Percibe color y belleza en la negrura del paisaje quemado por el fuego, una estampa que, para la mayoría de los mortales, resulta deprimente y triste. Pero la fotógrafa polaca Karolina Bazidlo tiene una particular mirada artística que le permite rentabilizar estéticamente, con resultados sorprendentes, escenarios devastados por las llamas sobre los que narra visualmente una historia de guerra. Una serie de nueve fotografías tomadas unos días después del incendio acaecido en Mazo en el verano del pasado año, se expone hasta final de mes en la sala de exposiciones 'Hay un mundo por conocer?La Palma' de La Molina Artesanía, en Santa Cruz de La Palma. En todas las imágenes aparecen como modelos de excepción su sobrina, Beatriz Rodríguez Pérez, y su hija, de seis años, Suleika Pérez Bazidlo, porque Karolina no concibe la fotografía sin personas. “Una foto en la que no haya aunque sea una sombra humana no me interesa, el paisaje sin gente no me atrae porque no lo siento en mis ojos ni en mi corazón”, ha asegurado a LA PALMA AHORA.
Karolina Bazidlo nació en el sur de Polonia, “entre nieve y pinos”, y llegó a La Palma hace diez años “por azar, por amor y por folclore”, cuenta. “En Polonia conocí a mi marido, que era bailarín del grupo folclórico Echentive de Fuencaliente, y cuando llegué a la Isla me enamoré de ella, me sorprendió porque es un paraíso en miniatura”, dice. A esta fotógrafa, que cursó en su país Historia del Arte, estudios latinoamericanos e idiomas, siempre le había atraído “el clima tropical, el color tropical y todo lo 'tropical'; yo estaba segura de que iba a salir de Polonia y a vivir fuera, pero no sabía que sería en La Palma; en mi época de estudiante, en mis sueños tenía como destino el sur de Brasil, pero, por azar y por amor, en La Palma encontré lo que me gustaba”, confiesa.
La primera foto que tomó Karolina fue a su hija recién nacida. “Era un modelo fenomenal y, después, a los tres años, cuando compré una cámara mejor, empecé en serio porque sentí que me tenía que dedicar a la fotografía, aunque no profesionalmente, eso lo tengo claro”, precisa. “Pero me da alegría hacer fotos, siento que es eso lo que debería hacer en la vida, simplemente por placer, me gusta dar placer visual, dar a la gente el placer de verse en mis ojos”, resalta. “Lo que más valoro de la fotografía es que abre puertas, a veces también el corazón, te permite entrar en situaciones donde sin la cámara no me atrevería a penetrar, te acerca a la gente”, explica. La fotografía también es para Karolina “una forma de visualizar lo que tengo en mi mente, porque hay muchas fotos que están pensadas de antemano, incluso dibujadas, y a veces tengo que esperar seis meses o un año para encontrar esa persona, esa luz o ese lugar; hay que tener mucha paciencia”, reconoce.
Esta polaca, que pertenece al grupo Afoto, es de los pocos fotógrafos de La Palma que retrata a personas. “La mayoría se ocupa del paisaje, pero yo, sin embargo, soy incapaz de hacer una foto sin la presencia humana, no me sale”, admite. Karolina cuenta con una cámara Nikon 7000 “con objetivo 70/300 que me permite acercarme al máximo a la cara del personaje”. Los palmeros son buenos modelos, aunque reacios a dejarse fotografiar. “Son bellos y expresivos, pero piensan que para ser fotografiados tienen que ser perfectos, como un modelo de revista, y yo sólo busco personas que quieran expresar algo, que tenga algo que decir, guapos o feos”, apunta. “Últimamente tengo buena racha, la gente se deja convencer, pero, a veces, cuando se me ocurre una idea, necesito a un personaje concreto, y es imposible encontrarlo, aunque siempre tengo a estas dos señoritas al lado (su sobrina Beatriz y su hija Suleika), que ya me conocen y saben lo que quiero, son dos bellezas tremendas de personalidades fuertes”, afirma.
La Palma, para los aficionados a la fotografía, en opinión de Karolina, “es un lugar perfecto por su variedad de paisajes, ambientaciones, un colorido que cambia según el clima y la altura, niebla, nubes y viento; es una maravilla, aunque todavía me quedan muchos, muchos lugares por explorar y fotografiar”.
La original serie de imágenes que expone Karolina estos días en La Molina es realmente excepcional. “Fueron hechas unos días después del incendio de Mazo del año pasado, en septiembre, cuando estaba todavía caliente”, recuerda. “El paisaje era absolutamente bello y en las fotos se percibe dramatismo, con las modelos vestidas de negro como si estuviera narrando visualmente una historia de guerra”, comenta. Su sobrina y su hija demuestran profesionalidad ante la cámara. “Se saben ajustar perfectamente; Suleika pone cara de drama y llora con facilidad; el paisaje me impactó mucho, y lo que era una sesión de moda infantil se transformó en una historia de guerra”. Karolina reconoce que “en la foto de la alambrada llegué a retroceder porque me parecía brutal; para los polacos esas asociaciones son claras, aunque en La Palma no se hace esa lectura”.
Cuando ocurrió el pavoroso incendio de Fuencaliente, en el año 2009, Karolina, que reside en este municipio, no se atrevió a coger la cámara. “Aquel era el paisaje mío y no quería fotografiarlo ni documentarlo; el fuego de Mazo también lo sentimos porque somos vecinos, pero no fue tan brutal”.
En las nueve fotografías que muestra estos días Karolina quiere transmitir “la belleza que tenía el paisaje unos días después de quemarse; la gente pasa y lo ve todo negro, deprimente y triste pero yo percibo muchos matices, mucho colorido”, insiste. “Yo no quemo la Isla para hacer fotos, y espero que no se repita otro fuego en ninguna parte, pero, una vez que ha ocurrido, yo ese paisaje quemado no lo siento muerto; veo en esa negrura muchísimo color, belleza, una faceta estética diferente”, concluye.