Una semana después de que el Gobierno de España declarara el Estado de Alarma ante la emergencia sanitaria del COVID-19, la calidad del aire de Canarias ha pasado de suponer un “riesgo inminente para las personas más vulnerables (niños, ancianos y personas con enfermedades cardiorrespiratorias)” a no implicar ningún peligro. El mapa del Archipiélago el fin de semana del 12 de marzo estaba teñido de rojo, según los datos del Sistema Caliope del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona. Esto significa que los niveles de ozono, dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono, dióxido de azufre, y material particulado PM10 y PM25 “superaban los umbrales de alerta”. Este viernes 20 de marzo, el azul y el verde colorean las Islas, salvo el sur de Gran Canaria y de Tenerife, dos de los puntos más turísticos de toda la región.
La restricción del tráfico aéreo y marítimo al 50%, la caída del uso del vehículo privado hasta un 60% en las ciudades españolas, según datos de Greenpeace, y la paralización industrial y turística han permitido disminuir la polución “en cuestión de horas”. En la Unión Europea, el 30% de las emisiones de dióxido de carbono lo genera el transporte y, de esta cifra, el 72% corresponde al de carretera. “Esta semana, en ciudades como Madrid y Barcelona, donde habitualmente algunas estaciones superan los límites fijados por la Organización Mundial de la Salud, los niveles de dióxido de nitrógeno apenas han llegado al 40% de ese límite. Estamos comprobando cómo menos coches es sinónimo de menos contaminación”, subraya la organización ambientalista.
Las condiciones meteorológicas también han ayudado a disipar la toxicidad de las ciudades y, sumadas a las medidas de contención implantadas por el Ejecutivo, han evitado que se genere nueva contaminación manteniendo así al Archipiélago en niveles positivos.
La polución resiste en los núcleos turísticos
Pero siete días no han sido suficientes para los núcleos turísticos de las dos islas capitalinas. En Gran Canaria, la población de San Bartolomé de Tirajana todavía está expuesta a altos niveles de concentración de contaminantes en el aire. Lo mismo sucede en los municipios de Adeje, Arona y Granadilla, en Tenerife. En el resto de islas, la caída de la polución ha sido generalizada. La Palma es la gran excepción, ya que no ha superado los umbrales de alerta en todo el mes de marzo. Por su parte, Lanzarote es la única Isla que ha alcanzado este viernes los niveles óptimos en todo su territorio.
La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la más poblada del Archipiélago y al mismo tiempo la más contaminada, entre otros motivos por la actividad portuaria, es una de las grandes beneficiadas de este desplome de los tóxicos que rodean las Islas. En el caso del dióxido de nitrógeno (NO2), los niveles han caído del 130% al 30% en el centro de la ciudad y en algunas zonas incluso mínimos de 2%. En otra de las grandes urbes de la Comunidad Autónoma, Santa Cruz de Tenerife, los porcentajes de NO2 registrados una semana después de que se declarara el Estado de Alarma oscilan entre el 2 y el 40%.
El impacto del coronavirus en el medio ambiente ha quedado patente también en dos de los países donde la pandemia ha atacado con más fuerza: Italia y China. En este último caso, las emisiones de dióxido de carbono se redujeron en una caída determinante para uno de los puntos más contaminantes de la Tierra. Greenpeace insiste en su web en que “la prioridad indiscutible en este momento” debe ser la lucha contra la pandemia. Sin embargo, defiende que la difícil situación que atraviesa el planeta por la crisis de salud pública permite extraer una lección clave: “Nunca deberíamos vacilar a la hora de tomar medidas contundentes” ante los problemas que pongan en riesgo la salud de las personas. Entre ellos, la contaminación, “que está detrás de alrededor de 4,5 millones de muertes anuales” en todo el mundo.