Ahora que tienen tiempo de leer dejen que les cuente el buen tiempo que pasé esta noche del viernes 15 de febrero en el Teatro Cuyás. Acudí al reclamo de la compañía Ron Lalá, que nada tiene que ver con Arehucas ni tampoco con Massiel.
Sabía de su éxito en el Teatro Alfil, allá en Madrid, e incluso había tenido oportunidad de conocer algunas de sus ocurrencias a través de los videos colgados en YouTube, así que ya iba de sobra motivado a ver en directo a esos cinco canallas que integran un grupo que destaca por irreverente y políticamente incorrecto. Su propuesta en el Cuyás era el espectáculo con el que están de gira actualmente, Time al tiempo, un original compendio de sketches con el tiempo como hilo conductor.
En tiempos de Carnaval programar teatro en esta ciudad ya es bastante arriesgado porque la gente está con ánimo fiestero; eso de acudir a una sala cerrada y prescindir de la calle no es plato de muy buen gusto. En estos tiempos de máscaras, reinas y drags, el público está con ganas de marcha y mucho ritmo, de reír y soltarse la melena. Esto es, no valen en tiempos como estos apostar desde la dirección de los teatros por espectáculos sobrios o sesudos. Por tanto, demos desde aquí un punto a su favor a los programadores del Cuyás por acertar con la fórmula para estimular al espectador a acudir a sus butacas.
Pero ojo, no vaya lo anterior a llevar a confusión, que no por ligero el espectáculo de Ron Lalá está exento de una profunda intelectualidad. Precisamente ahí radica el mérito de esta compañía y del espectáculo que nos han traído. Estos cinco cómicos han sabido hacer una análisis de nuestro tiempo, de nuestra realidad, de nuestro entorno inmediato, y encima han tenido el trabajo de interpretar el pasado e imaginar el futuro para con todo ello presentarnos una crítica y reflexiva crónica de nuestros equívocos y de nuestros anhelos. Tiempo el que les habrá costado concebir este espectáculo que se nos presenta con apariencia ligera pero que no nos deja indiferentes en un solo segundo de la hora y media en que transcurren las distintas secuencias sobre el escenario.
Pertrechados de una versatilidad interpretativa que les permite ir pasando de rol en rol y jugar además a músicos y cantantes, los cinco actores consiguen ir estrechando la complicidad con un público que se va entregando progresivamente a medida que va descubriendo la excelencia del grupo que tiene enfrente. Los cinco tienen registros de sobra para convencernos de que una margarita y una abeja pueden vivir un romance en su corto tiempo de vida, de que un trovador y un rapero pueden encontrarse en el tiempo actual y mantener un duelo interpretativo, de que un ejecutivo gris y ambicioso puede convertirse en un auténtico gurú, y de que hasta un primate pueda bailar flamenco.
Con ingenio, con muy buen dominio del lenguaje y con muy buen ojo crítico (también con mucha mala leche), los intérpretes que tan bien ha dirigido Yayo Cáceres nos hacen reflexionar, a pesar de esa pose ligera de la que hablábamos, sobre temas tan decisivos como la ambición, el derroche, la corrupción o la levedad de nuestra existencia. Ahí es nada.
Carpe diem, nos aconsejan de forma reiterada. Ese viene a ser el mensaje de estos cinco bravucones que no dejan títere con cabeza. Ana Mato, a la que le queda un rato; el Papa, al que no le queda mucho más; un tal Rubalcón; el Rey, ese del que huyen los elefantes; e incluso Cardona, el alcalde al que reclaman que devuelva el Carnaval a Santa Catalina, forman parte de una galería de personajes que se ven retratados en los parlamentos de estos cinco actores que nos hacen pasar tan buen rato.
Aprovechen el momento (carpe diem) y no dejen pasar la oportunidad que aún queda este sábado 16 de febrero en el Cuyás. Con Ron Lalá el tiempo está bien empleado. Aún tienen tiempo.