Gorona del Viento: la autosuficiencia energética de El Hierro se queda a medio camino de producción con renovables
“El Hierro se independiza del petróleo”; “La primera isla autosuficiente del mundo”. Fueron algunos de los titulares el 27 de junio de 2014, cuando la segunda isla más pequeña de Canarias dio la vuelta al mundo con el anunciado acto de inauguración de la central hidroeólica Gorona del Viento. Presidía Paulino Rivero el Gobierno regional y Alpidio Armas el Cabildo de la isla del Meridiano, pero también asistieron el expresidente de la Corporación Insular, Tomás Padrón, y otras autoridades. Incluso, en una denominada cápsula del tiempo, se enterraron los ejemplares de las noticias de ese día los periódicos sobre la obra, además de unas monedas y unos cuentos sobre energías renovables escritos por niños de Valverde, la capital de la isla. En 2020, seis años después de aquella fecha, la demanda de electricidad se cubrió en su totalidad con fuentes limpias durante 54 días, según la empresa Gorona del Viento S.A.; de media anual, en función de los datos del Ejecutivo autonómico, cubrieron el 41,9% del consumo, por lo tanto, más de la mitad de la electricidad se generó con los motores diésel de la central térmica Llanos Blancos.
Las cifras del Anuario Energético de Canarias de 2019, último disponible, muestran que antes de 2014, la potencia renovable instalada en la isla era de 134 Kilovatios (KW) y, a partir de Gorona del Viento, aumentó hasta los 22,8 MW, gracias principalmente a los 5 aerogeneradores instalados, que suman una potencia conjunta de 11,5 MW, y a otros 11,3 MW de hidráulica. Progresivamente, la generación de electricidad con fuentes limpias fue aumentando hasta producir la mitad de dicho consumo en la isla: en 2018 (56%) o 2019 (54%) aportaron valores superiores a los de la central térmica, según Endesa, una de las empresas promotoras del proyecto junto al Cabildo de El Hierro (60% de participación), el Instituto Tecnológico de Canarias (8%) y el Gobierno regional (3%). Además, en determinadas épocas del año, la electricidad generada en los molinos y en la central ha cubierto el 100% de la demanda, sobre todo en los meses de julio y agosto, cuando hay más viento.
Los beneficios de la central hidroeólica son visibles, pero el proyecto, cuyo germen surge en los años 80 del siglo XX, se vendió desde las instituciones canarias como una iniciativa que permitiría a El Hierro ser autosuficiente, un escenario que solo se produce en el consumo de electricidad y, por el momento, durante determinadas épocas del año. Incluso el expresidente del Cabildo de la Isla, Tomás Padrón, (1979-2011) la bautizaba como “el Garoé del siglo XXI”, en referencia al simbólico árbol sagrado de los bimbaches, habitantes originarios de la isla, que era un gran laurel que recogía la humedad de las nubes y la condensaba en forma de agua.
La iniciativa comenzó a ser una realidad desde 2004, cuando se constituye como sociedad Gorona del Viento (propiedad del Cabildo de El Hierro, el Gobierno de Canarias y Endesa) y cinco años después, comienzan las obras. Poco antes de su inauguración, dos ingenieros que participaron en el desarrollo del proyecto publicaron un artículo en el que reducían las expectativas elevadas por los representantes políticos sobre una central que resaltaban con un orgullo como un avance en la transición energética.
Sergio González Martín, jefe de Infraestructuras de Gorona del Viento entre 2009 y 2013, y Juan Lorenzo Falcón Domínguez, ingeniero industrial jefe de explotación de la central entre 2008 y 2012, explicaban que lograr el 100% renovable con Gorona del Viento nunca podría ser una realidad técnica con la tecnología en ese momento existente. En concreto, remarcaban que la planta en principio no iría más allá de la sustitución de la generación fósil de la electricidad por fuentes limpias, algo que suponía el 23% del total de consumo energético en El Hierro (177.000 MW/h).
