Obras como 'Protocolo del Quebranto' premian la iniciativa de Laboratorio Galdós Internacional. Una apuesta por la innovación y la creación contemporánea que se puso en marcha con el objeto de dar un nuevo impulso la obra de nuestro insigne autor canario, coincidiendo con el denominado Bienio Galdosiano, que de 2018 a 2020 comenzó su andadura gracias a la colaboración de la productora 'Unahoramenos' y el teatro Pérez Galdós, con el patrocinio del Cabildo de Gran Canaria, del Gobierno de Canarias y del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Una actuación que cuenta además con la colaboración del Ayuntamiento de Agüimes. El proyecto, entre pandemias, crisis, erupciones, crisis, guerras, crisis… sigue dando sus frutos, con una gran calidad, con voluntad para asumir riesgos como el de esta pieza que nos conduce a aquellos Episodios Nacionales, aunque adaptados a un siglo en el que los recursos escénicos y técnicos son extraordinarios, pero el trasfondo de sufrimiento y muerte apenas ha cambiado.
Hemos de aplaudir este Laboratorio Galdós Internacional porque ha sabido consolidarse como una poderosa herramienta de experimentación. Y no es fácil superarse cada año, pero lo hacen posible con cada nueva propuesta, como el caso del Protocolo del Quebranto, capaz de transportar al cruel esperpento de la guerra del siglo XXI, a través de un guión que no busca la rima o la trama simple, sino la crítica al discurso, creando un estilo: el Teatro Crónica. Donde el argumento no es una metáfora sino la visión de una crónica en la que se integra el periodista que colabora como documentalista y entrevistador en la investigación previa, pero cuya figura es protagonista y se introduce en la trama para manifestar sus tribulaciones, entre la ambición del reconocimiento, la vida cómoda y ‘segura’ de los lectores junto al café, o los telespectadores que devoran su comida observando cómo se desangran países y pueblos, mientras la historia real es tratada como un producto para ganar un hueco en la cabecera, ganar dinero y notoriedad. Un ego que choca con la crudeza del mundo en descomposición y agonía por la guerra.
El equipo que hay tras esta obra es muy amplio y cada cual, desde su ámbito, unen sus esfuerzos para que la calidad no se pierda por ningún resquicio. No obstante, hay un grupo que destaca de cara al público: Mario Vega (el productor, director y muchas más cosas), Nico Castellano (el periodista que descubrió la guerra y sus víctimas a Mario), junto a Marta Viera, Mingo Ruano y Luifer Rodríguez (actores que realizan una interpretación brillante). No significa esto que sean menos importantes o de menor nivel la escenografía cambiante con apenas una chabola móvil, los efectos, la iluminación que juega con un ambiente de penumbras y en ocasiones proyecta sombras chinescas, las caracterizaciones y maquillaje, etc. Etc. Todo lo contrario. La ambientación envuelve al espectador.
Y, por si no quedara claro, los créditos finales nos muestran las presentaciones de los protagonistas reales del argumento principal: los tormentos, aquellos de la guerra, ya sea en textos de Tucídides, o los pintados por Goya, o en la narrativa galdosiana o valleinclanesca, a quien realizan un guiño esperpéntico sobre los espejos y la realidad que reflejan en determinadas situaciones.
Queda claro que el mecenazgo público que impulsa el Cabildo de Gran Canaria del Laboratorio Galdós Internacional para las artes escénicas y que fue una de las iniciativas más innovadoras puesta en marcha durante el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós. Y esta obra, como las anteriores, lo corrobora.