Desde hace ya una década, Canarias tiene la consideración de “zona remota” para la eliminación de determinados subproductos animales no destinados al consumo humano. Esa declaración permite la excepción de que ciertos residuos originados en los mataderos de las Islas se puedan enterrar en vertederos con autorización ambiental. En marzo de 2012, el Gobierno regional justificó la adopción de esa medida por la ausencia en el Archipiélago de plantas de transformación de residuos y por las “especiales condiciones orográficas, de lejanía e insularidad”, que encarecen los costes de recogida y transporte, superiores a la media del Estado, para los titulares de las explotaciones ganaderas.
El equipo de investigación de Catálisis Heterogénea de la Universidad de La Laguna (ULL), en Tenerife, se ha propuesto convertir esos residuos en un recurso para obtener energía a través de un proceso biológico (la digestión anaerobia) que produce biogás (un gas renovable compuesto principalmente por metano). De esta manera, se pretende hacer más sostenible y autosuficiente la industria cárnica, “favoreciendo la economía circular” y evitando que “todos los residuos (generados en estas plantas) se vayan al vertedero”.
Los resultados de su estudio, publicados en una revista editada por la Asociación Europea para el Desarrollo de las Energías Renovables, el Medio Ambiente y la Calidad de la Energía, revelan el potencial de este tratamiento alternativo en una doble vertiente. Por un lado, mejora la gestión de residuos y, en consecuencia, reduce la contaminación ambiental. Por otro, promueve el uso de energías renovables y contribuye a la independencia energética.
José Aythami Pérez, investigador predoctoral, es el autor principal de un artículo que también firman las profesoras del departamento de Ingeniería Química Karina Elvira Rodríguez y Candela Díaz. “Hemos estudiado el potencial energético de todos los residuos que se generan en los mataderos: de las vísceras, la sangre, los lodos de la depuradora y el contenido ruminal (el alimento que no ha sido digerido por el animal antes de su muerte), aunque el contenido ruminal se utiliza directamente como abono”, explica.
La investigación estima para unas 1.300 toneladas de residuos (la mezcla de la mayoría de los subproductos animales generados en el matadero de Tenerife en 2019) y la proporción analizada (con un porcentaje determinado de lodos, vísceras y sangre) una producción media de 4.800 KwH de electricidad al año. El consumo medio de un hogar en el mismo periodo es de 3.487 KwH, según un informe publicado por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), una entidad adscrita al Ministerio de Transición Ecológica.
Esa cifra, en cualquier caso, es solo un punto de partida. Se ha constatado que con esos subproductos animales se puede obtener energía, que hay potencial. A partir de ahí, habrá que ver cuánto. “Se está trabajando en distintos residuos, a ver cuál produce más metano, en qué condiciones, si las condiciones son las más adecuadas, las mezclas...”, apunta la profesora Candela Díaz. “Si no se contribuye con mucha cantidad de energía, por lo menos estás eliminando los costos de la gestión de los residuos y no estás dañando el medio ambiente llevándolos a los vertederos”, tercia su compañera Karina Elvira Rodríguez.
Para la obtención de la energía a partir de esos residuos se usa la digestión anerobia, un complejo proceso biológico. En el laboratorio, en un frasco de cristal hermético se mezclan los residuos con algunos productos químicos para evitar que la muestra se acidifique. “En ausencia de oxígeno, se le da calor, un baño térmico. El frasco se sumerge y se mantiene a una temperatura constante (unos 33 grados). Las bacterias de los propios residuos se van transformando, van formando diferentes ecosistemas hasta llegar a las bacterias metanogénicas, que son las que nos interesan, las que producen el metano y generan el biogás. El biogás debe tener un contenido mínimo del 55% de metano para poder utilizarlo directamente en un motor o para producir energía”, explica José Aythami Pérez.
