El cardo de plata es una planta muy rara de ver. Está compuesta de hojas largas y flores de unos 6-8 centímetros de diámetro con pétalos rosas y morados. Es una especie vegetal única, propia del Parque Nacional del Teide y considerada en peligro de extinción. El Gobierno de Canarias estima que actualmente podría haber poco más de 150, aparte de varios centenares de individuos jóvenes que suelen ocupar ambientes dominados por piroclastos y gleras.
Desde 2006, existe un plan de recuperación del cardo de plata porque su extinción está a la vuelta de la esquina si no se actúa con celeridad. La Consejería de Transición Ecológica del Ejecutivo regional cree que algo así podría pasar en los próximos 100 años. Dice Manuel Nogales, delegado en las islas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que la mayoría de ejemplares están vallados para protegerse de las perturbaciones y amenazas externas, aunque algunas de ellas ni siquiera estaban allí desde el principio.
El muflón es a lo que principalmente se refiere el experto. Esta oveja exótica originaria de Córcega y Cerdeña (Italia) se introdujo en el Teide en 1971 para satisfacer las demandas de los cazadores tinerfeños, según recuerdan Jaime Coello, de la Fundación Telesforo Bravo, y Eustaquio Villalba, portavoz de la Asociación Tinerfeña Amigos de la Naturaleza (ATAN). En aquella época, aseguran, no se realizaron estudios del posible impacto de la inclusión del animal ni nada por el estilo. 50 años después, es un ejemplo más de la invasión biológica que se extiende por toda España y amenaza ecosistemas muy preciados.
El futuro del Parque Nacional del Teide se está decidiendo estos días. También el de la pervivencia o no del muflón en sus montañas. Esta semana, grupos ecologistas, entre los que se encuentran las asociaciones para la Conservación de la Biodiversidad Canarias (ACBC) y ATAN, han pedido erradicar a la especie en un plazo máximo de tres años, mientras que el plan de uso del parque, aún en fase de exposición pública, pretende hacerlo en cinco. Los cazadores están en contra. Ellos quieren “controlar la población, no erradicarla”, según manifiesta Antonio Porras, de la Federación Insular de Caza de Tenerife.
Lo cierto es que llevan haciéndolo las últimas cuatro décadas. Desde 1977 se permite la caza del muflón en Tenerife y actualmente hay dos campañas para ello, una en primavera y otra en otoño. Salen en torno a 1.000 cazadores, apunta Porras, en 47 cuadrillas de entre 20 y 25 personas cada una. Al año, acaban con la vida de alrededor de “ciento y pico” ejemplares.
A pesar de ser un número alto con el que se podría desplegar una “erradicación a largo plazo (…) por los problemas que causa y su preferencia por plantas autóctonas en estado crítico de conservación”, como señala el Cabildo de Tenerife, los ecologistas destacan que se trata de una cifra que sobre todo incluye a machos, no a hembras ni crías. Porras no desmiente esta información. De ahí que, si bien es cierto que se caza a más de una centena por curso, sigue habiendo más de 400 muflones campando a sus anchas no solo por el Teide, sino también sus alrededores, según una estimación del Gobierno autonómico.
Quién introdujo al muflón en el Teide
A finales de los años 60, la Federación Tinerfeña de Caza parecía muy interesada en “dotar al paisaje isleño de algunos elementos decorativos del reino animal y especies de caza mayor”, según se recoge en un artículo publicado en el Boletín Informativo de la Consejería de Política Territorial del Ejecutivo canario en el año 1995. Lo que se pretendía era trasladar a Tenerife “unos animales que otorgaran mayor ornamentación a los montes”, todo con la connivencia entre políticos y cazadores, resalta Coello, y la “buena relación” que había entre el gobernador civil de la isla y una armería en concreto.
En 1971, el ya extinto Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) se encargó de enviar a Las Cañadas del Teide a 11 muflones, cuatro machos y siete hembras. También se introdujo un año después el arruí, una cabra salvaje del noroeste de África, en La Palma y agrega Villalba que se intentó hacer lo mismo con el ciervo en Anaga, el macizo de montañas al norte de Santa Cruz de Tenerife. Por aquel entonces la caza mayor estaba muy vinculada a las élites afines al régimen.
“En la década de 1970 todavía el tema de la conservación era un tanto incipiente. Se hablaba de ello, pero no se tenía una idea clara”, añade Nogales. “No se tuvieron en cuenta las consecuencias que podría traer esto. Los muflones tienen un alto grado de endogamia y se reproducen con mucha rapidez. No solo comen especies endémicas, sino que también provocan otra serie de daños, como la erosión, que son muy nocivos para el Teide”, completa Coello.
Al cabo de unos años, un grupo de científicos de la Dirección General de Medio Ambiente y Conservación de la Naturaleza realizó un estudio analizando la dieta del muflón en Tenerife. Del análisis de un total de 24 estómagos de ejemplares, identificaron 23 especies vegetales, 22 de ellas endémicas de las Islas Canarias. “Los resultados obtenidos se comparan con los de otras regiones, destacando el amplio espectro alimenticio de este herbívoro y su gran adaptabilidad a nuevos hábitats”, concluye el trabajo.
Otras investigaciones profundizan en este asunto. En una de ellas se asevera que la retama del Teide, única de Canarias y en pleno proceso de “declive” debido al cambio climático, es uno de los alimentos preferidos del muflón. En otra, se sugiere que un solo ejemplar de este animal podría acabar con toda la producción anual del cardo de plata en un corto espacio de tiempo. Para el cazador Porras aún hacen falta más estudios al respecto.
Un solo muflón, según Nogales, puede llegar a ingerir 3,5 kilogramos de biomasa al día. Si se multiplica ese dato por toda la población de muflones que hay, “imagínate lo que están haciendo desaparecer del paisaje vegetal autóctono”, remacha el científico. En un contexto de crisis climática, “lo que tenemos que hacer es mitigar todos los impactos que recibe el medio natural, y uno de ellos son las especies exóticas invasoras”. Según otro análisis publicado este año, la conservación del cardo de plata está “ligada al control de poblaciones de herbívoros [muflón y conejo] y al vallado de sus poblaciones”.
La erradicación del muflón, que se podría desplegar por medios físicos, químicos o biológicos, se ha pedido desde su llegada a Canarias. De hecho, ATAN se formó en 1971 y ese fue uno de los motivos. El problema, según Villalba, es que no ha habido decisiones valientes por parte de las autoridades. “A mí me han llegado a decir políticos que no quieren enfrentarse a los cazadores por esto”, asegura el portavoz de ATAN. “No se ha querido nunca intervenir de forma decidida para acabar con este problema, uno de los más graves que tiene el Parque Nacional del Teide”.
Coello, de la Fundación Telesforo Bravo, agrega: “La mayor parte de las plantas de aquí se han desarrollado sin la presencia de herbívoros introducidos. Ahora con los muflones y los conejos, por ejemplo, no tienen defensas y por lo tanto son pasto fácil. Desde luego que la presencia de un animal de estas características no ayuda nada, sino todo lo contrario”.