Y en este marco, vaticinaban que la central hidroeólica no superaría el 70% de producción eléctrica (algo que, efectivamente, no se ha producido) y, en el global de demanda energética, no llegaría a cubrir más de un 15% del total. Por lo tanto, concluían que los hidrocarburos seguirían estando presentes y siendo necesarios en el sistema de El Hierro. También advertían que el coste de generación eléctrica aumentaría con Gorona del Viento, al tener que cubrir los gastos de producción fija y variable del nuevo proyecto y de la central térmica.
Altas retribuciones
El presupuesto ascendió hasta los 82 millones de euros, financiado en su mayoría con fondos públicos. El entonces Ministerio de Industria, Energía y Turismo, con José Manuel Soria, fijó un régimen retributivo específico para la central con el objetivo de garantizar su rentabilidad, que se pagaba en los Presupuestos Generales del Estado y en la factura eléctrica. Es decir, el Estado otorgaba una cantidad de dinero determinada por producir energía limpia, como todas las instalaciones renovables, solo que una cantidad mucho mayor.
Durante sus primeros años, percibió más de 1.000 euros por MW/h y en 2015, Gorona del Viento S.A. consiguió 12 millones de ingresos, 5 de los cuales fueron beneficios. En tan solo cuatro años se amortizó. Y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia recomendó disminuir su retribución “con el objeto de evitar que esta planta disfrute de un exceso de beneficios económicos futuros no justificados”, ya que recibirá retribuciones durante sus años de vida útil.
Además, un estudio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), publicado en Renowable Energy, desveló que en 2016 y 2017 la electricidad generada en El Hierro costó entre 630 y 515 euros por MW/h, incrementando el coste más de un 100% respecto a los años en los que no existía Gorona del Viento, es decir 28 millones de euros más, que se reparte entre todos los españoles en la factura de la luz del Estado.
En dicho estudio, los investigadores Francisco Javier García Latorre (director general de Nuevas Tecnologías del Gobierno canario en 2015 y 2016), José Juan Quintana y el catedrático Ignacio de la Nuez, concluían que los factores que provocaban ese incremento se debía a que los subsidios reconocidos por el Estado a Gorona del Viento han resultado ser “excesivos”, entre otras razones. En 2019, según el Anuario Energético de Canarias, el coste por generar electricidad descendió y osciló entre 210 y 365 euros por MW/hora, pero siguió siendo el más caro del Archipiélago.
Sin embargo, el Cabildo de El Hierro replicó al estudio alegando que se trataba de una planta en sus primeros años en funcionamiento y defendió los beneficios que genera para la población, entre ellos, evitar la emisión de una media de 18.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalentes a gases de efecto invernadero.
Respecto a los beneficios económicos de la central, la Corporación Insular ha asegurado que los invertirá en convertir a la isla en autosuficiente. Actualmente estudia iniciativas lideradas por la empresa Gorona del Viento para reducir el consumo de hidrocarburos a cero, potenciando el autoconsumo o la movilidad eléctrica. El objetivo final es sentar las bases para convertir a la isla en un laboratorio de sostenibilidad en el ámbito mundial.
Pero en 2019, El Hierro consumió unas 10.611 toneladas métricas de hidrocarburos, principalmente diésel en la central térmica de Llanos Blancos (42,4%), destinada a generar electricidad con una potencia total de 14,9 MW gracias a sus nueve grupos de motores diésel y otro móvil. Más que suficiente para cubrir el pico de demanda de 8,1 MW en la isla. Encender la luz en los hogares era posible antes de 2014 gracias a esta planta pero, a partir de Gorona del Viento, se reduce o aumenta su producción en función de la generación de las variables fuentes limpias.
Además de la generación eléctrica, en la isla del Meridiano, de algo más de 10.000 habitantes, se utilizan 2.255 toneladas métricas de gasolina para los vehículos y gasoil para el sector primario y secundario, además de desoladoras o barcos, un combustible que supone el 32,6% del consumo total de hidrocarburos en la isla. El resto se reparte entre el butano para algunos hogares o queroseno para la aviación.
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