Si no se obtiene biogás, continúa el investigador predoctoral, sino más dióxido de carbono que metano, se transformaría en otro tipo de combustible, como el dimetiléter, “que es muy usado en la industria química” y que se puede asemejar al diesel.
El estudio parte de un mayor porcentaje de vísceras en la mezcla, puesto que es lo que se pretende eliminar. Sin embargo, con otra proporción de subproductos procedentes de los mataderos se podría obtener un mayor potencial. “Las vísceras están compuestas de grasa y carne, de proteínas, y las proteínas son inhibidoras de la producción de metano. Una cantidad elevada no favorece el proceso biológico. La sangre tiene también tiene un gran contenido de nitrógeno y, por tanto, no tiene las condiciones idóneas para el desarrollo”, explica el investigador. “A lo mejor hay que agregarle más lodo para que la relación baje. También estamos viendo si se pueden separar las grasas antes, para ver si a partir de ellas se puede generar otro combustible”, apunta la profesora Rodríguez.
El objetivo final, cuenta Candela Díaz, es que “en un futuro no muy lejano se pueda montar en lugares cercanos a los mataderos un sistema de digestión anaerobia donde, en continuo, vayan entrando los residuos y se vayan aprovechando, sacándoles todo el potencial energético que tengan e, incluso, que lo que queda se pueda utilizar como abono para la agricultura”. La idea inicial, añade, era averiguar si se podía producir hidrógeno verde. “No lo sabemos todavía, estamos empezando los estudios en laboratorio”. La investigadora incide en que desde la universidad y los centros de investigación están trabajando para “valorizar todos los residuos posibles”. No solo de los mataderos, también de los agrarios o los forestales, por ejemplo. “Todo en la línea del aprovechamiento y la valorización”.
Los residuos que se generan en la industria cárnica se clasifican en tres categorías que miden el riesgo de transmisión de enfermedades de animales a seres humanos o entre animales. En Canarias no hay plantas para tratar los subproductos de la categoría uno, entre los que se encuentran las cabezas de reses o animales sospechosos de estar infectados. Por normativa, esos residuos tienen que ser incinerados por encima de los 1.000 grados, por lo que en el Archipiélago se congelan y se envían en contenedor hacia la Península. Los residuos de las categorías 2 y 3 sí son susceptibles de ser aprovechados mediante la digestión anaerobia para producir energía que sirva para abastecer a la propia industria. Los investigadores destacan además que, al tener un requerimiento energético bajo (el agua se calienta a unos 33 grados), se trata del proceso “más viable y económico”.
Planta intermedia de residuos
El matadero de la isla de Gran Canaria es el único del Archipiélago que dispone de una planta intermedia de gestión de residuos, según relata su gerente, Agustín González. En ella se clasifican los distintos productos y se aprovechan los de categoría 2 y 3. Estos últimos se separan desde el inicio de la línea. “Las grasas van con las grasas, las tráqueas con las tráqueas, los riñones con los riñones... Después se mete en la planta, se embandeja, se congela y se envía a la Península”, donde se usa como pienso para animales domésticos. Una pequeña parte va también para un centro de rescate de animales exóticos de la isla.
González señala que en el matadero de Gran Canaria se generan entre 4.000 y 5.000 kilos de residuos de categoría 3 que se pueden aprovechar con ese fin, por lo que cada semana o semana y media se envía un contenedor de 40 pies (25.000 kilos) a la Península. “Nos compran el producto y nos venden el servicio”, dice. De la categoría 1, que no se puede aprovechar y que se tiene que incinerar, se envía uno cada tres o cuatro semanas.
Los residuos de categoría 2 “se aprovechan para estiércol”. “Se recoge en unas cubetas y se reparten con los ganaderos que quieran estiércol o se llevan a los complejos medioambientales de Salto del Negro o de Juan Grande”. Antes de enterrarlos, concluye el gerente, “se inertizan”. Es decir, se tratan con cal para minimizar su potencial contaminante.