El turismo de cruceros es una de las actividades económicas más severamente perjudicadas por la pandemia de la COVID-19, con un parón a escala mundial en el que hay contadas, muy contadas, excepciones.
Una de ellas es Canarias, donde cinco cruceros realizan recorridos entre las islas pese a las restricciones sanitarias. De hecho, es el único lugar de Europa que desde el pasado mes de noviembre logró reanudar la actividad de cruceros. Además, sus aguas sirven de refugio para estos colosos del mar a la espera de tiempos mejores. Algunos llevan fondeados desde el estallido de la pandemia. Antes de que se pararan los relojes venían realizando travesías por esta zona del Atlántico, Canarias y Madeira principalmente.
Mientras algunas compañías anuncian la vuelta a la operatividad en julio, cuando no ofertan viajes directamente para 2022, y otros puertos como el de Barcelona prevén empezar a recibir cruceros en junio, el archipiélago canario ha sido una suerte de banco de pruebas para un negocio que hasta 2019 venía facturando a nivel mundial unos 130.000 millones de euros.
Las compañías utilizan como reclamo, más allá de las consabidas bondades climatológicas de Canarias, las medidas de seguridad covid que aplican en sus buques. En algunos casos, el pasaje debe aportar una PCR negativa antes de embarcar, visitar un hospital a diario y someterse con la misma frecuencia a un control de temperatura.
Todo con tal de ganarse la confianza de la clientela y despejar temores ante el precedente del Diamond Princess, el crucero obligado a guardar cuarentena por las autoridades de Japón durante dos semanas en el puerto de Yokohama con 3.700 personas a bordo a causa de un brote de COVID que se saldó con más de 500 contagios.
Aquello sucedió en los albores de la pandemia, en febrero de 2020. Un mes más tarde, otro crucero, el Grand Princess, estuvo varado frente a las costas de California por otro brote con más de un centenar de positivos.
A partir de entonces hubo una cancelación en cascada que se ha mantenido hasta estos días. Por eso resulta especialmente llamativa la estampa que lucen los puertos canarios.
El de Santa Cruz de Tenerife ha llegado a albergar hasta una decena de cruceros. Estos alternan sus estancias fondeados, frente a la playa de Las Teresitas, y atracados en el puerto, adonde van aproximadamente cada dos semanas para repostar y surtirse principalmente de víveres y agua.
Igual de llamativa es la cifra de cruceristas que las cuatro navieras que han apostado por Canarias, Tui Cruises, Aida, Hapag Lloyd y Mystic Cruises, han movido en medio de la pandemia: 49.035 hasta marzo, según estadísticas de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, que prevé 102 escalas entre abril y mayo.
En estos momentos realizan recorridos por el archipiélago canario los buques Mein Schiff 1 y 2 y el Europa 2, todos ellos operados por Tui; el World Voyager, alquilado por el operador alemán Nicko Cruises a la naviera portuguesa Mystic Cruises, y el AidaPerla, de la filial del Grupo Carnival.
Tampoco hay una fecha concreta para la vuelta a la actividad de los cruceros que han permanecido fondeados todo este tiempo, pues dependerá de la apertura de mercados turísticos como el alemán y el inglés, que son los que suministran la mayoría de los pasajeros a estas embarcaciones.
Aida tiene nada menos que cuatro buques en “reserva”: el Aidaluna, Aidamar, Aidanova y Aidamira.
¿Y por qué Canarias? Juan Francisco Martín, director comercial de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, habla de una “feliz coincidencia de factores”, como la apuesta de las navieras europeas por las islas o el conocimiento y la estima que tienen del destino los pasajeros de los países del entorno
A ello suma “la claridad” que ofrece a los operadores el sistema de semáforos adoptados para informar de las restricciones vigentes en cada isla.
Carlos González, presidente del Puerto de Tenerife, apunta por su parte a la apuesta y la coordinación entre las administraciones, autonómica y central, para consensuar las autorizaciones para la navegación interinsular, y a la “intensa labor promocional” desarrollada desde el verano pasado.
Cree González que los cinco cruceros que en la actualidad se mueven entre las islas se pueden mantener en el tiempo y que incluso los puertos canarios tienen capacidad y están preparados para recibir más.
Alfredo Serrano, director en España de CLIA (Asociación internacional de líneas de cruceros, por sus siglas en inglés), no tiene dudas de que Canarias “se está poniendo en el mapa” de la agenda de las compañías de cruceros, más allá de la “reputación muy consolidada” de la que gozaba en el mercado alemán en la temporada de invierno.
Observa Serrano que las operadoras “se están fijando más” en el archipiélago por varias razones: la “buena disposición” de la administración para “facilitar las cosas y no poner impedimentos” y, subraya, “lo más importante: la temporada se puede alargar mucho”.
La idea extendida de Canarias como destino de cruceros es que se concentre mayoritariamente de diciembre a enero, pero gracias a la campaña extraordinaria en tiempos de covid el cliente está “descubriendo el atractivo” del destino en primavera y, probablemente, lo haga también en verano.
“¿Cuánto durará cuando se restaure la normalidad? Lo veremos. Pero, de momento, son todo buenas noticias” para el sector en Canarias, sostiene Serrano, quien cree que se hace “muy difícil” hacer previsiones sobre cómo volverá el turismo de cruceros a nivel global una vez superada la pandemia.
“Ahora estamos en medio de la tormenta, capeando el temporal de la mejor manera posible”, apunta, aunque está convencido de que a medio plazo se mantendrán las medidas de protección sanitaria reforzadas, “y nos acostumbraremos”.
El director de CLIA en España no cree que vaya a haber un cambio en el perfil del crucerista, pues “las estadísticas y los estudios” que maneja el sector es que quienes han probado esta modalidad turística “tienen el deseo de volver a navegar lo antes posible”.
También está convencido de que pasará el miedo a encerrarse en una ciudad flotante en la que se reúnen en un espacio cerrado miles de personas.
“A medida que más gente pueda ver con sus propios ojos cómo se testean y desinfectan las instalaciones, cómo se controlan los aforos, las tomas de temperatura, las burbujas de las visitas en tierra... se sentirán aún más tranquilos que antes que la pandemia a la hora de hacer un crucero”, vaticina.