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El viaje que nunca olvidará

Para aquel viaje, Soria se benefició de su amistad con Lyng para proporcionarse unos lujos que, de otro modo, no estarían a su alcance. En el jet privado del exitoso empresario noruego, que lo poseía en régimen de leasing, el ministro, su esposa y uno de sus hijos disfrutaron de un viaje de lujo que tuvo como primera escala Salzburgo, donde acudieron a un concierto. Tras un regreso fugaz a Gran Canaria para dejar a la esposa de Lyng, nada aficionada a la pesca, Soria y su esposa incorporaron al mayor de sus hijos a la expedición y realizaron la segunda parte del periplo, esta vez a la citada localidad noruega. Aquel viaje le supuso al hoy ministro una denuncia por cohecho impropio (el mismo que sufrió Francisco Camps) que le fue archivado por la inmensa bondad de la juez instructora y porque el fiscal anticorrupción, que apreció la existencia de delito, lo dio por prescrito. Fueron nueve meses como imputado que agriaron aún más el carácter de Soria, que jamás se imaginó tener que pasar un trance así: explicar sus cuentas, la cantidad de dinero que acostumbra portar en metálico (4.000 euros), sus relaciones con el empresario propietario del jet, sus privilegios en Anfi del Mar, su capacidad para mentir a una juez y a un fiscal? y sobre todo, su incontenible afán de venganza. Desde la Policía a los periodistas, pasando por el fiscal y por el PSOE, al que culpa de su comportamiento inmoral, han sido víctimas de su revancha.

Para aquel viaje, Soria se benefició de su amistad con Lyng para proporcionarse unos lujos que, de otro modo, no estarían a su alcance. En el jet privado del exitoso empresario noruego, que lo poseía en régimen de leasing, el ministro, su esposa y uno de sus hijos disfrutaron de un viaje de lujo que tuvo como primera escala Salzburgo, donde acudieron a un concierto. Tras un regreso fugaz a Gran Canaria para dejar a la esposa de Lyng, nada aficionada a la pesca, Soria y su esposa incorporaron al mayor de sus hijos a la expedición y realizaron la segunda parte del periplo, esta vez a la citada localidad noruega. Aquel viaje le supuso al hoy ministro una denuncia por cohecho impropio (el mismo que sufrió Francisco Camps) que le fue archivado por la inmensa bondad de la juez instructora y porque el fiscal anticorrupción, que apreció la existencia de delito, lo dio por prescrito. Fueron nueve meses como imputado que agriaron aún más el carácter de Soria, que jamás se imaginó tener que pasar un trance así: explicar sus cuentas, la cantidad de dinero que acostumbra portar en metálico (4.000 euros), sus relaciones con el empresario propietario del jet, sus privilegios en Anfi del Mar, su capacidad para mentir a una juez y a un fiscal? y sobre todo, su incontenible afán de venganza. Desde la Policía a los periodistas, pasando por el fiscal y por el PSOE, al que culpa de su comportamiento inmoral, han sido víctimas de su revancha.