el Asalto al Palacio de Invierno. Con todas las armas y bagajes disponibles para estos casos: cochitos, chupitas, sonajeros, muñequitas inseparables (“´¡¿Ónde mi Lulila?!”) y una parte de los 52 niños ociosos sin guardería, padres y abuelos ocuparon sin revuelo y con mucho civismo la poderosa Sexta Planta del Hotel Metropol, donde se corta el bacalao en la capital grancanaria. El trajín de funcionarios y personal de confianza del grupo de gobierno debía sortear, como podía, la suerte de barricadas de andar por casa que llenó la antesala del despacho de Pepa. La Sexta parecía la consulta del pediatra y menos mal que el buen decoro imperó siempre, sin necesidad de cambiar pañales en tan noble habitáculo. Al final, un grupo de padres pudo entrevistarse durante una interminable hora y media con el concejal de Urbanismo, Felipe Afonso El Jaber. Hubo rudeza e inflexibilidad de entrada y más mano izquierda y corazón para la despedida, llamada telefónica de por medio. Gusiluz tiene ahora en su mano un destello de luz, al final del túnel en el que se han metido sin comerlo ni beberlo medio centenar de familias de Gran Canaria. De cumplir con todos los requisitos exigidos por la normativa municipal, la chiquillería podría pronto reencontrarse en su casa de juegos. Y no en manifestaciones tan precoces. Aunque alegren la mañana y den vida al Ayuntamiento.